¿Cadenas?
Pedro Crespo Jiménez, Grupo Decoro
LA HABANA, marzo - Toda época tiene signos evidentes y palpables que
reflejan el estado socio-económico-cultural de un lugar concreto, o de
toda la humanidad. La modernidad tiene signos elaborados, expandidos, más
necesarios, menos solapados y más agresivos que la antigüedad.
Nuestro país no queda fuera de esta realidad. Veamos algunos
ejemplos. No me negará que resulta una atracción ver un juego de
muebles de portal, es decir dos sillones y una mesita, atados con una gruesa
cadena y un candado enorme, de ésos que usa el zoológico para
evitar que las fieras se escapen.
Tal signo se repite en las bicicletas. Si observa con este detenimiento, verá
que no hay prácticamente ningún ciclista que se atreva a circular
por las calles sin la susodicha cadenita, alambre acerado u otro material
resistente a cortes de todo tipo, y el candado que puede ser pequeñito y
de combinaciones o tan grande como el puño de una mano.
Otro signo de la época son las rejas en los balcones y las ventanas,
o las puertas de barrotes de hierro de dos pulgadas y media de diámetro
delante de la puerta de la calle, y ésta a su vez, asegurada con una
tranca hecha de caguatrán.
En fin, señores, que no hubo en la historia ningún rey, por
poderoso y rico que fuera, capaz de competir con nuestra fobia (¿o
necesidad) de asegurarnos y a la vez de cuidar las cosas materiales que nos
pertenecen y que han llegado a nuestras manos de manera honrada.
¿Siempre? Su respuesta debe ser sincera, pues ella puede ser la pista
para conocer el por qué nuestra época está llena de
candados, rejas y cadenas.
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