Por orden de
Fidel Castro
Tania Díaz Castro, UPECI
LA HABANA, noviembre (cubanet.sergipeconectado.com) - Hoy quiero rememorar brevemente una
historia casi olvidada. En octubre se cumplieron trece años de haber sido
yo golpeada y pateada en el piso por una turba de cooperantes de la policía
política cubana, por el solo hecho de pedir en la prensa internacional un
plebiscito para mi país a través del Partido Pro Derechos Humanos
de Cuba.
Todo sucedió en 1988, en la puerta de la prisión Combinado del
Este, aquí en La Habana. A las diez de la mañana mi familia y yo
esperábamos para entrar. Era el día de la visita de los presos políticos.
Todo estaba planificado de antemano por la policía política
del gobierno de Fidel Castro. Primeramente la negativa por parte de un mayor del
penal a que yo entrara a la visita, a pesar de tener en mi poder el telegrama
recibido que me acreditaba a la misma.
Luego, la provocación, las amenazas de que tenía que marcharme
de allí "cuanto antes". Y por último, aquellas personas
aparentemente civiles que golpearon a mi hijo de 25 años de edad, a mi
nuera de 20, a mi padre de 70 y a mí, de 49. Todos fuimos lanzados al
piso, golpeados y pateados durante varios minutos que se transformaron en un
siglo hasta que una voz de mando, que escuché claramente, detuvo aquel
espantoso acto.
A las pocas horas, mi hijo, mi nuera y yo fuimos presentados en un tribunal
y enjuiciados. Sin familiares presentes, sin abogado defensor, acusados de "escándalo
público" y de "ofensas a héroes y mártires".
Mi hijo fue condenado a tres meses de cárcel, mi nuera a un mes y yo
a un año.
Ese mismo día, pero en horas de la noche, yo me encontraba en una
celda junto a una extraña mujer que años antes había
asesinado a su hija de 6 años de edad. Por vez primera sentí
miedo.
Esa era la respuesta de Fidel Castro a nuestra petición de plebiscito
a través del Partido Pro Derechos Humanos de Cuba, del cual yo era en ese
entonces su secretaria general fundadora. Petición respaldada por cientos
de que agrupó el partido en sus pocos meses de creación;
su asesor jurídico el abogado Pablo Llabre Raurel, desterrado poco después
de esa fecha, y por el doctor Samuel Martínez Lara, que fue encarcelado
en Agüica, provincia Matanzas, donde permaneció un año.
Nunca se me hubiera ocurrido escribir esta historia si no hubiera sido por
la exclamación de mi vecina cuando vio ayer en la televisión a un
afgano pateado y golpeado por un grupo de afganos.
"¡Eso es barbarie!", dijo.
Y yo le respondí: "Eso mismo nos pasó a mis hijos a mi
padre y a mí, aquí, en Cuba".
Ella me miró incrédula.
Yo le aclaré: "¡Por orden de Fidel Castro!"
Y me miró más sorprendida aún.
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