PUERTO PADRE, Cuba. – Cumpliendo órdenes del almirante Doenitz, sucesor de Hitler, el 7 de mayo de 1945 se presentó el mariscal Jodl en el cuartel general de los ejércitos aliados al mando del general Eisenhower, en Reims. Jodl, acompañado del almirante Friedeberg y del mayor Oxenius, venía a firmar el acta de rendición de Alemania. Así, a la media noche del siguiente día en Europa concluía la II Guerra Mundial, iniciada el 1º de septiembre de 1939. A causa del conflicto perdieron la vida millones de personas y fueron destruidas ciudades e industrias. 2j432h
Ahora alguien se preguntará por qué Doenitz hizo ir al mariscal Jodl a Reims, a firmar la rendición al cuartel general de los ejércitos aliados en lugar de hacerlo en el mismo Berlín, ante el mariscal Shukov, como exigió Stalin y de hecho se hizo, cual escena de teatro (una “segunda rendición”, el 9 de mayo, que marca para los exsoviéticos el llamado “Día de la Victoria”).
Respondiendo esa interrogante, ocurrirían “dos milagros”, según diría el propio general Eisenhower, para llevar el 7 de mayo de 1945 al mariscal Jodl a la rendición en Reims y no en Berlín, a punto de ser tomada por las fuerzas del mariscal Shukov. Tales “milagros” fueron: en primer lugar, el hecho de haberse convertido Estados Unidos en el arsenal victorioso de la democracia, con un poderío militar sin precedentes en armas, municiones, medios de transporte y logística en general.
La segunda razón por la que Alemania capitula ante los ejércitos aliados dirigidos por Eisenhower, haciendo ir ante él y no ante Shukov al mariscal Jodl, es, inobjetablemente, por el desarrollo político-militar estadounidense, cercano a la perfección, que lo llevó a un liderazgo natural y no impuesto de la dirección operativa de las fuerzas aliadas, consiguiendo así consenso en intereses políticos, económicos y militares, incluso, cuando existieron opiniones divergentes en importantes líderes, ya fueran políticos o en las mismas fuerzas armadas.
Tal liderazgo fue posible por la transformación de Estados Unidos a partir de 1939, pasando de ser un país con un sistema de defensa inadecuado en correspondencia con su territorio, población y economía, a ser una nación con un poder sin paralelos en el combate. En un período de solo tres años y medio, la nación estadounidense produjo la maquinaria combatiente que desempeñó un importante papel en la derrota de Alemania y demás países del eje fascista. Obsérvese que esto ocurre cuando Estados Unidos solo estaba librando una guerra contra el imperio japonés. No resulta extraño entonces que para abastecer los ejércitos aliados, se trajera gasolina y petróleo al continente europeo por medio de tuberías flexibles tendidas bajo el Canal de la Mancha, y, que de las playas, el combustible fuera bombeado hacia delante, hacia las unidades de logística a través de tuberías tendidas sobre el terreno.
Según el general Eisenhower, los mariscales y generales del ejército ruso, incluido el mismo Stalin, le pedían que les explicara las disposiciones de abastecimiento que permitieron a los ejércitos estadounidenses y los aliados la gran marcha desde la constreñida cabeza de playa en Normandía hasta cubrir en un rápido avance toda Francia, Bélgica y Luxemburgo, hasta las fronteras mismas de Alemania. “Sugirieron ellos que de todas las proezas espectaculares de la guerra, incluyendo las suyas propias, los éxitos aliados en el aprovisionamiento de la persecución del enemigo por Francia, pasaría a la historia como la más asombrosa”, recuerda Eisenhower en su libro Cruzada en Europa.
Aunque transcurridos ya 80 años de finalizada la II Guerra Mundial el 8 de mayo de 1945, con la capitulación de Alemania, todavía hay quienes se empeñan, como Putin y sus invitados en Moscú por estos días, en glorificar la escenografía de Stalin, tan genocida como la de Hitler.