Un drama cubano
Lic. Oscar Espinosa Chepe, especial para la APIC
LA HABANA, marzo - La crisis cubana es multifacética en sus contradicciones y consecuencias, de las cuales una de las más penosas resulta la terrible situación por la que atraviesa la inmensa mayoría de los profesionales y técnicos.
Nadie puede negar los avances logrados en materia educacional por Cuba a partir de 1959. Primero fue la gigantesca campaña de alfabetización realizada con el apoyo y la participación de todo el pueblo. Después siguió la creación de centros de estudios
para todos los niveles a lo largo y ancho de la isla meta que, si bien fue posible alcanzar gracias a las enormes subvenciones extranjeras, resultó en la creación de un formidable ejército de técnicos de todas las especialidades compuesto también por miles de
graduados en las mejores escuelas técnicas y universidades del Este Europeo donde además hasta 1990 se recalificó periódicamente un alto porcentaje de la fuerza técnica nacional.
Esta realidad plantea una incógnita que para un observador no conocedor de la problemática cubana será de difícil solución. Pues, ¿cómo es posible que una sociedad con tal fuerza cultural y técnica, y que a su vez tuvo a su alcance todo tipo
de recursos haya obtenido tan pobres resultados económicos y tan reconocida ineficiencia productiva al punto de que no ha podido ni siquiera eliminar en treinta y ocho años el racionamiento de los productos esenciales a la población?
Una explicación a este fenómeno no es fácil. Todo el mundo conoce que la posesión de altos índices de capital humano y recursos materiales organizados convenientemente son elementos básicos para la prosperidad de las naciones.
La respuesta al enigma está en el sistema vigente que, al igual que en otros lugares, resulta incapaz de utilizar racionalmente los recursos, ya que sus limitaciones intrínsecas lo impiden siendo por naturaleza derrochador de riquezas tanto material como humana.
Este antinatural modelo cargado de centralización, contradicciones y dogmatismo, promovió el igualitarismo a doctrina oficial anulando la creatividad, la iniciativa y la motivación del individuo y convirtiendo la colectividad en un conglomerado gris y amorfo; una absoluta
negación de las teorías que se dicen sustentan al propio esquema.
Con la desaparición de las subvenciones la situación ha empeorado drásticamente. Al igualitarismo y la presión ideológica se ha añadido una inversión total de la pirámide social donde la retribución al trabajo nada tiene que ver con
el conocimiento y la calificación. Hoy no hay una sociedad en el mundo donde el principio del pago según el trabajo esté más adulterado. La Cuba de nuestros días presenta un escenario en el cual el salario del personal altamente calificado, llevado a dólares,
pocas veces alcanza o rebasa los quince dólares mensuales, sin perspectiva alguna de mejoría.
En esta frustrante realidad la fuga en masa hacia el exterior de profesionales es alarmante. La vía para "escapar" varía, pero el objetivo es el mismo para todos: encontrar un lugar donde sus conocimientos sean valorados adecuadamente y así poder vivir
decentemente.
Los que no consiguen marcharse, o no lo desean por distintas razones, según sus posibilidades en la mayoría dejan los mal remunerados empleos para ir en busca del preciado dólar en trabajos que en muchas ocasiones no tienen relación alguna con sus especialidades.
Así, puede verse a abogados, médicos, físicos, geólogos, economistas, en fin toda la gama de profesionales, desplazados a trabajos simples como jardineros, serenos, limpiapisos, maleteros, y otros, en las áreas donde circula el dólar, pues en estos
modestos oficios pueden obtener por las propinas u otros medios, algunas veces en un día, lo imposible de ganar en meses de duro trabajo como profesionales.
No es tan difícil suponer cómo pueden sentirse personas que dedicaron muchos años de su juventud a prepararse como especialistas, y ahora se ven obligados a renunciar a la práctica de sus profesiones obtenidas con tanto sacrificios.
Sin embargo, este drama no se limita a la carga de frustración que trae consigo, sino también está provocando la ruina del principal recurso del país: el capital humano, mediante la pérdida y paulatina descalificación de los profesionales, sin olvidar
que ante esta kafkiana situación las nuevas generaciones no tienen motivación alguna para el estudio, realidad gravísima para cualquier colectividad en el momento actual cuando el talento y la competitividad basados ante todo en el conocimiento son elementos determinantes para
el desarrollo y el progreso de las naciones.
El proceso cubano ha confirmado que por muchos recursos materiales disponibles y por amplio que sea el capital humano, si el modelo de desarrollo existente no permite la iniciativa de los sujetos económicos y la creación de un ambiente promovedor de la laboriosidad, el fracaso está
asegurado.
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