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Julio 17, 2001



El acontecimiento que viene

Jorge Ebro. Publicado el martes, 17 de julio de 2001 en El Nuevo Herald

El no la ha inventado, pero habrá que reconocerle sus aportes. Fidel Castro es, hoy por hoy, el máximo exponente de la 'teoría del acontecimiento', ese complejo cuerpo filosófico diseñado para mantener a millones de personas en el limbo de lo irracional, que se alimenta con la falta de un pensamiento profundo y sedimentado, porque mover las neuronas es contrario a su ley.

Esta teoría presupone una incesante sucesión de hechos y eventos, un extenso calendario de marchas, contramarchas, manifestaciones y protestas que tienen como objetivo evitar el cansancio de todo un pueblo o acabarlo de cansar, alejarlo de la realidad devastadora que lo circunda, ensimismarlo, embotarlo, sacarlo de cualquier generalización perniciosa y peregrina.

Todo se resume en crear atmósferas de humo, actos de prestidigitación, sacar un conejo blanco del sombrero cuando en realidad es bien negro y con pespuntes grises. Desviar la atención hacia lo aparencial, lo lejano en el horizonte, lo que demora en el tiempo, y una vez llegado se esfuma como una pompa de jabón.

A una crisis se le suma otra, ya sea con países o con personas. Sirven igualmente checos que eslovacos, vascos que gallegos, Argentina, España o el Congo, el rescate de Elián o la campaña por el regreso de los espías. No importa el cariz del asunto, ni su dimensión política, lo realmente fundamental es que haya crisis, alboroto, declaraciones, intercambio de mensajes, acusaciones de ambas partes. Una novela que, bien armada por los guionistas oficiales, durará varias semanas y requerirá de una veintena de mesas redondas y de tres o cuatro tribunas abiertas.

Nada más finaliza un evento, ya se vislumbra otro en lontananza. Un congreso de médicos cardiólogos, una reunión regional de parlamentarios, la visita de una delegación del desierto de Atacama, un encuentro de solidaridad mundial o, por qué no, una cumbre latinoamericana. Fidel está en todos y en todo. Pronuncia los discursos de apertura y el de clausura, en ocasiones asiste al ciento por ciento de las sesiones, y con él asiste la televisión y, por arrastre, el resto de la población.

Junto a estos eventos y crisis que encandilan y ciegan, existe una intensa relación de eventos y crisis de menor rango que también aportan su cuota en la tarea del antipensamiento. Pueden ser los congresos de organizaciones que pululan sobre la cresta de la sociedad cubana, tenebrosas siglas como los CDR, la CTC, la UJC, el PCC, la FMC; alguna "provocación'' de los grupúsculos proyanquis o las maniobras de la mafia anticubana, aunque estos últimos tienen mucha probabilidad de convertirse en acontecimientos de primera magnitud.

Tampoco pueden descartarse las fechas. Primero de enero, 28 de septiembre, cuatro de abril, 26 de julio, cinco de septiembre. Y de nuevo, primero de enero, 28 de... La nación vive de fecha en fecha. Perdón, olvidaba que a regañadientes se tolera el 25 de diciembre. Pero es sólo un día, y un día no hace un año.

Siempre hay algo. Lo peor para él es que no pase nada, porque la realidad cubana posee una enorme inclinación al vacío colectivo y personal. En un país donde las noticias se silencian, donde los acontecimientos se tergiversan y manipulan, las personas tienden a encerrarse en sí mismas, a buscar su yo interior y preservarlo de las estridencias ambientales que amenazan con invadirlo.

El silencio y el aislamiento llevan a pensar en lo bueno y en lo malo; en lo humano y lo divino. Pensar conduce a ideas descabelladas las unas, atinadas las otras, pero el cerebro, a la larga, da muestras de energía. Y no olvidar nunca que el cerebro mueve al cuerpo. El sistema no puede darse el lujo de proporcionar tal clase de retiro particular. Si no pasa nada en realidad, hay que propiciar un acontecimiento, aunque sea virtual.

Yno es que no suceda. Las crisis están ahí, pero como el herrero a la fragua, el régimen avienta aire y atiza los carbones, y lo que pudo haberse resuelto de manera ordenada y rápida, casi silenciosa, alcanza ribetes tremebundos, de confrontación. El país, supuestamente, se siente en peligro, en la mirilla de poderosas potencias que quieren ponerlo de rodillas.

La gente se pregunta una y otra vez si liberarán a los espías, si los argentinos van a cortar las relaciones, si España disminuirá el intercambio comercial, si el presidente ruso logrará cobrar la impagable deuda externa que Cuba le debe. Así, de pregunta en pregunta, nadie tiene tiempo para preguntarse cuándo cambiará el sistema, cuándo habrá más libertades, cuándo sacarán de las prisiones a los presos políticos y otras tantas interrogantes.

De eso no se habla. ¿Para qué, cuando hay un congreso pioneril en efervescencia o los Pastores por la Paz intentan cruzar la frontera con México? ¿Para qué, ahora que nadie se acuerda del incidente con los checos y a lo mejor aparecen unos albanokosovares dispuestos a armar líos? Hay que abarrotar a las personas de eventos, que se sientan en el vórtice de un terremoto y que se formulen una sola pregunta: ¿y qué es lo que viene ahora?

© El Nuevo Herald

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