LA HABANA, Cuba. – Ángel Bonne es uno de los artistas más versátiles de la música cubana. Ha integrado orquestas como Los Van Van y La Aragón, y ha actuado junto a varias de las más importantes cantantes cubanas, dígase Elena Burke u Omara Portuondo. Hijo del célebre Enrique Bonne, creador del ritmo pilón y autor de más de nueve discos, Ángel ha decidido extender su carrera más allá de la música bailable y espera poder actuar pronto en la Isla, aunque lamenta que no haya podido lograrlo. “Me encantaría trabajar en Cuba, pero no me ha sido posible”, dice en entrevista con CubaNet. 23k52
El cantante, de 63 años, reconoce que su padre, de 98, ha sido la más importante influencia en su carrera y comenta que todos los meses viaja a Santiago de Cuba para estar al tanto de su estado de salud, así como del de su madre, que con 94 años padece una enfermedad neurológica degenerativa. Enrique en 2022 sufrió un accidente que lo ha dejado en silla de ruedas.
“Mi papá es muy inquieto. No entiende que el momento ya pasó. Con más de 90 años se encaramó en un muro, se cayó y se hizo daño en la cervical; se lastimó la espalda. Después andaba con un bastón y se cayó en la casa. Nunca más ha vuelto a caminar. A partir de su caída voy todos los meses a Santiago. Mi mamá ha ido empeorando con su demencia senil. Afortunadamente, tengo personas que me ayudan. Mi papá tiene su mente clara y a veces da entrevistas y explica todo muy bien detallado”, señala el cantante.
―¿Cómo se siente en el momento actual de su carrera?
―Estoy muy lejos de lo que realmente he querido hacer. Mi meta es avanzar. Yo estudié Clarinete en la Escuela Nacional de Arte. Me gradué tocando el concierto para clarinete y orquesta de Mozart. Ya venía haciendo pininos con la flauta y el saxofón y con el tiempo me convertí en un saxofonista bastante respetado. Incluso, cuando vino a Cuba el percusionista brasileño Airto Moreira ―que es una leyenda― Arturo Sandoval me recomendó para tocar con él. Eso te da la medida de que yo era un saxofonista que había logrado colocarme, que había tocado con mucha gente aquí. Empecé por ahí y luego pasé a realizar orquestaciones. Llegué a ganar un Concurso Adolfo Guzmán con una orquestación de música bailable.
Yo tenía un problema para componer, que era mi padre. Él era un compositor legendario, un hombre cuya música fue grabada por Celia Cruz, Pacho Alonso, la orquesta Aragón, Johnny Ventura, Ismael Rivera… A mí me costaba un poco. Siempre pensaba que no podía hacerlo al nivel de mi papá y no podía hacerlo quedar mal. Un día Juan Formell me dijo que acabara de terminar una canción. Entonces se dio una circunstancia en Cancún y Los Van Van necesitaban que yo cantara y empecé a cantar y a tener éxito como intérprete. La vida me ha llevado de esa manera. Pero estoy seguro de que no estoy ni a la mitad del camino. Estoy lejos de lograr todo lo que he querido.
―¿Con qué géneros se siente más a gusto?
―He tocado muchos géneros. Lo primero que recuerdo es haber tocado a los cinco años los tambores con mi padre. Luego empecé a estudiar Clarinete y dejé el tambor porque a mí papá le dijeron que el tambor contraía las manos, los dedos, aunque me gustaba mucho. He tocado jazz, he sido músico de fusión, estuve en la formación de Santiago Feliú con Los Van Van. Eventualmente trabajé con Alfredito Rodríguez, Omara Portuondo, Elena Burke y su hija Malena. Tengo nueve discos; los últimos cuatro no son de música bailable. No se trata de una renuncia a la música bailable cubana que es muy trascendente, pero sí es un poco el resumen de todas esas aristas de mi trabajo. Mi género preferido, en resumen, es la fusión de los géneros de la música cubana.
―¿Qué impacto tuvo la canción Amigos en su carrera?
―Amigos la escribió Gerardo Alfonso. La historia es que la madre de mi hijo, Dyelsi Jiménez, le pidió a Gerardo que le diera algunos discos de él. Y Gerardo le regaló el disco a orillas del mar. Cuando escuché la canción Amigos enseguida conecté con ella y le di otra visión. Para mayor sorpresa se convirtió en un fenómeno la canción porque recoge todas las enseñanzas y frustraciones de mi generación. La nostalgia que solemos tener las personas cuando alcanzamos determinada edad sobre los tiempos que quizá creemos que fueron los más felices. Eso nunca se va a saber, pero fueron tiempos de mucha alegría, de muchas ansias y deseos de vivir. Yo me sentí inmediatamente identificado con el tema y lo grabé en el disco Buscándote. Hay que significar que en el éxito del tema tuvo que ver mucho el video clip de Rudy Mora. Él se enamoró de la canción y con Orlando Cruzata se dió a la tarea de convocar a los grandes actores que salen en el video. El trabajo que hicieron desinteresadamente fue determinante para llamar la atención del público hacia la canción. El tema habla de los destinos de las personas. Bajo las circunstancias que fueran cada uno busca su camino y eso fue así siempre. En Cuba tiene mucha significación el tema de la migración, sobre todo en los últimos años, pero la canción va esencialmente sobre el destino. Me hubiera encantado escribirla.
