POLITICA
Mario no fue a la fiesta 432j1
LA HABANA, octubre (cubanet.sergipeconectado.com)
- A Mario lo enterraron a las diez de la maana.
Los presentes llevaban prisa porque era vspera
de la fiesta de los Comits de Defensa
de la Revolucin. Setenta y siete aos,
dos infartos y una testaruda determinacin
de no ceder, son demasiado para un corazn,
aunque sea el de un comunista.
La despedida de duelo, a cargo de Vidal, su compaero
en la fundacin del comit hace
43 aos, tuvo que ser abreviada por la
lluvia y la prisa de los encargados de preparar
la caldosa. Se determin que la celebracin
cederista no sera suspendida por la muerte
de Mario. Sera el mejor homenaje al ms
veterano vigilante de la zona.
"El show debe continuar", acot
vengativo e irnico Rey, el actor. El fue
una de las vctimas de los informes de
Mario, que siempre lo describi como "una
yegua de campamento". Homofbico,
siempre lo acos pese a su participacin
asidua en las tareas de la organizacin.
Su amigo Emilito "el grandfunk" fue
quien bautiz a Mario como "el chivato
del barrio". El apodo se qued. Eso
fue varios aos antes de largarse por Mariel,
tras soportar estoicamente los mtines
de repudio presididos por Mario.
En los ltimos aos, su combatividad
y celo como guardin de la revolucin
se desgastaron bastante. Unos dicen que por vejez,
otros se lo achacan al perodo especial.
Para los ms jvenes y los nuevos
en el barrio, que no lo conocieron en sus das
de gloria, Mario no era ms que un viejito
latoso hasta la impertinencia con sus cuentos
de los primeros aos. Aquellos tiempos
en que toda abnegacin y sacrificio eran
pocos para mostrar fidelidad revolucionaria, a
prueba de bomba atmica.
Esos cuentos importunaran a los vecinos
reunidos en torno al humeante caldero y la mesa
con caf y botella de ron barato.
Lo que nadie negar es que Mario nunca
us su historial para su provecho o el
de su familia. No entr jams en
trapicheo alguno. Eso era parte de su leyenda.
Los vendedores del mercado negro no llegaban a
su puerta. Ignoraba al dlar, como si ste
no existiera. Las quejas e incomprensiones de
su mujer e hijos las enfrent con citas
del comandante, cifras de Granma y culpando al
"bloqueo imperialista".
Mario muri en su casa vieja, llena de
puntales y goteras, sobre el despanzurrado colchn.
Era feliz de creer que haba protagonizado
una epopeya. En el atad visti
una manchada guayabera de Vidal, su compaero
del ncleo del Partido, que la cedi
a los dolientes para la ocasin.
Mario no se cansaba de repetir, gesticulando
con la mano izquierda, que no se poda
bajar la guardia "ni un tantico as".
Su nieto, vistiendo una camiseta con la bandera
norteamericana, bail en la fiesta cederista
una pieza de Celia Cruz, una enemiga. En su juventud,
Mario bail con los discos de la Sonora
Matancera, pero ahora no le puede ceder terreno
al adversario.
Con l en la fiesta, hasta la lectura
del comunicado se tendra que bailar con
la msica de Compay, Polo y Eliades Ochoa.
Pero no est, y Obdulia, la responsable
de vigilancia, con voz rasposa, se menea y canta:
"No hay que llorar, que la vida es un carnaval".
Mario dijo siempre, cuando vea pasar
a la por aquel entonces bella Obdulia, de miliciana
o rumbo al trabajo voluntario, que la muchacha
era el smbolo del CDR. Hoy Obdulia, flaca,
mal vestida, avejentada y con tambaleos de borracha,
busca con quin bailar.
Ella sigue siendo el smbolo del comit
de Mario. cnet/50
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