PRENSA INTERNACIONAL
Diciembre 30, 2004

El fondo y la forma del dilema cubano 2i6xb

Por Ricardo Lafferriere. Para LA NACIN. Argentina, 29 de diciembre de 2004.

Puede tener un cerebro humano otro dueo que la persona que lo porta?

La pregunta viene a cuento del argumento que la doctora Hilda Molina afirma que se le ha invocado por parte de las autoridades cubanas para prohibirle su salida del pas: que su cerebro es propiedad del Estado cubano, atento a la inversin que ste habra hecho en su desarrollo o formacin.

La sola enunciacin de la cuestin tiene un sabor ultramontano, similar a las caricaturas que en los 60 se hacan de la Revolucin Cubana por parte de los emigrados de Miami. En aquella poca, quienes hoy transitamos los 50, generalmente estbamos inclinados a creer que las acusaciones del exilio cubano nacan de las ideas ultramontanas de la derecha norteamericana, que no vacilaba en elaborar los ms reaccionarios "clichs" para desprestigiar a "la revolucin". Pero ha pasado mucha agua bajo el puente, y la simpata que en esos tiempos generaba "la revolucin" en muchos argentinos fue declinando al comps del anquilosamiento y la tozudez autocrtica del gobierno cubano.

Las contradicciones permanentes que los argentinos venimos sufriendo desde hace dcadas por parte de Fidel Castro (desde apoyar a la dictadura militar, hasta habernos estafado en casi dos mil millones de dlares) han contado con una opinin pblica que por entraables razones de afecto con el pueblo cubano, ha estado inclinada muchas veces a mirar con matices diferentes al gobierno del Partido Comunista de Cuba que a las cerradas burocracias autoritarias de Europa del Este, disimulando sus extravos y conservndole algo de crdito.

Cuba, como la Argentina, es firmante de la Declaracin Universal de los Derechos del Hombre, la que en su artculo 13 dispone con toda claridad que: a) Todos tienen derecho a la libertad de movimiento y residencia dentro de los lmites de cada Estado; y b) Todos tienen derecho a abandonar cualquier pas, incluyendo el propio, y el derecho de retornar a su pas.

No existe por parte de Cuba reserva a esta clusula, que obliga a sus Estados firmantes y genera a sus ciudadanos la proteccin internacional. Es conveniente recordar estas normas de fondo para evitar que las circunstancias istrativas de la Cancillera o del juego poltico interno lleven a olvidar la base jurdica del caso internacional.

No puede ignorarse que hay an quienes invocan la intangibilidad de la soberana y de la propia "autodeterminacin" de los Estados.

Sin embargo, el artculo 75 inc. 22 de la Constitucin al darle rango constitucional a los tratados de Derechos Humanos, como nuestra propia Corte Suprema, en su actual composicin, ha sostenido la vigencia supranacional de las leyes de persecucin penal frente a las violaciones de derechos humanos, en una clara afirmacin de que la "soberana" y la "autodeterminacin" de los Estados cede ante la necesidad de construir una humanidad ms respetuosa de las personas.

Ello es as porque el derecho penal acta protegiendo bienes jurdicos valiosos y sera incoherente imaginar la vigencia de una ley penal sin un bien previamente protegido. As lo hizo en el caso "Arancibia Clavel", ciudadano chileno que particip en el asesinato del General Prats como integrante de un organismo parapolicial chileno, an frente al recelo de muchos penalistas que temen cualquier debilitacin al principio de legalidad penal conquistado por la ilustracin. En esta causa, la Corte dej de lado garantas individuales de rango constitucional establecidas por el derecho argentino por entender que existe un inters superior de la humanidad que obliga a la proteccin supraestatal de los derechos humanos y a la persecucin supraestatal de quienes los violen.

Estos conceptos requieren ser aplicados por el pas como una integridad filosfica y no como una medida calificada por la ideologa, la simpata o la conveniencia interna.

* * *


Luego de la dramtica experiencia de la dictadura, nuestro pas ha sostenido que los derechos humanos tienen vigencia universal, por encima de las soberanas estatales, y que la humanidad entera puede defenderlos y reclamar su vigencia, se violen donde se violen. En esa lnea, una de las primeras decisiones del presidente Alfonsn fue firmar el Pacto de San Jos de Costa Rica, que el Congreso ratific. Desde all, la Argentina ha adoptado una actitud protagnica en la vigencia de los derechos humanos en el mundo.

Por encima de las desprolijidades diplomticas, que aunque importantes no son sustantivas sino adjetivas, nuestro pas ha sido una vez ms burlado por un jefe de Estado que as como ayer insult a nuestro presidente de entonces con una calificacin despectiva porque el pas decidi asumir su obligacin internacional de apoyar la verificacin de la vigencia de los derechos humanos en la isla, a la que est comprometido por tratados que debe respetar, hoy agravia a nuestro presidente actual, con quien juega al gato y el ratn manteniendo una decisin caprichosa ante una peticin humanitaria realizada con respeto -me atrevera a decir, hasta con sincera simpata y iracin por parte de su firmante- sin importarle en lo ms mnimo no slo cumplir con su obligacin como jefe de Estado, sino tampoco el dao poltico que su actitud pueda ocasionar a una istracin considerada "amiga" y que ha hecho no pocos gestos para atenuar el aislamiento latinoamericano autoimpuesto por Castro a su pas.

Al margen de los detalles, el pedido de Kirchner estuvo en lnea con la tradicin argentina. La respuesta de Castro, en lnea con su esencia autoritaria."Strictu sensu", sin embargo, quizs el gobierno cubano tenga razn: el procedimiento no debera ser pedirle como favor que cumpla con su obligacin. Debera ser apoyar ante la Comisin de Derechos Humanos de las Naciones Unidas la va que los tratados prevn en estos casos: una inspeccin de la ONU para que verifique "in situ" el cumplimiento o no de obligaciones a las que Cuba se someti al integrar el sistema internacional de defensa de derechos humanos.

Nadie podra sospechar, con los antecedentes del Presidente, que exista una concesin "al imperialismo" y s quedara claro que nuestro pas habra retomado su trabajo, su prdica y su lucha para que los seres humanos sean respetados como el centro de toda construccin poltica o econmica en el mundo. Dueos de su vida, de su destino y de su integridad, incluyendo su cerebro.

El autor fue embajador argentino en Espaa, ex senador y ex diputado nacional por el radicalismo.

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