―¿Cómo se siente con la salida de Cuba de tantos artistas y colegas?
―Siento mucho respeto porque las personas tienen derecho a elegir su camino y cómo afrontar el entorno que les circunda. No he vivido fuera de Cuba, pero sí he viajado una parte significativa del mundo. Me he encontrado muchas gentes pasando trabajo que aquí fueron artistas de cabecera y allá han tenido que dejar eso y dedicarse a otras actividades, que eso no los hace menos. Todo trabajo es válido siempre que sea honesto. Pero imagino que es muy duro dejar de ser lo que esencialmente eres. Tengo mucha gente que quiero mucho que ya no está en Cuba. En mi caso, nunca me ha gustado ser emigrante porque he visto cómo algunas personas han tenido que prescindir de sus sueños iniciales. Por otra parte, ya estoy viejo para eso. La decisión de emigrar hay que tomarla siendo joven, pero ser emigrante no me gusta. Aun así respeto mucho el valor de la gente que lo hace.
―¿Cómo es su relación con sus seguidores en la Isla?
―Ahora mismo en la Isla no me sigue nadie. Creo que he tenido un alejamiento de los escenarios por diversos motivos. No quise hacer más música bailable porque limitándome a hacer bailar a las personas se perdían muchas aristas de mi trabajo, de mis posibilidades como músico. Me hubiera gustado que hubiera una infraestructura para hacer conciertos de teatro, como en los años 80, cuando había presentaciones de cantautores. Ahora es muy difícil. No puedes contar con los músicos 100 por ciento como en aquella época porque tocan en varios lugares para mantener a su familia, hacer sus vidas, avanzar, mantenerse a flote. Afortunadamente, tengo un pequeño nicho internacional de trabajo, que es lo que me permite vivir. Los últimos cuatro o cinco discos que tengo los he hecho con mi propio dinero y se los he presentado a los sellos discográficos. A mí la música hace años desde el punto de vista discográfico no me da dinero. Ha sido una inversión, pero a mí lo que me gusta es hacer música y es lo que voy a estar haciendo hasta que me muera, aunque no me dé dinero. Yo empleo mi dinero en la música, que es lo que va a quedar al final, aunque mi intención no es morirme en los escenarios.
Ahora quiero hacer un concierto para presentar el disco Juntos, grabado con el sello discográfico Bis Music, pero se ha dificultado por varios motivos. Tengo a mis padres en Santiago de Cuba y voy todos los meses a verlos. Eso también me ha limitado un poco en asuntos de trabajo. En par de ocasiones he tenido planes de trabajo y ha pasado algo con los viejos en Santiago y he tenido que suspender.
―¿Cómo recibió la noticia de la inclusión de su tema Yo te agradezco en la serie británica The Riveras?
―El tema me trajo una gran sorpresa. En un momento dado lo toqué en vivo, pero sin muchas pretensiones. Me sorprendió mucho cuando el editor de uno de mis temas me dijo que la canción estaba en la serie The Riveras. Eso me hizo muy feliz. Siempre digo que uno hace la música en la soledad de una habitación y cuando la graba no sabe adónde puede ir a parar. Puede no suceder nada. Pero también puede adquirir otro camino.
―Durante los últimos tiempos hemos visto a grandes músicos que, por su precaria situación, han tenido que pedir ayuda en las redes sociales…
―El caso que vi fue el de Changuito y es realmente lamentable. Yo conozco bien a Changuito, fuimos compañeros de trabajo. Es un genio de la percusión. Creo que una vez que murió su esposa, que era la columna vertebral de esa familia, todo se desajustó. En primera instancia lamenté mucho su situación. No sé si en vez de poner en las redes sociales su problema lo que debieron hacer fue llamar directamente a las instituciones. Lo primero que debieron hacer los hijos es hablar con las instituciones. Según conozco, se enteraron de esa situación por las redes sociales. También es cierto que a veces las instituciones no te hacen mucho caso. Ni Changuito ni nadie debería verse en una situación tan triste.
―¿De su etapa con Los Van Van qué lo marcó en mayor medida?
