Aquí,
los informales
Lázaro Raúl González, I
HERRADURA, octubre (cubanet.sergipeconectado.com) - La prestación de servicios en
Cuba es diferente de la mayoría de los países del mundo. El
sistema sociopolítico y económico vigente en la Isla así lo
determina. Bajo el socialismo real, el gobierno, propietario de todo, debe
garantizarlo todo -incluidos los más nimios servicios.
Pero en la vida real el gobierno garantiza muy poco. Si a la hora de la cena
usted apetece una pizza para disfrutarla junto a su familia se encontrará
con ciertos problemas que cuando menos le harán reorientar el apetito.
En primer lugar, en la mayor parte del territorio nacional no hay una pizzería
que ofrezca servicio a domicilio. En segundo lugar, lo más probable es
que usted no tendría la posibilidad de hacer una llamada, pues la empresa
de telecomunicaciones estatal -por supuesto, la única que existe en el país-
sólo asigna una conexión telefónica a los confiables del régimen.
Y éstos son una exigua minoría.
Esto no significa, empero, que los cubanos no puedan comer pizzas. De
garantizar esto (y de mucho más) se encarga el reprimido pero siempre
creciente comercio informal. Sus "activistas", generalmente fuera de
la ley, ofrecen los más variados servicios a través de toda la
Isla.
No hay problemas para la señora que no encuentra en un comercio
estatal un cake para la fiesta de cumpleaños de su bebita. Cerca de su
casa vive y trabaja -listo a cualquier hora- un repostero particular.
Últimamente la existencia y el funcionamiento de los gestores de la
informalidad no se explican sólo con la crónica ineficiencia y
desabastecimiento inherentes al socialismo. A través de sus áreas "dolarizadas"
el gobierno está vendiendo de todo. Pero el particular ofrece lo mismo a
precios mucho más asequibles al cubano promedio.
Sin embargo, no es fácil la competencia para los esforzados criollos
que ofreciendo servicios a sus conciudadanos aseguran su propia manutención.
Aunque depende de una gestión pública, su labor debe ser
clandestina, pues los inspectores estatales los persiguen y multan.
Frecuentemente también les decomisan sus medios de trabajo.
La obtención de las materias primas y del instrumental de trabajo
constituye un verdadero rompecabezas para estos protagonistas del clandestinaje.
Casi todo -desde la pega del zapatero remendón hasta las varillas del
soldador, pasando por la caja de herramientas del mecánico- es adquirido
en el mercado negro. Pero en éste, que se nutre de las empresas
estatales, también hay crisis.
Aún así, los prestadores de servicios particulares están
siempre dispuestos a atender las solicitudes de la gente. Sus habilidades e
ingenio son puestas a prueba a diario. Es frecuente que quienes no encuentran
solución a sus problemas en los establecimientos estatales se dirijan
entonces a un pequeño negocio particular.
De tal modo, nuestros cacharreros, bajo la ilegalidad y el desabastecimiento
lidian heroicamente con la podredumbre de una sociedad paupérrima. Sus
clientes les piden milagros:
- ¿Podría usted revisarme el ventilador? En el taller estatal no
quieren mirármelo porque dicen que no tienen piezas. Mi padre lo tenía
tirado en un rincón porque está roto hace unos años, pero
no es tan viejo
es del año 1952. Ya sabe usted qué calor está
haciendo y...
- Venga a buscarlo el viernes -le respondió el cacharrero.
Y el viernes el ventilador estuvo listo, casi tan potente como en el año
52.
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