Fuga errática al vacío de la nada
Lázaro Raúl González, I
HERRADURA, mayo - Hace 40 años, al arribar la revolución al poder, Dios se convirtió en un ente peligroso. En toda Cuba fueron clausurados seminarios y cerrado todo tipo de programas auspiciados por las iglesias. Curas y laicos emigraron en masa. La proyección
claramente ateísta del nuevo gobierno segregó a todo el que confesara ser creyente, ofreciéndole unas opciones terribles: ostracismo, UMAP, conversión.
Para reprimir a un creyente no necesariamente había que argüir razones puramente religiosas. Podía acusársele, por ejemplo, de diversionismo ideológico, lo cual equivalía a algo tan grave como conspiración política. Pero algunos cristianos,
como los Testigos de Jehová, cuyo propio dogma les impide toda intervención política, fueron también duramente reprimidos y arrinconados.
El cataclismo duró por lo menos diez años. Los templos quedaron inermes, vacíos. Durante muchos, muchos años -la gente ya no recuerda si fueron 20, 25 ó 30- a la Iglesia Metodista de Herradura asistían apenas un par de personas, mujeres y ancianas, por
demás. Se respiraba una clara atmósfera de miedo-peligro respecto de las iglesias. No era necesario que se promulgara una ley ad hoc, ya que -además de que el Estado se autoproclama oficialmente ateo- según se decía, en cada esquina había un compañero
cederista anotando a todo el que entrara en una iglesia. Esto pudo ser cotidiano al principio, luego ya no hizo falta: el miedo se volvió el señor de los cubanos. Dios tendría que esperar.
Excepcionalmente para bien, sin embargo, hoy todo ha cambiado. Hace ya casi una década, urgido de brazos que achicaran el agua del barco que se hundía, el gobierno permitió que fuese podado el árbol de la intolerancia, siquiera parcialmente. Así, hoy es ya
posible incluso ser militante comunista y asistir a una iglesia regularmente. Aquéllos que se dedican al puro ejercicio de la religión pueden moverse por todo el país con bastante libertad y aún cuando no tienen prácticamente a los medios de difusión
masiva, su mensaje es predicado libremente. La situación ha provocado un renacimiento impactante: súbitamente hanse vuelto a Dios lo mismo niñas tiernas que tipos duros y maduros, a los que hasta hace apenas diez años parecía importarles un bledo lo del reino
celestial.
¿Cómo explicar el fenómeno? ¿Ha habido ciertamente una reconversión espiritual? La mayoría de las teorías que intentan explicar lo sucedido convergen en un punto: en realidad, cuando la gente se vio precisada a abandonar las iglesias, lo que hizo fue
recordar la voz de Cristo cuando anunció "el Reino de los Cielos está en vosotros", e hicieron de su cuerpo un templo en el que siguió viviendo Dios.
Aún cuando el funcionamiento y el propio culto de las iglesias se tornó caótico y precario, la gente siguió atesorando una conciencia divina. Aún cuando a todo niño se le enseñó en el pupitre comunista que el hombre no era más que el
resultado de una agrupación accidental de ácidos nucleicos y moléculas de proteína, siempre siguió latiendo en el hombre su naturaleza espiritual. Nadie, ni siquiera el látigo de las más duras doctrinas, pudo espantar de sí su propensión
a lo divino. Así como no puede el hijo escapar de la sangre del padre, tampoco quiso el cubano, por más que le incitasen, huir del libre albedrío que le es consustancial: Dios, el de siempre, el del bien perfecto.
Sí, Dios tuvo que esperar (¿qué son para El 40 años?), pero triunfó. Vencieron su sapiencia y bondad eternas, propiedad de El, heredad de todos, en la Biblia consagradas. Perdieron -enemigos voluntarios- los hijos confundidos de un creador materialista: el Dios
de la nada.
Sí, en la Cuba del 2000, hoy como hace 6,000 (que esto no es cosa de 152 años), aquí se reconoce y adora a Jehová, el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob.
¿Y el ateísmo? En fuga errática al vacío de la nada.
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