LA HABANA, Cuba.- Conseguir la entrevista con Alexander Cruzata (Holguín, 1974) fue tan fácil como escribirle al Messenger para preguntarle “hola campeón, ¿puedo mandarte un cuestionario?”. Su respuesta, inmediata, se limitó a un “ok, hermano, lo coordinaremos”, acompañando esto con el pulgar en alto de los likes. f4552
Lo recordaba como un caballero en el terreno, y eso precisamente me encontré al hablar con él. Nada de exabruptos, palabras duras o maledicencia. El oriundo de Cueto era de los defensas Top cuando yo me gradué de periodismo, y todavía —si me esfuerzo— puedo verlo dando salida en los equipos donde militó, ora el de su provincia natal, ora el de la selección de casa.
Porque cuando yo me inicié en la prensa nacional, me tocó atender los campeonatos domésticos de fútbol. El nivel no era alto (todavía dista de serlo) pero sí que había unos cuantos jugadores que sobresalían. Pinar tenía los suyos, La Habana también, y Ciego, Villa Clara, Camagüey…
En Holguín estaba él, con el sempiterno ‘5’ en el dorsal. Representando a ese equipo conoció la gloria inenarrable del trofeo, y a lo largo de 16 años también se enfundó la franela de las diferentes escuadras nacionales. Cuatro Copas del Caribe lo vieron deambular por sus terrenos, y en una de ellas alcanzó la recompensa del subcampeonato. Además, coronó su expediente con un bronce en los Centroamericanos y del Caribe de Ponce 1993.
Después de un celemín de torneos nacionales y 87 participaciones con la selección absoluta —cuarto a nivel cubano en tal renglón—, un día debió imitar a los demás y optar por el retiro. Las lesiones ya no le daban vida y entendió que era tiempo de colgar los botines, esperanzado acaso en que sería bien atendido por un movimiento deportivo al que se había entregado en cuerpo y alma. Error.
“Yo siempre he vivido para el fútbol y no de él”, asegura. “Lo llevo en la sangre desde los diez años y lo sigo queriendo a pesar de que lo más que me ha dado son disgustos. Sinceramente, me he sentido utilizado. He arrastrado graves problemas de salud y he continuado trabajando, dándolo todo por el fútbol y apoyando en cuanto puedo”.
—¿A qué te dedicas actualmente?
—Trabajo en la base. Llevo ocho años en el municipio Boyeros con diferentes categorías escolares y buenos resultados deportivos. Ya tengo 50 años, y me gustaría algún día trabajar en un equipo nacional para transmitir allí mis experiencias como jugador.
—La mayor parte de los niños que se acercan al fútbol quieren ser delanteros. ¿Qué te sedujo de ser defensa?
—Es cierto que a la inmensa mayoría de los niños les atrae ser delanteros, pero en mi caso no fue así. Siempre que jugábamos a la vallita me gustaba estar atrás, defendiendo, y jamás me incliné por convertirme en atacante. Defender siempre me atrajo y llegué a hacerlo en todas las posiciones de la zaga.
—¿Cuáles son las características esenciales de un defensor central?
—Un defensa central debe ser un líder. Como mismo les pasa a los porteros, los centrales tienen que hacer notar su liderazgo en los partidos. Para la posición se necesita carácter, un buen físico, capacidad para el juego aéreo y los marcajes, poder leer los juegos y saber anticipar para cortar ataques.
—¿Son mejores las condiciones en que se juega al fútbol hoy en Cuba con respecto a las que existían en tu época en activo?
—En los años noventa era un poco más difícil, pues actualmente hay más motivación dado que los jugadores se pueden ir a ligas profesionales, además de que está el proyecto Gol con el cual la FIFA apoya mucho. Pero en sentido general seguimos en las mismas en muchas cosas.
—¿Cuáles eran los delanteros que se te hacían más difíciles de marcar?
