LA HABANA.- No sé cuántos sean creo los cubanos, en la isla o radicados en el exterior, que apoyen la petición al gobierno norteamericano del congresista cubano-americano Carlos Giménez para que suspenda el envío de remesas y los vuelos de Estados Unidos a Cuba. 183670
Tales medidas, si bien cortarían la más importante fuente de ingreso de divisa que tiene la dictadura castrista en su momento más crítico, también significarían más dolor y privaciones para las familias cubanas. Sería una cura de caballo, como se dice en los campos de Cuba, que, aunque extrema y quizá eficaz, aumentaría el martirio de separación y miseria que han sufrido los cubanos en estas seis décadas de tiranía comunista.
Los cubanos dentro de la isla son rehenes de la dictadura, que chantajea a sus familiares en el exterior obligándoles a que paguen en dólares a cambio de que no mueran por hambre y falta de medicinas.
Resistirse a ese chantaje es un muy duro dilema. Para algunos son insuficientes todas las sanciones contra el régimen, aunque terminen perjudicando más al pueblo que a los mandamases. Hay quienes consideran que si afectan a sus compatriotas en Cuba, si aumentan sus privaciones y sufrimientos, se lo merecen por no haber hecho lo suficiente para quitarse de encima a la dictadura.
Son esos que dicen que todo lo que estamos pasando en Cuba, aun las mayores penalidades, las merecemos por sumisos y aguantones. Como si el régimen no hubiera vuelto a encontrar resistencia en Cuba luego de que fueran aplastados los últimos alzados del Escambray. Como si no hubieran existido un movimiento de derechos humanos, decenas de grupos opositores, el Movimiento Cristiano Liberación, el Proyecto Varela, las Damas de Blanco, la UNPACU, el periodismo independiente, las protestas del 11y 12 de julio de 2021. Como si muchos millares de cubanos no hubiesen pasado por las mazmorras del castrismo (son más de mil ahora mismo), y muchos no hubiesen muerto en ellas por disentir y oponerse al régimen; y a pesar de eso, no cesa el activismo opositor ni las protestas en las calles.
Paradójicamente, algunas de esas personas que hoy son tan radicalmente anticastristas, cuando vivían en Cuba, estaban integrados al CDR y la CTC, acudían a cuanta marcha los convocaran, no querían saber nada de disidentes y acataban absoluta y disciplinadamente, sin chistar, todas las tareas y ordenanzas del régimen. Parece que piensan que irse de Cuba cambia y hace diferentes y mejores a las personas. Incluso a los esbirros comunistas que han desertado y se han ido a los Estados Unidos y que ahora temen ser deportados.
Se entiende que muchos de los que están en contra de los viajes y las remesas se fueron hace muchos años y no les queda familia en Cuba. A muchos les robaron sus propiedades, estuvieron en prisión, les fusilaron a familiares y amigos…Uno puede entender su dolor, su justo resentimiento contra el régimen, pero también pensemos en sus compatriotas que poco pueden hacer por sí solos para librarse de una dictadura que ha demostrado estar dispuesta a todo por mantenerse aferrada al poder.
Que les pregunten si comparten esa posición radical respecto a las remesas y los vuelos, a los que tienen en Cuba a sus padres, abuelos, e hijos. ¿Están dispuestos a no poder visitarlos y que pasen hambre y se enfermen, y hasta mueran, con tal de que ni uno solo de los dólares que les envían o gastan en sus viajes vaya a parar a las arcas de la dictadura?
Esos probablemente buscarán, como han hecho antes, el modo de evadir nuevas sanciones para poder ayudar económicamente a sus familias y enviar remesas.
Mientras tanto, la dictadura, instigadora del odio y la exclusión, culpable de la separación de las familias durante décadas, la que pedía que se cortaran toda relación con los que se iban del país, ahora cínica e hipócritamente, con un ridículo ropón bienhechor, intenta proclamarse la abanderada del mantenimiento de los lazos familiares. Todo con tal de poder seguir exprimiendo a la emigración y succionando los dólares que tanto necesitan.
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