Jineteras al son de los nuevos tiempos
Iván García, Cuba Press
LA HABANA, febrero - Uno de los sitios preferidos por las jineteras habaneras era el centro comercial del hotel Comodoro, en el reparto Miramar. Pero allí las tiendas han disminuido. Según una trabajadora del lugar, las principales clientas eran las jineteras, pero después
de las múltiples e intensas operaciones policiales para frenar el auge de la prostitución, éstas han puesto pies en polvorosa.
A partir de octubre de 1998 el gobierno trató de ponerle coto a la corrupción, el consumo y expendio de drogas y la prostitución que habían ido cercando La Habana nocturna. En ese mes echó a andar la "Operación Lacra". Las discotecas fueron
cerradas, cientos de prostitutas y proxenetas detenidos, desarticuladas casas de citas y ocupada cierta cantidad de estupefacientes.
"Mas no paramos", dice Lucy, de 17 años y mulata de ojos verdes. "Cambiamos de lugar: dejamos de merodear alrededor de hoteles y clubes. Ahora no es tan fácil identificarnos, pues dejamos a un lado la ropa ceñida y escotada. Muchas de nosotras se visten al
estilo ejecutivo, con juegos de saya y chaqueta. Otras prefieren confundirse con artistas, con largos vestidos, mochilas y sandalias, como si fueran a un concierto de Silvio Rodríguez".
Los disfraces para intentar despistar a la policía no ocultan la realidad: las autoridades han estado obrando en serio. Batallones especializados fueron destinados a la parte vieja de la ciudad, donde por la gran afluencia de turistas se movía una gran cantidad de prostitutas,
chulos y "pingueros" (jóvenes dedicados a la caza de homosexuales). La ofensiva fue más allá y abarcó también playas del Este de La Habana como Guanabo y Santa María.
Los fuertes operativos han obligado a las jineteras y otros que viven de su cuerpo a recoger velas. La policía ha lanzado ofensiva tras ofensiva. Una de ellas fue la denominada "Piraña" y estuvo dirigida contra las personas que deambulan por las calles a altas horas de
la noche, especialmente en lugares frecuentados por extranjeros. "Los que trabajan y estudian no pueden estar despiertos por la madrugada. A toda persona joven la paramos e indagamos qué hace a esa hora en la calle", aclaró un agente que pertenece a un cuerpo élite de
las fuerzas armadas, pero que durante 18 meses comenzó a prestar servicios en la policía.
A simple vista, las jineteras y los proxenetas se han replegado. Pero no han renunciado. Olga, de 22 años y una negra escultural, es una de las que todavía hace compras en el Comodoro. En la última gastó 200 dólares solamente en un jean Levi`s y unos tenis
Nike. A ella no le afecta saber que ese dinero representa en pesos el salario de dos años de trabajo de un profesional cubano. "Me entra fácil y fácil lo gasto", alardea.
Pese a la cruzada policial, Olga no ha perdido clientela. Para mantenerse "activa" le pidió a un amigo que reside en Europa que le colocara su dirección y datos en Internet. "Puso también una foto en colores de mi cara y otra de mi cuerpo, con una trusa como
la que usan las brasileñas". El efecto fue inmediato; apenas un mes después tocó a su puerta el primer cliente. Olga procede de una familia humilde, trabajadora y revolucionaria. Siempre fue buena estudiante y llegó hasta el tercer año de una carrera
universitaria, con excelentes notas. "Pero lo dejé todo para conseguir dólares para mí y los míos. Es más rentable ser jinetera que licenciada".
Niurka, de 35 años, blanca y rubia, sí la está pasando mal. "El 'yuma' que era mi novio me prometió matrimonio, pero cuando volvió a Cuba conoció a una más joven y me la dejó en la mano". El otro problema es su edad. Cuando ella
se arregla se quita diez años de encima, pero las malas noches han dejado huellas en su rostro. "A mí no me asusta la policía ...", dice, pero el llanto no la deja continuar hablando.
Las lágrimas le corren la pintura de los ojos y le devuelven su verdadera identidad: ajada, sufrida, manchada. No es la edad ni el embarque del novio foráneo los que han dañado su "profesión". "Es el SIDA, ese enemigo invisible. El que me ha invalidado.
No sé cuándo me llevará".
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