LA HABANA, Cuba.- Este miércoles he vuelto a recordar a un gran cubano, que fue no sólo mi hermano de causa, sino también un gran amigo personal. Me refiero a Félix Antonio Bonne Carcassés, quien fuera profesor titular del Instituto Superior Politécnico “José Antonio Echeverría” (ISPJAE, aunque a menudo se utilicen las siglas CUJAE, que en puridad se refieren a la Ciudad Universitaria; es decir, a las edificaciones). 1m6t4z
En varias ocasiones, Bonne me habló del “acto de repudio” que los castrocomunistas orquestaron contra él tras firmar una solicitud de cambios democráticos en Cuba. Con ese fin lo citaron a la CUJAE para “recoger su baja”. El trámite oficinesco fue aprovechado para congregar a sus estudiantes (¡los mismos que él había estado formando e instruyendo durante meses o años!) para que le gritaran todo género de improperios.
“Pero no fue eso lo que más me dolió”, me comentaba mi gran amigo. Realizado el trámite burocrático y consumado el “acto de repudio”, Bonne, al descender a la planta baja, coincidió en un área del edificio con varios de los alumnos suyos que se habían prestado para la infame escenificación. Fue en esa ocasión que algunos de ellos, con el aire de adolescentes que han hecho una maldad, se le acercaron y le comentaron: “Profe, no se moleste por eso que acaba de pasar…; teníamos que hacerlo, porque si no, podíamos buscarnos todo tipo de problemas…”. La anécdota refleja a la perfección el daño antropológico ocasionado por el castrismo.
Estas remembranzas vienen al caso ahora, tras el brutal aumento de tarifas recién anunciado por la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba, S.A. (el monopolio ETECSA). Porque precisamente los estudiantes del ISPJAE (¡no los mismos del “acto de repudio” a Bonne, claro!, sino otros de esta época, que son distintos, pero han recibido análoga formación) se han destacado en su oposición al brutal “Tarifazo”.
Como señala un titular de este martes de CiberCuba: “Estudiantes de la CUJAE se plantan ante ETECSA: Exigen otras soluciones y respeto al pueblo cubano”. La información se hace eco de un documento conjunto emitido por “el Consejo de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y el Comité de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC)”.
El rechazo, desde luego, no ha quedado circunscrito al centro de estudios de ingeniería. Aquí mismo en CubaNet, un titular de este miércoles comunica: “Estudiantes de la UH no dan marcha atrás: ‘Vamos a seguir convocando a la no asistencia a clases’”. Y en otra información del mismo día 4: “‘Paro académico indefinido’: Aumentan protestas universitarias por tarifazo de ETECSA”.
Los análisis críticos han menudeado en la prensa independiente: La colega Yoani Sánchez, en un texto publicado en 14yMedio el martes, se pregunta “por qué la subida de los precios del a internet ha logrado movilizar a la ciudadanía como no lo han hecho los largos cortes eléctricos o la insignificancia de los sueldos”. Ella misma responde: “El a la web se ha convertido en un bálsamo y en un camino de evasión de la crisis diaria. Gracias a la conectividad, los cubanos se sienten ciudadanos del mundo. Les ayuda a creer que hay esperanzas”.
En otro texto anterior, publicado en Diario de Cuba, Juan Antonio Blanco califica al monopolio ETECSA de “cancerbera oficial del siglo XXI en Cuba”. El prominente intelectual especula: “Internet encierra el potencial para rescatar —sin repatriarse físicamente— a mucho del capital humano que emigró de Cuba en estas seis décadas”.
Y prosigue: “Una infraestructura moderna de internet e información digital también abriría las puertas a la exportación de capital humano desde la Isla al exterior sin necesidad de emigrar”. Y saca su conclusión: “Los que mandan en Cuba nunca van a permitir que las nuevas tecnologías traigan a la sociedad libertad, prosperidad y riquezas”. En ese contexto, afirma, “ETECSA es el cancerbero encargado por ellos de mantener las verjas del futuro bien cerradas”.
