Pedacitos del
censo
Lázaro Raúl González, I
HERRADURA, octubre (cubanet.sergipeconectado.com) - Desde esta misma página de
CubaNet habíamos puesto en duda que el censo recién concluido en
la Isla estableciera (con visos de credibilidad y tal como era su propósito)
cómo somos y qué hacemos los cubanos.
Y en efecto, de todo hubo.
Según una indagación realizada por esta agencia en la
provincia de Pinar del Río, en la mayoría de los 80 hogares
consultados se ofrecieron datos inexactos a los encuestadores del censo. Sólo
el 36 por ciento de los consultados declaró que había contestado
todo el cuestionario en concordancia con la realidad.
Las inexactitudes en las respuestas a menudo obedecieron a una deliberada
intención de la población de ocultar detalles personales que
consideran comprometedores ante las autoridades. Pero también la
insuficiente preparación de los encuestadores y el bajo interés de
la ciudadanía influyeron en las inexactitudes.
Por ejemplo, al responder sobre el status laboral de su esposo que se
encontraba ausente, una señora de Herradura declaró a la
encuestadora que la ocupación de su cónyuge era los "quehaceres
del hogar". Esto pese a que su esposo, machista clásico, jamás
la ha ayudado a pelar una papa.
Ni siquiera cuántos somos podrá determinar el censo a ciencia
cierta. Por increíble que parezca en un país donde abunda tanto el
control, es probable que varios miles de personas se hayan quedado sin ser
contabilizados.
Según pudo constatar este redactor, cinco personas NO fueron censadas
en la periferia de Herradura. Sus nombres son -a beneficio de los lectores y de
los organizadores del censo- son: Yosbel Medina Matías, Zulema Rodríguez
González, Miguel Alejandro Medina Rodríguez, Fela Raquel Gómez
Morera y Felíx Caridad Cruz Gómez.
Lo curioso del caso es que éstos no son cimarrones habitantes de una
remota aldea selvática. Constituyen dos familias que residen a unos
escasos mil metros del casco urbano de Herradura. Incluso ambos núcleos
disfrutan -cuando hay- de servicio eléctrico.
De acuerdo con alguno de los olvidados, la omisión podría
deberse al deplorable estado de las viviendas que habitan ambas familias, lo
cual presuntamente comprometería a las autoridades a facilitarles
materiales de construcción.
Según otra versión, estas personas no habrían sido
censadas para borrarlas del atlas demográfico nacional. Cuatro de los
cinco olvidados son familiares consanguíneos de este redactor -madre,
hermano y sobrinos- que es el único disidente declarado de la localidad.
Como quiera, esta omisión da la medida de la incompetencia de las
autoridades para acometer una actividad netamente cívica.
Aparentemente el éxito del censo habría sido todavía
inferior al que aquí se le había augurado. Ni siquiera cuántos
somos pudo quedar claramente establecido.
En todo caso, es obvio que ni los organizadores del censo ni los
encuestadores que lo ejecutaron fueron oportuna y debidamente adiestrados por la
policía política, que sí lo sabe todo: cuántos y cómo
somos, cómo vivimos y qué hacemos. Y mucho más.
Este censo bien pudo haberle consultado.
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