Esperanzas
frustradas
Héctor Maseda, Grupo Decoro
LA HABANA, septiembre - Los métodos de selección que aplica el
Ministerio de Educación Superior cubano para que los jóvenes
ingresen a las universidades por su carácter no sólo académico
sino también político-ideológico, traen como resultado que
con el correr de los años sea menor el número de bachilleres con
posibilidades reales de lograr sus aspiraciones profesionales.
Las estadísticas oficiales así lo demuestran, a pesar de que
los funcionarios del ramo intenten convencer de lo contrario. Por ejemplo, en el
curso 1990-91 se presentaron 17,746 solicitudes de ingreso, de las que apenas
8,684 resultaron aprobadas, para el 49 por ciento del total. El correspondiente
a 1992-93 estuvo más limitado aún. He aquí las cifras: 10
mil solicitudes, 5,200 aprobadas, un 52 por ciento. En el curso de 1999-2000 se
observó una situación similar: 6,976 solicitudes, 4,919 aprobadas,
para el 70,5 por ciento.
De modo que se observa una reducción apreciable en las peticiones de
ingreso a las aulas universitarias cuando en realidad el número de
graduados de preuniversitarios continúa en aumento cada año.
En el país existen 247 institutos de segunda enseñanza, entre
urbanos (10 de ellos) y el campo, con una capacidad promedio de 500 estudiantes
por instalación. Esto nos dice que existe una población
estudiantil en décimo, onceno y duodécimo grado de aproximadamente
123 mil educandos. Alrededor de 30 mil concluyen anualmente el bachillerato y,
de este modo, adquieren el derecho a estudiar cualquier carrera universitaria.
Sí de este total poco menos de 5 mil graduados de segunda enseñanza
(el 17 por ciento) pueden ingresar en la educación superior, como ocurrió
en el año 2000, no se comprende por qué las autoridades
educacionales del país se sienten satisfechas con tan magros resultados.
Por otro lado, para que el graduado de segunda enseñanza ingrese en
el nivel superior no sólo se analiza su aprovechamiento académico
acumulado en los grados décimo, onceno y primer semestre del duodécimo
del joven, sino que la comisión valora el historial político ideológico
que, en última instancia, pesa más que los resultados docentes
obtenidos por él.
Este mecanismo garantiza se cumpla el principio gubernamental que señala:
"La universidad es sólo para los revolucionarios". Principio
que, simultáneamente, alimenta sentimientos de doble moral entre nuestra
juventud, mujeres y hombres del mañana.
No deja de resultar curioso cómo el Ministerio de Educación
Superior trata de presentar sus mediocres resultados como extremadamente
satisfactorios. Sería interesante que los funcionarios de ese ministerio
expliquen con qué regla y bajo cuáles condiciones los miden.
Lo cierto es que estos funcionarios son maestros de la manipulación
de los datos para que resulte casi imposible llegar a la verdad. No obstante, más
del 80 por ciento de los jóvenes cubanos que anualmente aspiran a
ingresar en las universidades del país, al cumplir con los requisitos
solicitados, saben que sus esperanzas no tendrán otro premio que no sea
una nueva frustración.
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