El recuerdo
de Angola
Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, noviembre (cubanet.sergipeconectado.com) - Omar peleó en Angola. Se
traslada por el barrio en una silla de ruedas, pues perdió sus dos
piernas en un combate. Los vecinos lo saludan con afecto, lo ayudan a subir las
escaleras. Pero él, en su fuero interno, está triste.
Omar recuerda con resentimiento que siendo muy joven, mientras cumplía
con el servicio Militar Obligatorio, le avisaron con urgencia que habría
una "maniobra militar". El destino de tal maniobra fue un sitio en las
intrincadas selvas de Angola, adonde lo llevaron a luchar contra las tropas de
Jonas Sabimvi.
Allí soportó las difíciles condiciones de sobrevivencia
que impone la selva, extrañó mucho a sus padres, a su novia, de
quienes no pudo despedirse al salir de Cuba.
El día fatal una bomba estalló muy cerca de él. Cuando
despertó estaba en un hospital sin sus piernas. El regreso resultó
triste para toda la familia. Fue una experiencia amarga.
El gobierno de Cuba le otorgó medallas a Omar por su valentía
en los combates. Le dieron un apartamento y un automóvil marca Moscovich
fabricado en la URSS, que ahora yace abandonado en un garaje.
Por su condición de impedido físico, Omar logró que le
concedieran una licencia de vendedor ambulante, llamados "merolicos"
en Cuba, y opera en la zona del Parque de la Fraternidad, en el municipio
capitalino Centro Habana. Allí se encuentra frecuentemente con un amigo,
que también perdió sus piernas luchando en Angola. Ambos luchan de
igual modo por sobrevivir, por ganarse honradamente unos pesos.
Todavía Omar conserva su carnet de militante del Partido Comunista de
Cuba, aunque asegura que no le sirve para nada porque "buscar dinero en
Cuba no es nada fácil hoy". Sin embargo, lo preserva para no tener
problemas. Lo puede librar del acoso de la policía contra los vendedores
ambulantes: "A la hora de la verdad ellos (los policías) no creen ni
en su madre".
Cada día, Omar sale de su apartamento bien temprano. Su silla de
ruedas va cargada de jabas de nylon que contienen los pares de medias, cassetes
de música, cuchillas de afeitar, pantaletas, calzoncillos y blusas, los
cuales compra en el mercado ilegal y luego revende. Tiene Omar que trabajar duro
con sus brazos por más de una hora, pues el sitio donde vende dista unos
cinco kilómetros de su vivienda. Él no tiene silla eléctrica,
por tanto, el esfuerzo diario es considerable.
Omar participa en todas las actividades del Comité de Defensa de la
Revolución de la cuadra donde reside. "¿Qué otra cosa
voy a hacer?", dice en voz baja para que no lo escuchen.
Aunque el tiempo ha pasado, Omar no olvida el año que permaneció
en Angola. "No hay mes que no sueñe con la guerra", dijo.
Omar se siente traicionado: "No valió la pena tanta lucha. Hoy,
esto es una mierda".
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