Torturador
sin Rostro
Maritza Calderín Columbié
CIEGO DE AVILA, febrero - ¿Puedes dormir tranquilo luego de cargar a un
ciego, arrastrarlo por la hierba y arrojarlo sobre los espinos?
¿Podrás conciliar el sueño después de arrebatarle
el bastón a un invidente, cambiárselo por una curveada caña
de azúcar, y abandonarlo a su suerte en un paraje distante, solitario,
desconocido para él?
¡Oh!, Torturador sin rostro, ¿puedes vivir en paz?
La caña curveada y tosca hizo ampollas en las manos de mi ciego.
Pero, aunque no tuviste valor ni para decirle a mi ciego cómo te
llamas, un día sabremos tu nombre. Estoy segura, pues mi Dios me dice
muchas cosas. Más de las que tú puedes imaginarte.
Tuve que escoger un nombre con qué denominarte. Escogí
Torturador sin Rostro. No sé si sonará bien en tus oídos,
pero a mí me parece bueno. Torturador por tus acciones. Sin Rostro,
porque mi ciego no puede ver tu cara.
Ampollas en las manos de mi ciego. Y recalco: "mi ciego", porque
al invidente que ultrajaste es mi ciego. Y también el ciego de su madre,
que quizás no se siente tan segura como la tuya, que tiene un hijo del
lado de "la fuerza", pero que también es una madre cubana.
Oye esto, Torturador sin Rostro: ¡Madre cubana! Y mi ciego también
tiene un padre, siete hermanos, sobrinos... quienes lo miman, y él los
mima a ellos. Todos son cubanos.
Y también tiene mí ciego una abuela de estirpe mambisa, que
ama la libertad. ¡Ay!, Torturador sin Rostro, si pudieras ver la cara de
esta anciana nonagenaria cuando habla a su nieto ciego, que es mi ciego también,
de la libertad.
No sabes qué familia unida ultrajastes tú cuando lanzaste a
nuestro ciego sobre los espinos. Cada corazón de esta familia recibió
su pinchazo, un pinchazo que aún sangra, duele, entristece.
Y, después de esto, ¿puedes ir a la cama tranquilo?
¡Oh!, Torturador sin Rostro, ¿será acaso que de tanto
escuchar que cubano es sólo el que está del lado tuyo te lo crees?
Una mentira repetida muchas veces...
La primera vez que maltrataste a mi ciego, porque lo has hecho en otras
ocasiones, me hiciste enfermar y tuve que ir al psiquiatra. Mi corazón es
demasiado frágil para soportar que tú, que te mostrastes como
defensor de los desválidos, le hicieras tanto daño a un ciego, lo
dejaras solo en la noche, en una carretera lejana, sin bastón. ¡Qué
afán de arrebatar bastones!
Enfermaste mi mente y por meses no pude recuperarme. Sólo Jesús,
mi Dios querido, me libró del negro abismo al que me lanzaste torturando
a mi ciego. Torturando, sí, pues una abogada a la que le conté tu
proceder me dijo: "Eso es un crimen, es tortura".
¿No te das cuenta que has ido demasiado lejos?
Quiero hacerte una aclaración. Para decirte esto primero oré y
ayuné, y mi Señor me dijo cómo expresarte el dolor y la
indignación que siento.
El me indicó a través de su palabra santa: "Mía es
la venganza. Yo pagaré". Líbreme mi Dios de hacer lo que él
dice que le corresponde por derecho. Por orden de Jesús yo debo amarte
Torturador sin Rostro. Ya ves... amarte. Amor para mi víctima, para mi
victimario. Eso me lleva a ti.
Cristo viene pronto, Torturador sin Rostro, él quiere salvarte a
pesar de tus malas acciones. Le prometí que te diría este mensaje,
y he cumplido.
El bastón de un ciego es como sus ojos, no se lo quites más al
mío.
Mi ciego en señal de protesta usará un pedazo de madero en
lugar de su bastón. Sí, de su bastón, porque amigos que
también se sintieron torturados por lo que le hiciste a mi ciego le
trajeron muchos bastones.
Torturador sin Rostro que no dijiste ni tu nombre, yo sí diré
quién soy: mi nombre es Maritza Calderín Columbié, la
esposa del Ciego de los Espinos, de Juan Carlos González Leyva, ¿recuerdas?
No estamos solos. Dios está con nosotros.
"No robes al pobre... ni quebrantes al afligido... porque Jehova juzgará
la causa de ellos, y despojará el alma de aquellos que los despojaren"
- Proverbios 22: 22 y 23.
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