Llegó
el ocio. ¿Por qué?
Lázaro Raúl González, I
HERRADURA, mayo (cubanet.sergipeconectado.com) - Alguna vez el ocio fue considerado un
placentero privilegio exclusivo para aristócratas. Pero luego del
advenimiento del capitalismo los burgueses rechazaron el ocio por vergonzante.
En Cuba, donde no hay aristócratas ni burgueses ni capitalismo
persisten los duros encontronazos entre el trabajo y el ocio. No está
claro por cuál de ellos siente más preferencia la población.
Ciertamente algunos defienden las plazas que han ocupado durante años,
sobre todo si sus empleos les abren los caminos de las "relaciones"
que les permite acceder a comida, dinero, combustible y bienes de cualquier
tipo.
Pero estas plazas escasean y los que ocupan las otras, que son la mayoría,
se pasan los 365 días del año aguijoneados por la duda de
continuar con el yugo impuesto o dar el salto hacia el desempleo.
El hecho es que los ingresos que obtiene un trabajador cubano (10 dólares
mensuales como promedio) desestimula la ocupación de plazas que en otras
circunstancias serían apetecidas. Ejemplo de ello se puede encontrar en
Herradura. El puesto de del correo permaneció vacante
durante mucho tiempo sin que ningún vecino de la localidad -donde sobra
gente capacitada y sin empleo- se interesara en ocuparla.
La perspectiva de ocupar una vacante no es fervorosamente anhelada ni
siquiera por los recién graduados, porque la relación entre
oficio-beneficio no guarda la debida proporción.
Miles de cubanos, contaminados por la inoperancia colectivista y hundidos
hasta el cuello en una apatía paralizante, conforman un millonario ejército
que trabaja a media máquina o que simplemente no trabaja.
Aunque cientos de miles de cubanos participan en los desfiles oficialistas
por el Día Internacional del Trabajo, y pese a las aseveraciones del
gobierno de que un 96 por ciento de los ciudadanos trabajan, una mirada acuciosa
a la realidad nacional levantaría sospechas de que en realidad buena
parte de la Isla está en huelga permanente no declarada.
Calles repletas de personas en horario laboral. Parques, portales o
cualquier sombra, improvisadamente convertidos en sitios ideales para echar una
partida de dominó o de barajas. Gente que charla, oye música o
vaga por campos y ciudades, constituye el panorama dominante en la Cuba de 2002.
Aquí y ahora un ejército de desganados mata el tiempo mientras
muere de su propio tedio, esperando que llegue algo mejor.
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