junio 5, 2025 46x1g

Hotel Telégrafo, por el mismo camino trágico del Saratoga 6v3x1x

Similar al hotel Saratoga, el hotel Telégrafo, se abastece de gas licuado mediante pipas y los vecinos denuncian el peligro
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Collage: Cubanet

LA HABANA.-Los vecinos de los edificios colindantes con el hotel Telégrafo están aterrados. La célebre esquina de Prado y Neptuno donde se ubica la instalación pudiera ser una bomba de tiempo y las autoridades del Gobierno, la gerencia del hotel, e incluso la policía, que conocen de las quejas reiteradas de los pobladores, no hacen nada para dar solución al asunto. Ni siquiera intentan calmar los miedos de quienes llevan tiempo advirtiendo del peligro que corren. 4x3q64

Muchos padecen el trauma de haber sido testigos presenciales de lo sucedido con el hotel Saratoga el 6 de mayo de 2022 cuando, de acuerdo con la “versión oficial” del momento —no confirmada por los reportes de una investigación pericial aún sin publicar— un error humano durante el trasiego de gas licuado desde un carro cisterna de la empresa estatal CUPET a los depósitos del lugar fue la causa de una potente explosión que afectó a varios edificios en las cercanías, dejando decenas de muertos y heridos entre trabajadores del hotel, residentes de la zona y transeúntes.

Ha pasado poco más de dos años y no se va el miedo a que se repita la tragedia en esa misma calle Prado, que algunos llamaron en el pasado reciente —en medio del boom turístico que acompañó a la política de deshielo diplomático de Barack Obama—, “el circuito de lujo” de La Habana. Sin embargo, pronto bien pudiera ser nombrado como la “ruta del terror” si los vaticinios de quienes denuncian una potencial explosión por negligencia, por abandono y posiblemente por corrupción  se llegaran a hacer realidad.

Similar al hotel Saratoga, el hotel Telégrafo —propiedad de la empresa militar Gaviota S.A. y gestionado por el grupo Axel desde marzo de 2022—, se abastece de gas licuado mediante pipas y, aunque a diferencia del primero tiene los principales depósitos en el sótano y no en la azotea. El serviciado del combustible se realiza desde la vía pública, incluso con muchos más riesgos puesto que supone la total obstrucción de un pequeño callejón lateral que a su vez sirve de parqueo a motorinas eléctricas, así como a vehículos de gasolina.

“La pipa (de gas licuado) llega y sin más comienza a bombear el gas sin quitar las motos. El día que menos (motos) hay son más de seis alrededor del camión”, alega Pedro Luis Abella, vecino que ha denunciado la situación desde hace años pero que aún sigue sin recibir respuestas.

La pipa descarga gas con las motos próximas

“He intentado hablar con el gerente (del hotel) pero es imposible, y es que ahí parquean los trabajadores y todo el que llega, encienden las motos y los carros al lado de la pipa mientras está abasteciendo, con la cantidad de incendios que ha habido con esas motos y nadie hace nada”, dice Pedro Luis, y agrega: “Hemos ido a la policía, hemos hablado con la gente del Gobierno (municipal), hemos escrito cartas y nada (…). Cuando hablamos con los custodios del parqueo se nos ríen en la cara, nos amenazan”.

“He optado por salir del edificio mientras está el camión (de gas licuado)”, nos cuenta Idalina Torres, vecina del lugar: “sé que eso no va a terminar bien. Si ocurre algo ese camión está atrapado entre las motos eléctricas y la piquera de taxis en la esquina. Los policías pasan y como si nada, porque en algo se benefician (…). Lo que pasa es que los custodios del hotel reciben dinero por el parqueo y por dejar a los taxistas hacer piquera, yo los he visto cobrando. (…) en ese lugar no se puede parquear, es un peligro. El olor a gas se siente y bien fuerte cuando el camión está ahí, y la gente fumando, pegando las motos al camión. Parece que lo del Saratoga no sirvió de experiencia a nadie”, acota Idalina mientras se lleva las manos a la cabeza mostrando el miedo con que vive a diario.

En las redes sociales abundan las denuncias de otros vecinos, además de los reclamos públicos rogando para que las autoridades tomen cartas en el asunto.

