LA HABANA.- Han transcurrido tres meses desde que el régimen anunciara la excarcelación anticipada de 553 personas sancionadas por diversos delitos, en el marco de un acuerdo entre las autoridades cubanas y el gobierno del entonces presidente Joe Biden, con la mediación del Vaticano. El proceso, que concluyó a mediados de marzo, benefició solamente a doscientos presos políticos, de los más de mil contabilizados por organizaciones independientes. Los líderes opositores José Daniel Ferrer y Félix Navarro fueron alcanzados por la medida que, según precisaron funcionarios del Tribunal Supremo Popular, podía ser revocada en cualquier momento si los excarcelados no cumplían con los requisitos exigidos. 522jr
Aquella victoria pírrica que de la sociedad civil celebraron porque siempre es mejor una liberación parcial que permanecer tras las rejas, demostró su fragilidad en las últimas horas con los arrestos de Ferrer y Navarro, por supuestamente incumplir las condiciones establecidas para su excarcelación, según palabras de Maricela Sosa Ravelo, vicepresidenta del Supremo. Las aludidas condiciones estuvieron, desde el inicio, reñidas con la incansable labor de José Daniel Ferrer en favor de cientos de desamparados que malviven en las calles de Santiago de Cuba, y con el activismo pacífico de Félix Navarro, hombre muy respetado en su comunidad, esposo de la Dama de Blanco Sonia Álvarez y padre de la presa política Sayli Navarro.
La revocación de la libertad condicional a ambos líderes se produce en un contexto de elevada tensión, a solo horas de la marcha convocada para celebrar el primero de mayo. El malestar popular está siendo frenado a base de miedo y represión, mientras la crisis empeora y complica la existencia hasta extremos inhumanos, por ende, inaceptables.
Tanto Navarro como Ferrer fueron a prisión durante la Primavera Negra y tras las protestas del 11 de julio de 2021. Ninguno de los dos se ha plegado a la voluntad del régimen, ni aceptado cooperar con la policía política, ni elegido el destierro para librarse del ensañamiento. Ambos decidieron quedarse, aferrándose a la ilusión de recuperar el país y contribuir a la restauración de la democracia perdida hace más de setenta años.
Hoy la dictadura los devuelve a prisión porque saben que, en el actual escenario, un líder puede marcar la diferencia en una sociedad civil que no ha conseguido articularse para emprender la lucha decisiva. Lo hace con total impunidad a pocos días de la muerte del papa Francisco, que se llevó a su tumba, en la Basílica de Santa María la Mayor, el cuento chino de que las negociaciones con regímenes totalitarios pueden dar frutos. Lo hacen, igualmente, ante la indiferencia de la Unión Europea, demasiado ocupada con el misterioso apagón acontecido el lunes como para pensar en el Acuerdo de Diálogo Político que contribuye a financiar la represión de un pueblo al que han despojado de derechos que los parlamentarios europeos consideran inalienables. Lo hacen bajo las narices de la istración Trump, que no se decide a dar el golpe mortal a GAESA porque los abusos denunciados ocurren ante la mirada de un pueblo vergonzosamente pasivo que sigue esperando, en tanto muere de inanición y enfermedades tratables, a que vengan otros a dinamitar sus cadenas.
Poco importa que el régimen tenga miedo si mayor es el miedo de los cubanos, que ya no aguantamos más, pero seguimos aguantando y permitiendo, entre otras crueldades, que una madre anciana, vencida por un cáncer en fase terminal, pida ver a su hijo, preso por salir a protestar contra los apagones en el municipio de Encrucijada, una última vez antes de morir, y reciba una respuesta que da la justa medida de la brutalidad de los carceleros, que es la brutalidad de la dictadura.
José Gabriel Barrenechea, como Ferrer, Navarro y otros novecientos presos políticos, se llevan la peor parte en el tira y jala más repugnante que pueda concebirse en política: el canje de seres humanos por beneficios económicos. Son moneda de cambio para un poder acorralado entre deudas millonarias, una crisis energética que no se va a resolver con es solares, y el derrumbe de su credibilidad dentro y fuera de las fronteras domésticas. La misma vieja fórmula que sigue dando resultado porque si bien algunos factores cambian cada cierto tiempo, la variable fundamental permanece inalterable, o se mueve muy poco.
El regreso a prisión de José Daniel Ferrer y Félix Navarro funciona, además, como escarmiento para los otros presos políticos que fueron excarcelados, algunos de los cuales están siendo presionados por la seguridad del estado para que hagan las veces de informantes, mientras otros son amenazados con volver al encierro si manifiestan el menor síntoma de inconformidad con la situación del país.
Estas acciones represivas evidencian que al papa Bergoglio le dieron gato por liebre a pesar de su simpatía expresa hacia los Castro, y corrobora lo que hasta el cansancio ha defendido un segmento de la oposición que, convenientemente, muchos tildan de radical: lo único que valdría la pena negociar con el régimen cubano, es su salida inmediata del poder.