¡Ay, qué
dolor, qué dolor de muela!
Héctor Maseda, Grupo Decoro
LA HABANA, noviembre (cubanet.sergipeconectado.com) - El régimen de Fidel Castro,
como de costumbre, le endilga a los demás sus propias deficiencias, ya
sea a personas, autoridades o fenómenos climatológicos. Los casi
cuarenta y tres años que lleva en el poder así lo demuestran. La
conducta que asume tradicionalmente el gobierno cubano al aumentar las
afectaciones sufridas consiste en esperar a cambio jugosos donativos
provenientes de la solidaridad internacional, los cuales le han reportado pingües
beneficios para su sobrevivencia.
De este modo, la propaganda gubernamental dirigida a las esferas social y
económica ha oscilado entre el embargo y las presiones económicas
que dice recibir, presuntas agresiones terroristas y bacteriológicas, el
desplome del campo socialista europeo, la desintegración de la URSS y sus
consecuencias para Cuba, el tan cuestionado "período especial",
así como la urgente necesidad de insertar la economía cubana en el
ámbito internacional.
Desde los ataques terroristas ocurridos en las ciudades norteamericanas de
New York y Washington el 11 de noviembre y el paso del huracán Michelle
por el territorio cubano el 4 de noviembre, los gobernantes de la isla disponen
de dos poderosos elementos en su arsenal de justificaciones para confundir al
pueblo y reencontrar, al mismo tiempo, el eslabón perdido que vinculaba
al pueblo y gobierno cubanos.
No es menos cierto que esos actos extremistas han creado una crisis mundial
en el turismo, que golpeó y golpea rudamente a la economía cubana.
El buen o mal desempeño de la llamada "locomotora" (el turismo)
que arrastra a los principales sectores de la producción y los servicios
nacionales no sólo destrozó el fondo en divisas con que el
gobierno cubre sus compromisos internacionales y domésticos, sino también
a millones de trabajadores que de una u otra forma dependen del avance o
retroceso del sector turístico.
Por otro lado, se informó oficialmente que Michelle infligió
daños a 45 mil viviendas y más de 500 instalaciones de salud, 780
industriales y 145 agropecuarias, 500 escuelas y círculos infantiles, 9
centrales azucareros, una termoeléctrica (la Antonio Guiteras), un millón
de aves se ahogaron, 13 mil teléfonos quedaron interrumpidos, 145 postes
telefónicos dañados, así como 34 grandes transformadores y
1,159 postes del tendido eléctrico, 100 torres de alta tensión y 8
de comunicaciones, además de vastas extensiones de cultivos cañeros
y no cañeros.
Obviamente estos daños ocasionados por el huracán aumentarán
las ya insoportables limitaciones y dificultades por las que atraviesa el pueblo
desde que lo gobierna Castro. Pero lo que más daña al país
son las decisiones erradas de las altas esferas del régimen en materia de
política económica.
¿Quién responde porque la eficiencia económica nacional
está por debajo de los índices permisibles, porque las zafras
azucareras no lleguen a cinco millones de toneladas de azúcar producida
hace ocho años, porque el peso cubano no tenga ningún valor en los
mercados internacionales?
¿A qué se debe el exagerado paternalismo laboral que infla las
plantillas de empleados en los centros de trabajo y afecta la productividad
industrial y los servicios?
¿Quién responde porque cada dólar que ingresa a través
del sector turístico apenas produce quince centavos de ganancia, porque
el 76 por ciento de los suelos tengan algún nivel de degradación,
porque en los últimos diez años se hayan incendiado 65,400 hectáreas
de bosques (2,8 por ciento del total) por negligencias personales o insuficiente
atención, porque la rama de biotecnología no obtenga los
resultados que se esperan de ella?
¿Cuáles son los mecanismos de control existentes para que el
pueblo conozca al detalle cómo y dónde emplea el gobierno los
recursos productivos y financieros que produce la sociedad?
Estas y otras preguntas se hace a diario la ciudadanía pero el régimen,
incapaz de solucionar los problemas colectivos, no tiene más opción
que exagerar los reveses que por su incapacidad recibe la economía y
justificarlos con cualquier razón externa sea un huracán, el
gobierno estadounidense, el embargo o las lógicas fluctuaciones que
ocurren en el mercado internacional de valores y que en alguna medida nos tocan
a nosotros.
El último error cometido por el gobierno cubano fue rechazar, de
hecho, la ayuda humanitaria ofrecida por el gobierno estadounidense. No tengo
dudas que esta reacción se debe a los términos en que la
istración de George W. Bush está dispuesta a concedérsela.
Por su parte, el régimen de Castro nunca ha ocultado sus propósitos:
en Cuba, el único negociador autorizado es... él mismo.
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