―Haber trabajado con Juan Formell me marcó como compositor. Por ejemplo, yo observé que Formell a los bailes llevaba un orden escrito. Lo llevaba como si fuera un concierto en el Carnegie Hall de Nueva York. Lo hacía en el pueblo o el escenario más humilde. Ese respeto al público lo aprendí de él. Esos fueron detalles de la profesionalidad que aprendí de Formell. Fue una gran oportunidad cantar con la orquesta de música bailable más importante de Cuba de todos los tiempos y proyectar algunas de las canciones con esa agrupación.
La oportunidad de trabajar con Elena Burke y Omara Portuondo es otra de las cosas que te marcan para toda la vida. Yo recuerdo que en los años 80, siendo muy jovencito, me tropecé con Omara Portuondo; ella terminaba de cantar en El Capri e iba para el Pico Blanco a cantar con César Portillo. También veías a Elena Burke cantando en el Sherezada y salías de ahí para Las Cañitas del Habana Libre. Eran artistas que cantaban varias veces en el día y se paraban en el escenario como si fuera su casa. Eso fue un gran aprendizaje. Elena ensayaba muchísimo. Ella se peleó con un guitarrista una vez porque el hombre estaba cansado y no quería ensayar.
―¿Cuál es la mayor enseñanza de su padre?
―Mi padre me sigue enseñando. A sus 98 años sigue dándome enseñanzas de fuerza de voluntad y ganas de vivir. La lección más grande ha sido la disciplina. Me mostró que esto es un camino largo, complejo, que mientras más te enfoques y disciplines mejor te va a ir. La gente, cuando se refiere al éxito, alude a la popularidad, la economía, a las grandes sumas de dinero, a la fama. Pero el éxito real es poderte dedicar a lo que te gusta. Yo puedo llenarme la boca para decir que me he dedicado a lo que me gusta, que es lo más importante. Lograrlo ha sido a golpe de mucha disciplina y mucho rigor. Eso me lo enseñó mi papá.
―Celia Cruz grabó la canción de su padre Llegó la zafra. ¿Pudo conocerla?
―Yo no tuve el gusto de conocer a Celia. Hubo una ocasión en que Los Van Van se tropezaron con ella y yo no estaba presente. Fue Pupy [César Pupy Pedroso] quien conversó con Celia y le dijo que estaba muy agradecido de que ella hubiera decidido grabar Azúcar, un tema que yo coloqué con Los Van Van. Ella le cambió el texto y Pupy le habló de eso. Ella le dijo que no lo iba a cantar en una discoteca, que quiso darle una visión más amplia al tema. Para cambiarle el texto y hacer todo su trabajo, Celia tuvo que dispararse mi voz, escucharme cantar, y eso me pone muy orgulloso. Es un gran orgullo haber pasado por los oídos de la más grande sonera del mundo, Celia Cruz.
―¿Cómo cree que ha afectado la censura la obra de Celia en Cuba?
―Son errores que se han cometido, que también son coyunturales. No es correcto que yo hable sobre el tema porque no tengo la información sobre lo que llevó a eso, pero en cualquier caso nos la perdimos. Nosotros nos perdimos tantos años de disfrutar del talento de Celia, que nació en Cuba, justamente en el barrio donde vivo. Acabo de comprarme un apartamento en Santo Suárez, que es el barrio donde nació Celia. Es algo que lamentablemente nos perdimos, pero ya no tiene solución. Lo que nos queda es disfrutar de lo que dejó hecho, que por suerte fue mucha música. Y sentirnos orgullosos de que representó a la música cubana y a los cubanos todos en el mundo entero.
―¿Podemos decir que usted se encuentra en un proceso de renovación?
―La palabra renovación implicaría cambio, pero más bien estoy en un proceso de ir hacia delante. He ido llegando a conclusiones. Sentí que dedicarme solo a un género me limitaba: necesito más que hacer música bailable, aunque reitero que esto es muy trascendente en Cuba. Hay una sola vida. Es igual que cuando la gente me pregunta sobre mi salida de Los Van Van, pero es que yo tenía otras intenciones, planes, inquietudes. Estoy en el camino. Nada más. Quiero sorprenderme con nueva música y ser feliz.
―¿Tiene algún nuevo proyecto en la actualidad?
―Acabo de terminar una canción que me solicitó el maestro Joaquín Betancourt que está relacionada con el aniversario de La Habana. Me hace muy feliz poder expresar mi sentir por la ciudad. Yo nací en Santiago de Cuba, pero La Habana ha sido trascendental en mi vida a nivel profesional y personal. Estoy terminando el arreglo de un tema nuevo que puede ser el primer paso del próximo disco y tengo conciertos en Chile y en Madrid, pronto. Mi otra casa es Cali, Colombia; también tengo trabajos ahí. Como dije, me encantaría trabajar en Cuba, pero no me ha sido posible.