PRENSA INDEPENDIENTE
Octubre 2, 2003

POLITICA Mario no fue a la fiesta 432j1

LA HABANA, octubre (cubanet.sergipeconectado.com) - A Mario lo enterraron a las diez de la maana. Los presentes llevaban prisa porque era vspera de la fiesta de los Comits de Defensa de la Revolucin. Setenta y siete aos, dos infartos y una testaruda determinacin de no ceder, son demasiado para un corazn, aunque sea el de un comunista.

La despedida de duelo, a cargo de Vidal, su compaero en la fundacin del comit hace 43 aos, tuvo que ser abreviada por la lluvia y la prisa de los encargados de preparar la caldosa. Se determin que la celebracin cederista no sera suspendida por la muerte de Mario. Sera el mejor homenaje al ms veterano vigilante de la zona.

"El show debe continuar", acot vengativo e irnico Rey, el actor. El fue una de las vctimas de los informes de Mario, que siempre lo describi como "una yegua de campamento". Homofbico, siempre lo acos pese a su participacin asidua en las tareas de la organizacin.

Su amigo Emilito "el grandfunk" fue quien bautiz a Mario como "el chivato del barrio". El apodo se qued. Eso fue varios aos antes de largarse por Mariel, tras soportar estoicamente los mtines de repudio presididos por Mario.

En los ltimos aos, su combatividad y celo como guardin de la revolucin se desgastaron bastante. Unos dicen que por vejez, otros se lo achacan al perodo especial.

Para los ms jvenes y los nuevos en el barrio, que no lo conocieron en sus das de gloria, Mario no era ms que un viejito latoso hasta la impertinencia con sus cuentos de los primeros aos. Aquellos tiempos en que toda abnegacin y sacrificio eran pocos para mostrar fidelidad revolucionaria, a prueba de bomba atmica.

Esos cuentos importunaran a los vecinos reunidos en torno al humeante caldero y la mesa con caf y botella de ron barato.

Lo que nadie negar es que Mario nunca us su historial para su provecho o el de su familia. No entr jams en trapicheo alguno. Eso era parte de su leyenda. Los vendedores del mercado negro no llegaban a su puerta. Ignoraba al dlar, como si ste no existiera. Las quejas e incomprensiones de su mujer e hijos las enfrent con citas del comandante, cifras de Granma y culpando al "bloqueo imperialista".

Mario muri en su casa vieja, llena de puntales y goteras, sobre el despanzurrado colchn. Era feliz de creer que haba protagonizado una epopeya. En el atad visti una manchada guayabera de Vidal, su compaero del ncleo del Partido, que la cedi a los dolientes para la ocasin.

Mario no se cansaba de repetir, gesticulando con la mano izquierda, que no se poda bajar la guardia "ni un tantico as".

Su nieto, vistiendo una camiseta con la bandera norteamericana, bail en la fiesta cederista una pieza de Celia Cruz, una enemiga. En su juventud, Mario bail con los discos de la Sonora Matancera, pero ahora no le puede ceder terreno al adversario.

Con l en la fiesta, hasta la lectura del comunicado se tendra que bailar con la msica de Compay, Polo y Eliades Ochoa. Pero no est, y Obdulia, la responsable de vigilancia, con voz rasposa, se menea y canta: "No hay que llorar, que la vida es un carnaval".

Mario dijo siempre, cuando vea pasar a la por aquel entonces bella Obdulia, de miliciana o rumbo al trabajo voluntario, que la muchacha era el smbolo del CDR. Hoy Obdulia, flaca, mal vestida, avejentada y con tambaleos de borracha, busca con quin bailar.

Ella sigue siendo el smbolo del comit de Mario. cnet/50


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