Pepes en
combate
Ana Rosa Veitía, Grupo Decoro
LA HABANA, noviembre (cubanet.sergipeconectado.com) - A cualquiera le dicen Pepe en Cuba
sin que su nombre sea precisamente José. Los Pepes abundan. Hasta el niño
malcriado y jodedor de los cuentos se llama Pepito. A los extranjeros que rentan
carne femenina y vienen a la isla en busca de jineteras también los
nombran Pepes. Pero no voy a hablarles de ninguno de ellos, sino de unos Pepes
muy comunes y abundantes.
Los Pepes que digo se sustentan con el sudor de sus frentes, no ocupan
cargos públicos ni son gerentes de corporaciones mixtas con capitalistas
foráneos. Tampoco usan portafolios lustrosos ni tienen familiares en el
extranjero. Para ellos los teléfonos celulares son cosas de películas.
Viven a nivel de jabitas bajo el brazo, viajan en camellos, piden el último
en las colas, la "pulen duro" en las calles negociando con mangos o
calabazas, lloran la radiografía para la abuelita que se partió la
cadera, alargan como un chicle la leche en polvo de sus hijos -la amarilla, que
es la buena- fuman cigarrillos Populares de la cuota de racionamiento, de ésos
que envasan en cajetillas de mala calidad azules, rojas o verdes, pero nunca
pueden fumar de los que venden en cajetillas envueltas de celofán y
tienen un sellito que dice Brascuba.
Estos Pepes a que me refiero resuelven el antibiótico con el socio
que es dependiente de farmacia, que se lo vende "por fuera" y sólo
le cobra unos pesitos de más; o mendiga el medicamento en la iglesia o en
cualquier otro lugar donde lo pueda obtener gratuitamente o a precio razonable.
Se trata de Pepes que piden botella en la autopista, remiendan sus ropas
exteriores e interiores con hilos de cualquier color, pegan y repegan el único
par de zapatos que poseen, y creen que el picadillo de soya es uno de los
mejores alimentos del mundo.
Las mujeres de estos Pepes se han vuelto hoscas y regañonas, pero son
tantos los años de lucha junto a sus Pepes que no les queda otro remedio
que seguir soportándolos porque, total, ellas se forjaron en las mismas
batallas de la revolución que ellos.
Cada noche los Pepes y sus esposas, desfallecidos, olvidan que existe el
amor. Estos son los mismos Pepes que mañana seguirán en combate,
en la batalla de ideas, aquí, en la Cuba del período especial.
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