Desde su cuenta de Facebook, por ejemplo, Marvel Dovicioso persevera sin cansarse. Lleva varios meses lanzando su reclamo de auxilio urgente pero sin resultados, aún cuando ha acompañado sus quejas con imágenes que hablan por sí mismas de una tragedia a punto de estallar.

Señalización que prohibe el estacionamiento

Pero ni las autoridades ni la prensa del régimen parecen preocupadas, aún cuando en junio de 2022, a raíz de la explosión del hotel Saratoga, el Telégrafo fue cerrado a solo tres meses de su reapertura a bombo y platillo como el primer hotel LGBTI+ de La Habana.

En aquel momento se puso como pretexto para el cierre urgente unas “reparaciones” que “estaban programadas” —según reportes de prensa— pero la realidad, de acuerdo con declaraciones de trabajadores de la instalación, entrevistados por Cubanet, es que se había mandado a detener el abasto de gas licuado en la zona, haciendo imposible el servicio de cocinas, al mismo tiempo que se inspeccionaron a toda prisa las instalaciones y depósitos para detectar vulnerabilidades.

“Las instalaciones como tal parecen seguras, aunque sí se señaló el problema del abastecimiento desde la calle y la obligatoriedad de eliminar la zona de parqueo”, asegura Nirma, trabajadora del hotel Telégrafo que reconoce el peligro de usar para otros fines el emplazamiento donde se realiza el serviciado de combustible.

“Pero se abrió de nuevo sin resolver el problema señalado por los Bomberos y por CUPET. Solo vinieron de Tránsito a colocar una señal de prohibición de parqueo pero nadie la respeta (…). Es muy peligroso, es que los mismos trabajadores (del hotel) parquean aquí por no haber otro lugar para hacerlo. Se ha insistido en adquirir un local próximo para el parqueo, en uno de los tantos edificios derrumbados que hay en Neptuno pero después de las reuniones no pasa nada, y los custodios contentos porque ganan con eso”, comenta la empleada.

Autos estacionados cerca del hotel. Foto: cortesía del autor

Entrevistar a los directivos del Telégrafo ha sido imposible aún cuando, vía telefónica, se les ofreció hacerlo sin necesidad de revelar la identidad de las fuentes. No solo rechazan hablar con la prensa sino que hasta se niegan a recibir a los vecinos, los sacan a la fuerza de las instalaciones o les prohiben entrar, bajo el pretexto de estar espantando a los turistas, acusándolos de “alarmistas”, o bajo la amenaza de llamar a la policía, aún conociendo que presuntamente existe un dictamen de junio de 2022, del propio Ministerio del Interior, que no solo los obliga a eliminar la zona de parqueo sino que condiciona la reapertura y las operaciones a su estricto cumplimiento.

Pero “es un hotel militar”, nos recuerda un policía al que nos acercamos para preguntarle por qué no hacían cumplir dicha orden. “Esas denuncias no caminan porque es un hotel militar, y ellos hacen lo que quieren”, ha dicho el agente, sintiéndose en confianza con los vecinos, a los que conoce por sus reiteradas denuncias.

Igual era y sigue siendo militar el derrumbado hotel Saratoga que, a pesar de la crisis profunda que atraviesa la economía, está siendo reconstruido como si la miseria que afecta al país les fuese ajena. Tanto así como han sido ajenos los militares a los reclamos por la más reciente tragedia ocurrida en Holguín, por causa de negligencias que dieron al traste con la vida de soldados casi niños.

Un recordatorio de que las tragedias en Cuba no son casualidad —y esto lo saben bien los vecinos del hotel Telégrafo, de ahí el terror con que viven— sino consecuencias del caos que se vive por estos tiempos en que una élite militar avariciosa ha secuestrado el poder.

Tanto la explosión del hotel Saratoga, como el incendio de los depósitos de combustible en Matanzas, en agosto de 2022; incluso la caída del avión de Global Air en mayo de 2018 —a pesar de los informes que recomendaban suspender las operaciones—, más una extensa lista de tragedias acaecidas en los últimos años, la gran mayoría pudieron haberse evitado con solo abandonar esa prepotencia que los hace sordos y ciegos, indiferentes, ante el sufrimiento de las personas.

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