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9 de octubre, 2002


Final de un malogrado viaje

Rafael Ferro Salas, Grupo Decoro

PINAR DEL RIO, octubre (cubanet.sergipeconectado.com) - El día estaba terminando. Los cuatro pasajeros viajaban de pie en la parte trasera del camión de carga. Llovía y los cuatro llevaban la ropa mojada, pegada al cuerpo. Dos mujeres y dos hombres.

Al cabo de una hora y media cesó la lluvia. Uno de los hombres miró al cielo y dijo: "Parece que escampó". Entonces una de las mujeres añadió: "Nos vino bien la lluvia, no había un solo policía en la carretera".

Con una sonrisa de malicia el hombre que había hablado asintió con la cabeza. Más tarde el camión entró en el pueblo. Era un pueblo pequeño, pegado a la costa. El camión se detuvo y el chofer extendió la mano para que los pasajeros pagaran por el viaje. El hombre que no había hablado en todo el camino pagó por los cuatro.

Bajaron del camión y estuvieron en la calle, parados, hasta que el vehículo se perdió de vista en la esquina. Caminaron despacio los cuatro. Ya se veía el mar. Cada uno llevaba una jaba. Eran jabas grandes y pesadas. Eso se notaba por el esfuerzo que tenían que hacer las dos mujeres para caminar junto a los hombres.

Se detuvieron frente a una casa al otro extremo de la calle. Miraron el número en la pared. La mujer que había hecho la reflexión sobre la lluvia dijo: "Esa es la casa, caballeros". La otra mujer añadió esperanzada: "Ojalá estén ahí".

Los cuatro entraron al portal de la casa. El hombre que pagó el pasaje tocó a la puerta. Al rato le abrió una vieja que se veía nerviosa. Apenas tuvieron tiempo para ser alertados. Un hombre vestido de policía apareció detrás de la anciana. En menos de veinte minutos la casa estaba llena de policías. Los cuatro se dieron cuenta de que los habían descubierto.

Ya era medianoche y todavía estaban detenidos en la estación de policía. Los hombres no tenían noticias de las mujeres. Las compañeras de viaje eran sus esposas. Uno de los hombres fumaba. El otro miraba el techo del calabozo: "Estuvimos cerca, ¿verdad?" -dijo el que fumaba. Luego exclamó, preocupado: "¿Habrán cogido a los que vinieron en la lancha?"

Entonces el otro dejó de mirar al techo y confesó: "No voy a dejar de intentarlo. No pienso morirme aquí en Cuba. Si no pudo ser en este viaje será en otro, pero un día vamos a llegar a Florida".


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