Pan con bisté
Ramón Díaz-Marzo / CubaNet
LA HABANA, noviembre - Por estos días he vuelto a realizar un
recorrido por nuestra ciudad buscando información, y he terminado por
sentarme otra vez en el Parque Central de La Habana.
Desde la mañana hasta la noche ahí están los tribunos
del Parque intentando arreglar el mundo. Los cubanos nos hemos pasado buena
parte de nuestra existencia tratando de arreglar al mundo. Pero el mundo continúa
su marcha sin tomar en cuenta nuestra opinión.
Me he sentado en un banco de mármol cerca del ágora para
escuchar la conversación de los tribunos.
Los tribunos habaneros hoy no están hablando de béisbol, sino
de los atentados terrorista contra las torres del World Trade Center, el
edificio del Pentágono, y la guerra en Afganistán.
Mientras disfruto de esta cháchara de barrio se sienta a mi lado un
corpulento hombre de unos sesenta años de edad. No se dirige a mí,
pero si está hablando solo es para que lo escuche. Y dice:
- Algunos de estos personajes están locos, pero otros no. Otros
reciben un sueldo de policía por permanecer el día entero en el
Parque Central y dirigir la conversación a zonas ideológicas
manejables a la conveniencia del gobierno. Todos pudiéramos ser policías.
Pero uno nunca sabe quienes son. Lo que se ha creado en Cuba es una maquinaria
perfecta. Sin embargo, ellos me conocen y saben que yo sí estoy loco de
verdad, porque no tengo miedo de ir preso.
Observé de reojo al personaje en su "solitario" monólogo.
Traté de medir hasta donde realmente estaba loco. Hay locos interesantes
con los que uno puede entablar una conversación inteligente sin peligro.
Al percatarme de que no era un loco agresivo, pregunté:
- ¿Es usted un habitual tribuno?
- Siempre que dispongo de tiempo me gusta discutir sin importarme el tema.
Lo importante es discutir. Discutiendo a uno se le ilumina el cerebro. A mí
se me han ocurrido en este lugar ideas que luego se me olvidan. El calor de una
discusión inspira.
- ¿Podría contarme alguna de esas inspiraciones?
- ¡Por supuesto! Cuando el Papa visitó Cuba en el año
1998, yo saqué discusión con un extremista que me decía que
ahora se vive mejor que antes. Entonces le dije todas las cosas buenas que tenía
la época de antes, y que después del año 1959 sólo
hemos recibido hambre y miedo. El extremista era un irónico, y ese día
me dijo que pusiera un solo ejemplo de por qué Cuba era un país
mejor antes del año 1959. Y le dije que antes en cualquier lugar de la
ciudad y a cualquier hora uno podía comer pan con bisté. Y el
extremista dijo: 'Yo conozco un lugar donde dan pan con bisté'. '¿Dónde
es eso?, ¡ahora mismo quiero ir a ese lugar!' Y el extremista, sacando un
carnet de auxiliar de la policía, me dijo: 'En la Unidad de la Policía'.
Y como yo estoy loco le dije: 'Pues si quieres ahora mismo vamos a esa Unidad de
la Policía'. El auxiliar de policía se fue y a los pocos minutos
regresó con un policía de uniforme. Entonces le dije a los demás
tribunos: 'Espérenme, dentro de una hora estoy aquí'.
- ¿Y no sintió miedo cuando se lo llevaron detenido? -pregunté.
- Le dije al principio de la conversación que yo estoy más
loco que todos estos locos. Pero déjeme terminar la historia. Cuando
llegamos a la Unidad de la Policía, el extremista hizo un aparte con el
oficial de guardia y hablaron bajito. Entonces el oficial de guardia me indicó
con un gesto de la mano que me acercara, y preguntó: '¿Por qué
lo han traído a usted detenido?' Y yo le respondí: 'A mí me
dijo este señor que aquí están repartiendo pan con bistec',
y señalé para el espía. Pero los dos cabrones, tanto el
oficial de guardia como el ciudadano cívico, se pusieron fatales. En esos
momentos entraba por la puerta principal el Jefe de Unidad. Al parecer venía
malhumorado, y lo primero que hizo, en vez de continuar hasta su despacho, fue
acercarse hasta nosotros, y mirándome a mí le preguntó al
oficial de guardia de qué me acusaban. El oficial le explicó que
se trataba de un caso de contrarrevolución en el Parque Central. El Jefe
me preguntó, y le expliqué, señalando al espía:
'Este ciudadano me dijo que aquí están repartiendo pan con bisté'.
Entonces el Jefe de la Unidad, con los ojos inyectados de cólera, se
volvió hacia el ciudadano cívico y dijo: '¡No traigas más
a viejos locos! ¡Quiero delincuentes!'
- ¿Y entonces? -pregunté yo.
- El Jefe de la Unidad dio la orden de que me dejaran ir. Desde ese día
al ciudadano cívico no he vuelto a verlo. Yo presiento que en este grupo
de locos hay gentes que informan, pero a mí no me importa. Siempre que
tengo oportunidad hablo de mi pan con bisté.
Ramón Díaz Marzo es el autor de "Cartas a Leandro",
una novela testimonial que CubaNet prepara para su próxima publicación.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|