LA HABANA, Cuba. – Desde 1959 a la fecha el régimen castrista no ha dado tregua en sus constantes descalificaciones contra el sistema educacional existente en los años de la República ―y, para el caso, contra todas las esferas de nuestra sociedad de entonces―, cuando en realidad han sido su incompetencia, sus desmanes y su desidia los que han llevado a nuestro pueblo a la pobreza, el abandono, el adoctrinamiento y la destrucción. 2m2126
Al totalitarismo castrista se debe que hoy seamos una sociedad marcada ―en términos generales― tanto por miserias materiales y humanas como por la pérdida casi absoluta de un sinfín de valores morales. No podría ser de otro modo, cuando una de las primeras medidas implantadas por el gobierno revolucionario fue nacionalizar el sector de la Educación. Al absorber las escuelas privadas y eliminar la autonomía universitaria, Fidel Castro se aseguraba el control absoluto de uno de los sectores cruciales en una sociedad, pues de él depende estrechamente la formación de sus ciudadanos.
Es así cómo la educación de nuestros niños y jóvenes quedó totalmente a merced del Estado, secuestrado a su vez por el flamante caudillo. A continuación, numerosos pedagogos estigmatizados por el nuevo régimen como “no idóneos” fueron separados de sus puestos y sustituidos por principiantes con cierta vocación, nadie lo duda, pero carentes de la preparación imprescindible para ejercer la profesión con éxito. Total, cortando ramas se aprende a podar. Por cierto que esa lamentable circunstancia ha tendido a repetirse periódicamente, ora por renuncias o despidos masivos, ora por éxodos…, bueno, ídem. Con la desventaja de que cada nueva hornada de “educadores” sustitutos ha recibido una formación más precaria que sus predecesores. El programa de enseñanza también ha sufrido los embates del totalitarismo: ha sido víctima de drásticas y graduales reducciones a través de los años, al punto que de seguir a ese ritmo dentro de poco apenas se enseñarán el alfabeto, el asalto al cuartel Moncada y las cuatro reglas.
Y en la misma medida en que han ido mermando los contenidos ha ganado terreno vertiginosamente el adoctrinamiento infantil, de manera que en los centros de enseñanza “revolucionarios” en lugar de inculcarles a nuestros hijos el amor y el respeto al prójimo se les convierte en individuos agresivos e insolentes. Para lograrlo, durante años el gobierno castrista ha utilizado a nuestros niños y adolescentes en eventos políticos sin que los padres podamos hacer mucho por evitarlo. En las escuelas primarias se ha repetido a diario curso tras curso el funesto “Pioneros por el comunismo, ¡seremos como el Che!”. Escolares de toda la Isla son obligados a participar en oprobiosos actos de repudio contra opositores pacíficos y activistas de derechos humanos, como ha ocurrido recientemente contra la familia del ex preso político del grupo de los 75 y coordinador de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) José Daniel Ferrer.
Las enseñanzas martianas, tan presentes en las escuelas cubanas antes de 1959 para conocer el ejemplo de la vida y pensamiento del Apóstol, hoy están ausentes de nuestras aulas. En lugar de ello, bajo el engañoso nombre de Educación Cívica los alumnos son aleccionados en la subordinación absoluta a las organizaciones políticas, especialmente al Partido Comunista, único legal en el país.
La persecución religiosa ha sido otro de los crímenes que han tenido que sufrir los educandos cubanos, junto con los hijos de opositores y presos políticos. En este sentido, la misma escuela que debe formar hombres y mujeres con valores éticos y morales ha forzado a muchos de estos jóvenes a mentir si aspiran a ingresar en la enseñanza superior, pues el gobierno comunista no nos permite olvidar que “la universidad es para los revolucionarios”.
Hoy nuestras escuelas atraviesan sus peores momentos, no solo por la considerable escasez de maestros sino también por la falta de mantenimiento que acusan las instalaciones. Con tal de aliviar en lo posible el martirio de sus hijos, son los padres quienes no tienen más remedio que comprar bombillos, interruptores, equipos de limpieza, ventiladores, arreglar servicios sanitarios, ventanas, paredes, techos, y todo cuanto el inmueble requiera para ser medianamente funcional.
Y luego está la gota que viene a colmar el vaso de las calamidades acumuladas: los apagones. La interrupción del servicio eléctrico durante 20 horas o más, combinada con los intensos calores de nuestro recrudecido verano, impiden a pequeños y adultos disfrutar de un descanso reparador. A ello hay que sumarle la frecuente escasez de pan y leche, imprescindibles en un desayuno cubano pues en la isla, gracias a los Castro, no hay muchas opciones para poner en la mesa. Todo ello incide negativamente en el rendimiento escolar, no digamos ya en la asistencia a clases.
Y mientras el nivel educacional y cultural de los cubanos del futuro desciende en picada, el castrismo se regocija en sus “logros”. Al fin y al cabo, mientras más vacía la mente, más manipulable el individuo. Y en ello radica, nadie lo dude, la longevidad del régimen.