Tributo a José Miguel
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, marzo - Después de una ausencia de más de tres décadas, a todas luces involuntaria, desde el pasado año está de nuevo en su monumento el Mayor General y segundo presidente de la República José Miguel Gómez.
Este último domingo de febrero estuve a verlo. Ahí está. Su estatua es de bronce y de tamaño natural, y su pose es la del gran tribuno. Desde su pedestal, mirando hacia adelante, observa c[omo transita la vida en la calle G o Avenida de los Presidentes en la barriada
del Vedado.
No se sabe bien a quién hay que dar las gracias por su retorno: si al Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal o a Mijail Gorbachov, que se percató de lo que ha dicho el cómico cubano Guillermo Alvarez Guedes que es el comunismo y comenzó a desmantelarlo. De todas
formas, lo importante es que ese General, que estuvo en las tres guerras por la independencia de Cuba, está de nuevo en el monumento que le fue erigido en 1936.
Para algunos, José Miguel Gómez inauguró la época del caudillismo en Cuba. No creo eso ni por asomo. Ese vino de Europa con Cristóbal Colón en La Niña, La Pinta y La Santa María. El caudillismo me parece, en su parte oscura, hijo del
absolutismo aunque en algunas ocasiones puede ser una misma cosa. Esto, los cubanos lo sabemos bien porque lo estamos padeciendo.
El caudillismo que pudo tener José Miguel Gómez era muy benévolo. El nada más que estuvo en la presidencia del país de 1909 a 1913, y tenía la aureola de haber sido uno de los grandes hombres que llegó con vida al advenimiento de la República.
Eso quizás se debió a que conocía que el iluminismo había demostrado que el absolutismo no era un mal obligatorio, o a que las ideas y el ejemplo de la vida de José Martí aún estaban en el aire y se respiraban junto al agradable olor de república
recién inaugurada. Pero de todas formas fue uno de nuestros presidentes elegidos democráticamente y supo, también democráticamente, dejar el poder cuando terminó su período de mandato.
El era un liberal, y considero que los liberales -aunque los de esa época tenían bigotes y los de ahora no- son siempre los mismos. Por lo tanto los liberales cubanos actuales deberían rendirle tributo.
Creo además que es muy bueno que haya regresado, y que esté de pie en su monumento como especie de signo fálico de la República que fue inaugurada en 1902 y de la que trataron de borrar toda huella positiva a partir de la imposición del comunismo en Cuba.
Pero también, aunque sea en su tranquilidad de bronce, su presencia es positiva porque él -se diga lo que se diga- fue un civilista, y la sociedad cubana está más que urgida de ejemplos civilistas.
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