SOCIEDAD
Una historia de mala muerte (II) 4g4554
LA HABANA, octubre (cubanet.sergipeconectado.com)
- Al borde de agotar el ltimo de los recursos,
sin or consejos, no de sabios, sino de
cuanta gente buena ha pasado por lo mismo, Lucila
decidi recurrir a algo que nunca hubiera
debido hacer.
Nada menos que ech mano del recurso de
los desesperados, el suicidio, lo que no es ni
recurso, ni discurso; ms bien ex curso.
Se cans, parece, de la mucha lucha, de
Remberto y de la mdico de la familia,
de los hijos casi en la adolescencia difcil
y hasta de sus cuarenta y dos aos. Escogi
el procedimiento ms doloroso -a mi modo
de pensar- pero el ms conveniente a los
ojos de una hija de la tropical subcultura islea:
auto incinerarse, quemarse, darse candela. Mas,
como dije al principio, la nebulosa de la mala
suerte no te deja ni pensar.
Se encam, se cubri con una sbana,
roci dos botellas de alcohol sobre ella
y el colchn. Con un rictus de amarga despedida
en los labios y el corazn deshecho, rall
el primer fsforo y esper que los
vapores etlicos lo inflamaran todo. Pero
no pas nada.
Dos, tres, cuatro, diez, veinte, se acabaron
los fsforos! Era su nica caja.
Al final del tnel siempre se alcanza
la luz. Justo entonces cay en cuenta de
que el problema no eran los fsforos, ni
ella con su idea de verse envuelta en las llamas,
corriendo por la cuadra para condenar eternamente
la infidelidad del cnyuge. El problema
no era otro que el agua que los "salaos"
de la bodega le echan al alcohol para aumentarlo.
"T sabes cmo es eso, no
queda otro remedio que luchar para vivir".
El refrn preferido de Pirolo, el dependiente
de la bodega, le cruz por la mente.
Con un grito se levant de la cama. Una
fiera rabiosa no es nada comparada con una suicida
frustrada. Sali a la calle, claro, no
como imagin, cubierta por las llamas,
sino mojada de la cabeza a los pies y maldiciendo
la hora en que se cas con el negro Remberto,
en que le pari los negritos; lo duro de
su vida en "este salao pas donde
nunca hay nada a la hora que ms falta
hace, y lo que hay no sirve.... y que ni matarse
puede uno ya"
En fin , que Lucila salv la vida, y Ud.
exclamar: qu bueno! Pero
no, recuerde que la mala suerte nubla a todos
con espejismos de fortuna. A las seis y media
de la tarde, cuando aparecieran los hijos, y despus
el Rembe, con qu enciende la cocina
marca Pike de kerosene con precalentamiento de
alcohol, y con cules fsforos enciende
el alcohol, en caso de que Celina, la mejor de
las vecinas, le preste una botella de alcohol
hasta el otro mes? Ella gast las dos botellas
que tena y los fsforos tambin.
Se quedaran sin comida y a aguantara
la inexorable bronca apocalptica de Rembero
y los atormentadores reclamos de comida de sus
hijos en la portada de la adolescencia difcil.
Lucila comprendi de golpe y porrazo que
lo suyo era la mala suerte, que no le consinti
ni siquiera una mala muerte. Se sent a
fumarse un cigarrillo Popular que quedaba en una
caja estrujada sobre el televisor Krim 218 blanco
y negro de la sala, pensando que le saba
bien estar viva y fumarse el ltimo cigarrillo,
sin darse cuenta de que no era ms que
un "tupamaro", un cigarrillo casero
que vende envasaditos en cajetillas casi autnticas
el de la cafetera de la
calzada que divide en dos este suburbio donde
vive. cnet/29
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