—Sin que suene a menosprecio te diría que ninguno, porque yo los estudiaba mucho. Por ejemplo, si eran fuertes al estilo Luis Martén, me preparaba mentalmente para no tener mucho roce con ellos y solamente tratar de tocar la pelota. Aunque bueno, podría decirte que por razones de diferencia de estatura me eran más complicados los atacantes bajitos como Andrés Roldán o “El Jimagua” Betancourt.
—¿A quiénes incluyes en el Top 5 de defensas cubanos?
—No sabría decirte, jugué con muy buenos defensas y se me hace complejo conformar esa lista. Pero puedo mencionarte algunos como Yenier Márquez, Osmín Hernández, Armelio Luis, Rolando Rodríguez… Se me quedan muchos nombres fuera; por arribita te menciono esos.
—¿Dónde crees que radica el mayor problema del fútbol nacional?
—Creo que uno de los mayores problemas es de orden defensivo, porque no sabemos aguantar el resultado y hay que trabajar mucho sobre eso. Igual hay que mejorar en lo motivacional, pues estamos confiándolo todo a los jugadores que están desempeñándose en clubes extranjeros y no les prestamos atención a los de la reserva. A los muchachos hay que darles topes. Hace poco el fútbol sala se pasó dos semanas en Venezuela y se clasificó para el Mundial, y lo mismo pasó con la selección Sub-20. Ese equipo hay que seguirlo y evitar que se desintegre. Y otra cosa muy importante: trabajar más en la base.
—Vamos a un caso hipotético: si mañana fueras el comisionado nacional, ¿qué medida tomarías para empezar?
—Cambiaría la estrategia de los campeonatos nacionales, que son demasiado pobres en todas las categorías. Casualmente ahora se celebró un campeonato juvenil que apenas tuvo tres o cuatro partidos por las limitaciones relativas al combustible. Así no es posible descubrir talentos y entonces sobreviene la decepción de entrenadores que se pasan seis o siete meses preparando a sus pupilos para unos pocos partidos. Eso hay que cambiarlo.
—¿Hasta dónde te habría gustado jugar en alguno de los campeonatos europeos?
—Imagínate, todo futbolista sueña con jugar en ligas profesionales, pero eso en mi etapa no se aceptaba. Nosotros hicimos muchas preparaciones en Europa: jugamos en Italia, España, Alemania, Holanda, Francia, Noruega, Dinamarca… Visitamos unos cuantos países y en ellos jugábamos contra equipos de Segunda y Tercera División, y teníamos la sensación de que podíamos hacerlo bien allí. Acá tuvimos un entrenador peruano, Miguel Company, que siempre nos decía que observáramos a los profesionales y nos miráramos en su espejo. “Ahí hay jugadores que ustedes pueden suplantar”, nos insistía.
—Cuéntame de las experiencias de enfrentar a Romario y Batistuta.
—Fueron dos lindas vivencias. Nosotros estuvimos en Italia cuando Batistuta estaba en la Fiorentina y jugamos contra ellos. Imagínate, teníamos al lado a jugadores que veíamos por televisión y eran estrellas, y cuando yo me paré al lado de Batistuta me pareció increíble. Y con Romario pasó algo similar. Fuimos un mes a Brasil y allá chocamos con escuadras como Botafogo y Fluminense, y eso me acabó dando la oportunidad de marcar a Romario.
—¿Por qué una vez dijiste que “los jugadores cubanos de hoy solo piensan en tener algo material sin dejar bien sudada la camiseta”?
—Yo he visto juegos de la selección nacional y desde mi punto de vista hay algunos atletas que no lo dan todo. Están pensando más en cosas materiales y en cuidarse de lesiones que los puedan perjudicar en sus clubes, y me parece que debieran sacrificarse un poco más, como hacen otros que se entregan al ciento por ciento.
—¿Con qué uniforme te sentías más a gusto, con el de Holguín o el del Cuba?
—Con los dos daba la vida, inclusive arrastrando lesiones. Cuando fuimos campeones con Holguín eché el alma en cada juego, y cada vez que me ponía la casaca nacional hacía lo mismo.