En el plano personal, toda esta problemática del a internet y el desmedido aumento de las tarifas me lleva a cuestionar determinadas peculiaridades de la modalidad castrista del socialismo burocrático que padecemos en Cuba. Esto, a su vez, nos conduce a constatar hasta qué extremos son anormales, en ese aspecto, las circunstancias de nuestra Isla.
Me explico: Se supone que, en este tipo de regímenes, el Estado, convertido en una especie de Leviatán, controla toda la vida de la sociedad. “Todo es de todos”, se afirma. Y en ese escenario, se supone que los burócratas que encabezan las distintas ramas de la vida económica y social actúan en beneficio de todos los ciudadanos, y velan por sus intereses.
Pero ese no puede ser, como resulta obvio, el caso de ETECSA. Estamos hablando, sí, de un monopolio, pero no de uno estatal. Como lo indican con claridad las iniciales SA que cierran el acrónimo, se trata de una sociedad anónima; o sea, de una empresa privada. ¿Quiénes la integran? Por supuesto que todos abrigamos nuestras sospechas al respecto, aunque ese dato no ha recibido amplia divulgación.
Pero más allá de los nombres de los privilegiados que se beneficien en los millonarios repartos de dividendos, lo esencial es que se trata de una entidad privada. En cualquier país normal, se supone que, ante una subida de precios tan brutal como la de ahora, las autoridades gubernamentales intervengan para terciar en el conflicto y eliminar cualquier exceso que haya podido producirse por parte de la compañía privada.
Esto ha brillado por su ausencia en el actual escándalo. Se han sucedido, un día sí y el siguiente también, las comparecencias públicas. En ellas participan ejecutivos de ETECSA junto con altos funcionarios gubernamentales. Los cargos son diferentes, pero el discurso es uno solo. Uno escucha a esos individuos y, si no se ha estado atento a qué entidad representa cada quién, le resultaría imposible colegirlo de sus dichos. Es —insisto— una prueba adicional de la anormalidad extrema en la que vive esta isla en la que nos tocó nacer.
Es natural que, desde la prensa independiente, se preste especial atención a sucesos como los relacionados con las protestas formuladas contra el “Tarifazo” por los ciudadanos en general, y en particular por los estudiantes universitarios. Desde luego que se trata de acontecimientos inusuales, que concitan asombro y esperanzas.
Porque, desde las filas del oficialismo, se ha dicho y repetido que “la Universidad es de los revolucionarios” (lo que, en la neolengua castrista, quiere decir que es de los gobiernistas). En ese contexto, la emisión de documentos de inconformidad con decisiones del régimen o los anuncios de sentadas o de inasistencias masivas a clases, provenientes de ese sector del mundo oficialista, no pueden menos que despertar el natural pasmo.
Cualquier desencuentro —siquiera parcial— entre régimen y estudiantado es digno de la mayor atención. Pero no se piense que del lado oficialista hay unanimidad de criterios. Por el momento parece que es así, ya que las contradicciones en el bando castrista no han comenzado a traslucirse. ¡Pero nadie dude que ellas estén ahí!
¡Es imposible que no las haya! Porque no todos están de acuerdo en que un monopolio privado multiplique por más de 12 sus tarifas, ni con que lo haga con el respaldo del “Estado socialista”. Y, ante la situación calamitosa que se observa en todos los campos de la vida nacional, es inevitable que sea cada vez mayor el número de quienes, en el campo del Gobierno, lleguen a la amarga conclusión de que, si se hizo una revolución, no fue para caer en la actual catástrofe…
Insisto en que, por el momento, no se observan esas rajaduras internas. Pero abrigo la esperanza de que no pase demasiado tiempo hasta que ellas se hagan visibles, se produzcan cambios en la dirigencia castrocomunista y surjan posibilidades para que nuestra Cuba comience a transitar nuevos caminos.