Los
habaneros frente al huracán Michelle
LA HABANA, 6 de noviembre (Miriam Leiva / CubaNet) - La población de
Ciudad Habana se lanzó a las calles el sábado 3 de noviembre en búsqueda
de alimentos, ante la inminente llegada del huracán Michelle. En
cualquier país reacción similar es normal, pero en Cuba se
complica porque los productos básicos están racionados y la
población cada día posee menos dinero para adquirir lo elemental.
Desde hace meses disminuyó la compra en las tiendas dolarizadas,
donde el cubano común debe adquirir la mayoría de los alimentos y
demás productos vitales, y la oferta en pesos ha decrecido
paulatinamente.
Varias circunstancias llevaron a la población a retener los dólares
en su poder, entre ellas la incertidumbre motivada por las noticias de despidos
en hoteles y en bases de taxis para el transporte de extranjeros, la disminución
de los alquileres en las casas y de los comensales en los paladares (pequeños
restaurantes privados), la caída de las remesas de dinero procedentes del
exterior del país, las alarmantes noticias difundidas en medios
nacionales sobre la crisis económica internacional y la guerra en
Afganistán y, fundamentalmente, el aumento del valor del dólar con
respecto al peso, indicativo de dificultades económicas en Cuba.
Llamaba la atención que a pesar de las noticias sobre la inminente
amenaza del huracán Michelle, de fuertes proporciones, aún la
población se mantenía alejada de los mercados, a no ser aquellos
donde se vende arroz, frijoles y aceite comestible en moneda nacional.
Por fin las personas sacaron sus magros ahorros o pidieron prestados dólares
para garantizarse algunos alimentos con los que enfrentar el paso del huracán,
que anunciaban como el mayor de los últimos 50 años. Las shoppings
o tiendas dolarizadas se llenaron.
El producto más buscado fue el huevo, deficitario en los últimos
meses, pero en los pocos lugares donde se vendieron sólo duraron minutos.
Tampoco fue fácil encontrar velas y baterías eléctricas
para linterna. No se vendió ni maderas ni clavos, imprescindibles para
proteger las desvencijadas casas, apartamentos y cuarterías de la
capital.
Si bien el ciclón no tocó directamente a Ciudad Habana, las
afectaciones al centro económico, político y de mayor concentración
de población del país fueron considerables. Sólo se conocerán
efectivamente a medida que las autoridades propicien mayores informaciones y se
converse con los miles de damnificados pues las lluvias y los vientos fueron muy
fuertes.
Las autoridades evacuaron a los que residen en lugares en peligro de
derrumbe o donde penetra el mar o se inunda con las lluvias. En la capital
varias decenas de miles de personas fueron llevadas a albergues y se les
distribuyó alimentos y medicinas. Pero sobresalió el énfasis
puesto en las intervenciones públicas de los dirigentes capitalinos que
indicaron se debería llevar consigo o resguardar alimentos recién
adquiridos por la cuota de racionamiento mensual, indicativo del temor a no
poder enfrentar la crisis alimentaria que sobrevendría.
También se apreció mayor dedicación a proteger las
pertenencias de los albergados. En épocas anteriores, luego de catástrofes
naturales se le vendía a los damnificados la mayoría de los bienes
dañados o perdidos. No obstante, ahora se aclaró la imposibilidad
de hacerlo.
Como quiera que el huracán afectó con mayor fuerza otras zonas
del país, e incluso sus lluvias se extendieron a prácticamente
todo el territorio, la crisis económica que sobrevendrá es de
imprevisibles magnitudes, al agudizar la ya existente antes de su llegada.
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