Las peras de
la ira
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, noviembre (cubanet.sergipeconectado.com) - La mordió con cierto recelo.
No estaba segura de que le agradaría. En sus cuarenta y un años
jamás las había visto. Los mayores le habían hablado de
ellas. Pero verlas, palparlas, morderlas, eran actos desconocidos. Se la llevó
a la boca con desconfianza. En un principio se le pareció a una guayaba
del Perú pero con la cáscara más tersa y brillante. ¿Sería
suave, dulce? ¿Sería dura, agria? ¿Cómo sería?
Estaba indecisa. La contemplaba como incrédula. Al fin se decidió.
Con un mordisco casi infantil desprendió una porción de la pulpa.
Los ojos se le iluminaron. Las cejas se le alzaron en un gesto de aprobación
y complacencia. Con la boca llena murmuró: "Es deliciosa". Y
entonces la comió con verdadera fruición.
Era la primera vez que mordía una pera. Fue la semana pasada. Pasé
por la tienda en divisas El Sol, sí, ésa que está en La
Curva y que antes fuera una Tecnitienda de venta exclusiva para extranjeros que
trabajan en Cuba, y cuando las vi quedé pasmado. ¡Peras! Exclamé
con asombro. No las había vuelto a ver desde mi infancia. "Tengo que
comprarle algunas a Yoly y al niño", pensé.
Cincuenta y cinco centavos de dólares cada una, casi quince pesos al
cambio en moneda nacional. Pero no importa. A un gustazo, un trancazo. Esta
oportunidad no se deja pasar. Las compré.
Estaban envueltas en un papel verde sedoso. El papel traía un extraño
logotipo estampado en azul. No me detuve a averiguar de dónde procedían.
Eran peras. Eso bastaba. El niño descubriría otro sabor. Lo que no
imaginé fue que junto al niño, también mi esposa
participara del descubrimiento. "Jamás las había probado, son
exquisitas", me dijo, y continuó como en éxtasis.
Pensé entonces en las frutas que mi esposa desconocía. No ya
foráneas, nacionales. ¿Conocería el marañón, el
canistel, el plátano manzano? ¿Desde cuándo desaparecieron éstas
también del mercado cubano? ¿Había sido el Bloqueo también
quien acabó con los marañones, los canisteles?
Cuando los vi devorar las peras, ambos con el mismo placer infantil, renuncié
a mi parte; les ofrecí las mías. Con cierta resistencia aceptaron.
No querían privarme del deleite. Su goce fue mi satisfacción. Tomé
los papeles, para disimular, para hacer como que no
me importaba quedarme sin paladear tan delicado sabor. ¡Sorpresa! ¿Qué
decía el logotipo estampado en tinta azul? Era el dibujo de una pera y
unas letras archiconocidas en Cuba: USA.
¿Pero qué diablos es esto? Peras estadounidenses, ¿y el
bloqueo? ¿cómo entraron, cómo llegaron hasta aquí, cómo
las venden en las shoppings? Extraño, muy extraño. El gobierno
cubano acaba de rechazar la ayuda humanitaria en medicinas y alimentos que le
brindara Estados Unidos debido al paso del huracán Michelle. ¿De dónde
salieron estas peras con ese letrerito donde puede leerse claramente: Northwest
Pears USA.
Aquí hay gato encerrado. Bueno, que sea lo que sea. Por lo menos, mi
hijo no demoró, como mi esposa, cuarenta y un años en conocer las
peras.
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