La cubana es
la perla del Edén
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, marzo - "Qué es lo esencial, lo trascendente, sino
aquella cotidianeidad que nos consume, más bien, que nos devora día
a día". Me dijo, guardó silencio y exhaló una larga
bocanada de humo. Su rostro, tras el cigarrillo, parecía viajar por un
tortuoso laberinto. Era como si sus ojos no tuvieran mirada, como si le costara
mucho trabajo salirse del enrevesado mapa de pequeñas cicatrices que le
tatuaban el alma. Estaba sumida en la contemplación de su desastre
interior. Andaba como buscando un sueño, una pequeña esperanza a
la cual asirse.
"Ya nadie puede hablarme de futuro sin que la carga de todo mi pasado
inútil me provoque náuseas. Mi vida se reduce a una ringlera de
consignas voceadas en la inconsciencia de la niñez, otra retahíla
de consignas coreadas en el candor de la juventud y más consignas, ya insípidas,
en la temprana vejez. He sido un aparato repetidor de palabras ajenas y vacías.
No recuerdo el placer de haber sido frívola alguna vez y haber añorado
un vestido caro, una colonia fina, unos zapatos elegantes. Me gasté
intentando lo trascendente. Y, ¿qué es lo trascendente? Mi historia
es tan común como la de cualquier mujer. Mi única heroicidad
consiste en no creerme una heroína por más que repitan que lo
somos. No es heroico asesinar a la mujer que se es para implantar una heroína
que nunca se será. Y yo asesiné a mi mujer. La envenené de
colas y de ómnibus repletos. La destripé de ausencias en mis
hijos. La desguasé en sancochos a mi esposo. La destrocé sin
maquillajes ni perfumes. La destruí sin cremas ni masajes. La deshice
entre apagones y alarmas de combates. Ese rostro que hoy veo en el espejo no me
pertenece. No sé cómo llegué a él. No tuve tiempo
para verlo nacer de la niña que aún me creía. El tiempo no
se detuvo un instante, pero yo sí estaba detenida en una especie de
hechizo construido por discursos alelantes. Me durmieron de niña y ahora
ese vidrio cruel me despierta de arrugas y de canas sin más historia que
la misma cotidianeidad que me trajo hasta aquí. No le espera a mis
descendientes otro camino. Los quiere encantar el mismo brujo. Venderles otra
vez el disfraz de héroes. Pero yo estoy aquí, como la perla del Edén
que propone, soy el cultivo de esa sementera. ¿Querrán mis muchachas
ser las perlas que soy?"
Y entonces guardo un silencio profundo. Tenía la boca amarga, la
mirada amarga. Se llamaba Mercedes. Tenía 43 años y ésta es
su historia.
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