Se buscan pan
y libertad
Lázaro Raúl González, I
HERRADURA, noviembre (cubanet.sergipeconectado.com) - Equiparándose con cualquier
pobre país del Tercer Mundo, el gobierno cubano suele aducir que la razón
que empuja a los nacionales a emigrar de la Isla es exclusivamente económica.
Cuando el pitcher del equipo Cuba de béisbol José Ariel Contreras
desertó en México hace unos días, los voceros del régimen
se apuraron a restarle cualquier matiz político al asunto: José
Ariel había decidido abandonar su patria sólo "en busca de
millones"
Tal presunción no carecería de basamento real. Pese a que las
políticas socialistas implementadas hace más de 40 años
proletarizaron a todos los cubanos, aquí no ha muerto el añejo
anhelo humano del progreso económico. Y como hasta los propios personeros
del régimen son conscientes de que en la Isla no hay posibilidades para
progresar económicamente, sería lógico que quienes
albergaran tales pretensiones decidieran emigrar.
Sin embargo, esta teoría es incompleta y a menudo contradictoria con
la realidad. Es un hecho que la capa más pobre de la población
cubana no tiene siquiera posibilidades reales de vislumbrar la solución
de sus problemas a través de la emigración. En tal falta de
perspectiva la han hundido su escasa educación, las restricciones autóctonas
y foráneas para la obtención de una visa, y el hecho físico
-que aquí cobra una dimensión fantasmagórica de
invencibilidad- de ser Cuba una isla rodeada de peligrosos mares. No es que este
sector más desposeído esté resignado a su situación,
sino que en su mayoría desconoce que existen otras mejores y, por tanto,
se abstiene de dar la batalla por penetrar otras fronteras.
Quienes sí conocen la precariedad de su situación y las
razones que la provocan son las personas más educadas, que en la Isla no
son pocas. Para un médico habanero que extingue una larga sanción
laboral en espera de una visa de emigrante, "el problema en Cuba no sólo
es que haya que conformarse con un salario mensual de unos 25 dólares de
por vida".
"Si al menos los profesionales pudiéramos constituir gremios
-opina el galeno- para reinvindicar mejoras salariales o más atención
para el sistema de salud, quizás no tantos médicos cubanos estaríamos
pensando en emigrar a Panamá o Chile, donde sí están
legalmente reconocidos esos derechos".
La falta de realización profesional también disgusta y empuja
hacia la emigración a de los sectores más capacitados del
país. Según un profesor de Historia de enseñanza media que
pidió el anonimato, "aquí no se ejerce la docencia, sino el
adoctrinamiento. Anhelo ponerme frente a estudiantes a quienes no tenga que enseñar
la interpretación tendenciosa que conviene al gobierno, sino la verdad
histórica documentada. Por eso quisiera irme a trabajar a otro país".
También entre quienes han adquirido cierto status económico en
la Isla, es fácil encontrar candidatos a la emigración. De hecho,
de acuerdo con un estudio realizado por este redactor, tres de cada cuatro
aspirantes a una visa de emigrante no se incluirían entre los ciudadanos
de niveles más bajos, sino entre los profesionales y lo que en Cuba se
considera clase media y alta.
"Quiero vivir en un país libre, en el que el miedo y la
escondedera no acosen al hombre desde que se levanta hasta que se acuesta",
declara Frank Hernández Gallardo, quien no teme que su nombre sea
publicado.
Frank, residente en Herradura, provincia de Pinar del Río, ha
intentado tres salidas ilegales del país. Esto pese a ser propietario de
un auto -lo que en Cuba constituye un raro distintivo social- y disponer de
medios de vida que lo ubican por encima del empobrecido cubano promedio.
En su último intento de salida hacia los Estados Unidos -frustrado
por la Seguridad del Estado- Frank iba acompañado por el joven Y. Morera,
también propietario de un auto, vivienda confortable y estilo de vida
desahogado en comparación con el ciudadano promedio.
Los feligreses de las diferentes denominaciones religiosas existentes en la
Isla son otra fuente inagotable de candidatos a emigrar. Desde los católicos
hasta los Testigos de Jehová, todo creyente sufre algún tipo de
restricción en Cuba.
A todos -médicos, maestros, cuentapropistas, religiosos-, es decir,
al pueblo cubano en general, el sistema en que viven no sólo los priva de
la legítima aspiración a la prosperidad, sino de la mayoría
de los gozos y las satisfacciones que pueden derivarse de una sociedad democrática.
Por eso, cada vez que se presenta una oportunidad sobran cubanos dispuestos a
marcharse a Canadá o a España.
Demasiados grilletes -accionados por un descomunal aparato represivo-
aherrojan la sociedad cubana, para justificar con el argumento de la pobreza, de
la cual también es culpable el régimen que los oprime, a los
millones de cubanos que han emigrado o dieran un ojo por hacerlo.
Para el opositor político Eduardo Díaz Fleitas no es menester
bucear tanto para encontrar la razón por la cual tantos hayan decidido
abandonar la patria. "La gente se va de aquí porque en Cuba no hay
libertad", opina el activista.
El hecho de que Eduardo haya tenido que cumplir un año de reclusión
por intentar exigir respeto a los derechos humanos, parece una fehaciente
confirmación de su teoría. Por lo menos es tan creíble como
la tesis del gobierno, según la cual, los cubanos abandonan la Isla en
busca de un plato de comida.
Razonablemente, ambas teorías están en lo cierto. En Cuba pan
y libertad son, por igual, notoriamente deficitarias.
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