Màrius Serra, escritor. La Vanguardia Digital. Jueves, 14 de septiembre de 2000.
Uno de los mejores documentos para medir la moralidad internacional del momento es la lista de participantes en unos Juegos Olimpicos. La nómina de países "en estado" que controla la ONU suele sufrir algunas bajas en el tartán. Las más espectaculares se
dieron cuando el mundo era cosa de dos. Si los americanos no iban a Moscú los países del Este les devolvían el plante en Los Ángeles, para gran provecho de terceros que alimentaban su medallero en pocos segundos, como en la plata del basquet español en 1984. Otras
veces eran los "no alineados" los que amenazaban con la no com-parecencia e incluso llegó a plantearse un boicot de los estados africanos a la cita barcelonesa del 92 a raíz del lamentable caso del negro de Banyoles. Los quebraderos de cabeza de los dirigentes olímpicos
se completan con los países que no consiguen quedarse "en estado" pero insisten en participar (Palestina es el último hasta la fecha) y los clásicos de la isión reservada: la República Sudafricana en tiempos del apartheid o Yugoslavia en plena
beligerancia serbia.
O sea, que el puzzle que deben montar cada cuatro años los herederos de Coubertin es colosal. En la era del pensamiento único, resulta enternecedor ver desfilar tras sus respectivas banderas nacionales a grupos de ciudadanas y ciudadanos en chandal y zapatillas. Talmente en
peregrinación hacia una gran superficie comercial, pero con el sagrado objetivo de defender el honor patrio por el esfuerzo físico. Esta vez, en la única ciudad del mundo que comparte las seis letras con Disney, han desfilado todas las enseñas oficiales que han pasado el
control de calidad estatal. Incluso la de los taliban afganos. Naturalmente, ninguna bandera gallega, vasca o catalana acompañará a la rojigualda en la competición australiana porque la actual legislación las relega a otra liga. Como mínimo hasta febrero.
La actual legislación también permite que Cuba ejerza el derecho al veto a los deportistas cubanos nacionalizados por un periodo inferior a los tres años. La consiguiente exclusión de cinco atletas, que pretendían competir bajo las banderas española y
mexicana, ha suscitado muchas críticas. ¿Acaso no está Cuba en su derecho (legalmente establecido)? ¿Acaso el COI no es un híbrido entre estado y empresa que ha arrinconado ese concepto "amateur" que hoy ya sólo defiende Cuba? ¿No es cierto que
los atletas vetados han actuado movidos por un interés de progreso personal parecido al que situó a Figo en Madrid? Con menos ceros, pero parecido. ¿No cobran los clubs de fútbol un pastón por los "derechos de formación" cuando les fichan a un chaval
de la cantera? El mercado de fichajes olímpicos entre países ya existe. ¿Para cuándo las cláusulas de rescisión de nacionalidad?
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