SOCIEDAD
Una historia del "insilio" 321z1c
LA HABANA, octubre (cubanet.sergipeconectado.com)
- En Cuba hay familias enteras que se mantuvieron
en una especie de claustro, alejadas de la circunstancias
cotidianas. Hubo personas cuyas vidas quedaron
a la deriva, mientras otras, movidas al azar,
se vieron arrastradas por los acontecimientos.
Sin embargo, otros se enfrentaron a los acontecimientos.
Lucharon por no perder el curso de sus vidas,
aunque replegadas hacia su interior. Incluso,
so pena de pecar de inflexibles e intransigentes,
se parapetaron en las costumbres y hbitos
que les eran conocidos. stos constituyeron
el "insilio".
Una de estas historias es la de Lilia. Al comienzo
de la debacle, en el 59, se hallaba en la treintena
larga. Casada con un reputado profesional de xito,
gozaba de los beneficios de una economa
bien holgada. La familia de Lilia comprenda
dos hijas. Las muchachitas estudiaban la enseanza
primaria en el colegio a, una escuela de monjas
en la calle Coln, en Santa Clara, casi
al centro de Cuba.
Lilia acogi con escepticismo la barahnda
prometedora que a tantos impregn con engaoso
perfume despus del la huda del
presidente Batista, y tom medidas familiares
para impedir que la turbulencia de la calle entrara
en su hogar. Ante la intervencin gubernamental
de la enseanza privada, contrat
profesores a domicilio para la enseanza
de sus hijas. Insisti y convenci
a su esposo para que no cerrara su consulta particular
donde posea una buena clientela, ganada
con prestigio profesional.
As se prepar para resistir los
embates que la fuerza destructora del huracn
revolucionario desat con el fin de acabar
con una clase media floreciente.
Durante aos se super a s
misma para cerrar las posibles brechas que la
tormenta nacional pudiera producir en su hogar.
Lilia no abandon los signos exteriores
de su modo de vida. No renunci cuando
muchos se trasvistieron creyendo salvaguardar
la seguridad personal. Ella demostr cunto
la elegancia le debe a la sencillez.
Enarbol maneras y costumbres propias
de su mundo con la sencillez de una aristcrata
de espritu. A cambio fue tildada de loca.
De pasada de moda. Motes a los que slo
opuso una sonrisa. La sonrisa de la autenticidad.
Tambin cas a sus hijas como mejor
pudo, a pesar de las circunstancias. Sobrevivi
a su esposo con el dolor discreto de las verdaderas
seoras. Ms tarde presenci
la partida de sus hijas y nietas hacia el extranjero,
con el estoicismo particular de las grandes damas.
An, sin flaquear, se dispuso a enfrentar
la soledad con la misma entereza que siempre despleg.
La acompaaron sus discos de msica
cubana, sus adornos, un juego de sala estilo francs,
un poco descolorido, pero sin gota de polvo, y
sus joyas.
Sus ltimos aos y las circunstancias
cambiantes la obligaron a deshacerse de muchos
objetos y prendas. Con lo obtenido de los remates
sobrevivi y satisfizo necesidades varias.
Dej este mundo un fin de ao.
Los vecinos inmediatos, alarmados al no sentirla
trastear en todo el da, notificaron a
las autoridades la situacin y fueron ellos,
dicen, quienes la encontraron tendida en su lecho,
arreglada para el viaje final. cnet/29
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