Sin razón
para el alborozo
Oscar Espinosa Chepe / CubaNet
LA HABANA, septiembre - Con júbilo mal disimulado, los controlados
medios de difusión cubanos se afanan en propagar las dificultades
causadas a la economía norteamericana por los actos terroristas del 11 de
septiembre contra New York y Washington. El incremento de los problemas en
sectores económicos y los consiguientes despidos de personal son
resaltados con sombríos vaticinios acerca del futuro de la economía
más potente del mundo.
Este procedimiento no es novedoso. Desde hace meses los voceros del régimen
muestran su gozo por la desaceleración económica de los Estados
Unidos y del mundo, e incansablemente han pronosticado el advenimiento de una
grave crisis a escala planetaria.
Ahora esperan que estos trágicos acontecimientos coadyuven al
cumplimiento de sus expectativas.
Resulta inconcebible esta conducta cuando entre los primeros perjudicados
por la crisis global estaremos los cubanos, al existir una extraordinaria
dependencia de la economía de la mayor de Las Antillas respecto a
factores de orden externo como las remesas, el turismo, las inversiones
extranjeras y las cotizaciones de los principales rubros de la exportación,
los cuales se afectarían.
Las remesas, provenientes en su mayoría de los Estados Unidos,
representan hoy el principal ingreso neto en divisas del país. Y si en el
vecino del norte se incrementaran los niveles de desempleo y progresara un
ambiente de incertidumbre laboral, se dañarían notablemente los
ingresos monetarios por ese concepto.
El turismo es actividad con alta sensibilidad. En épocas de contracción
económica es de las primeras afectadas. Actualmente, se suma la
inseguridad reinante en los vuelos aéreos internacionales. Debe
recordarse que las personas, antes de ahorrar en comida y la satisfacción
de otras necesidades vitales, por lo general evitan realizar gastos no
esenciales, como son los viajes de placer al exterior.
El impacto sobre las inversiones extranjeras sería muy grande de
agudizarse la situación económica internacional. En un mundo en
crisis e inestable se paralizarían las inversiones, fundamentalmente por
la pérdida de confianza en el futuro. Mucho más en Cuba que, hasta
en época de auge, siempre ha estado clasificada como lugar de alto
riesgo.
La situación del intercambio comercial se agravaría
sustancialmente por la disminución de las cotizaciones de los rubros de
exportación tradicionales, o sea el azúcar, el níquel, el
tabaco y otros, y por la posible carencia de mercados. Si en tiempos normales
por cada dólar de mercancía exportada se importan tres, cabe
imaginarse hasta dónde podría llegar el déficit.
En esas condiciones, quienes actualmente baten palmas por las dificultades
existentes en Estados Unidos y otras zonas del mundo deberían meditar más
sobre las consecuencias que tendría para Cuba que se profundice la
desaceleración mundial, máxime cuando el país está
sumido en una crisis que ya dura once años. Entonces, sorprendería
la inexistencia de razones para el alborozo.
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