La
severa voz de "la santa m�s pobre del museo" 1n4i4u
Pars, otoo
del siglo XX; entre la legin de escritores
latinoamericanos que habitan trasteros y barracas,
destaca la peruana Blanca Varela con su abrigo
gris perla y su vocacin de poeta abrasiva
Ral Rivero. El Mundo,
Espaa, 24 de junio de 2006.
Esa mujer existe
Me contaron hace poco unos viajeros que all,
en Lima, Blanca Varela estaba un poco triste.
Que no quera abrir demasiado las puertas
de su casa y prefera quedarse sola con
sus libros y sus soledades dndole vueltas
a la vida... A su vida, que comenz en
esa misma ciudad en verano de 1926 y terminar
cuando los das tengan 25 horas porque
esa es la nica inmortalidad premeditada.
Sera bueno, me dije, aprovechar ahora
que Blanca Varela est en ese trance especial
para hablar de ella. Recordarla en el esplendor
de su juventud en Pars, cuando miraba
el Sena pasar mientras pasaba ella junto a Sartre
y a Simone de Beauvoir y crea a flor de
piel en el existencialismo y en las lunas llenas.
Sera bueno evocarla con su abrigo gris
perla, en esa ciudad adonde se queran
ir todos los escritores y artistas de Hispanoamrica
y donde estaban ya Octavio Paz y una tropa dispersa
en posadas y hotelitos baratos, taimados y ambiciosos,
agazapados en stanos y ticos a
ver cundo era el santo da que
llegaba la gloria por correo en un mensaje de
una editorial o de una galera.
En aquel Pars, con Alberto Giacometti
y Carlos Martnez Rivas. Con su esposo,
el pintor Fernando de Szyszlo, cerca de un Henri
Michaux que estaba deslumbrado por Paul Klee,
por Amrica del Sur y por la India al mismo
tiempo. Un belga raro que lleg a escribir
que la ciudad de Quito tena nombre de
cuchillo.
S, habr que hablar de Blanca
Varela ahora y despus, cuando ella regrese
de las llanuras de la tristeza, que suele ser
llana y rida. Habr que hablar
y escribir porque su poesa nos concierne
a todos los que vivimos y soamos en espaol.
Esos versos que tuvieron, en sus primeros momentos,
un escarceo superficial con el surrealismo y luego
se hicieron parcos y concentrados y se convirtieron
en incondicionales de la idea, del pensamiento
y del mensaje. Poesa que no busca cuevas,
escondrijos ni antifaces y rechaza los pasamontaas
y las caperuzas.
Blanca Varela sale a decir las cosas. Con sobriedad
y recursos mnimos, como si quisiera que
el esplendor, igual que las procesiones y el ritmo,
caminara por dentro del poema.
Es una escritora que vive preocupada, tensa
por las alternativas de la existencia misma. La
suya y la de los dems. Es un ser humano
que busca la verdad interior y es severa. Y autocrtica
y estremecedora.
Su verso es hurao, agudo, y rgido.
Con esos bisturs, trata de hallar un fin
que ella sabe imposible; all, en ese cruce
de serventas, llega el sentimiento del
desencanto que recorre toda su obra y forma parte
de su manera privadsima de ver el mundo.
Ciertos estudiosos de su obra aseguran que, aunque
ella no oculta nada, su trabajo no se puede comprender
sin una valoracin coherente y reflexiva
sobre los silencios.
Algunos de sus libros ms importantes
son Ese puerto existe, Luz de da, Valses
y otras falsas confesiones, Canto Villano, Ejercicios
materiales y El libro de barro.
Blanca Varela pertenece, por los azares del tiempo
y los papeles, a la llamada generacin
de los 50. Sin embargo, su poesa la acerca
ms a sus hermanos mayores, a poetas que
llegaron al mundo algunos aos antes que
ella. En Espaa se llaman Jos Angel
Valente y Antonio Gamoneda. En Hispanoamrica,
son sus compatriotas Csar Moro y Emilio
Adolfo Westphalen. Octavio Paz y Jos Lezama
Lima.
Blanca Varela tiene un poema que se llama Vals
del ngel. Es un texto duro, heridor, agresivo
que, en un momento, menciona a un tal Jules. Ms
bien a alguien que ese da se llamaba Jules
en la plaza de la Bastilla y cuyos besos tenan
un sabor a fsforo y cebolla.
Ve lo que has hecho de m -escribe ella-,
la santa ms pobre del museo, la de la
ltima sala, junto a las letrinas, la de
la herida negra como un ojo bajo el seno izquierdo.
Los viajero que llegaron del Per slo
dijeron que Blanca estaba triste en Lima. Ojal
que la tristeza se le quite pronto. Ojal
que escriba aunque est triste.
Viernes
Elogio del delirio
Tuve en mis manos un libro que se titula Biografa
al conjuro cristfero. Lo escribi
un hombre, mecnico tornero, dueo
de un pequeo taller, que pag la
edicin de 500 ejemplares en una imprenta
malojera que publicaba almanaques y esquelas fnebres.
En la portada aparece el autor vestido con traje
de dril 100 y un sombrero de pajilla. En la contraportada,
el grabado de Jesucristo que ha presidido siempre
las salas de las casas de todas las familias catlicas
de Hispanoamrica.
A lo largo de las 120 pginas del libro
el autor explica cmo consigui
retratar al hijo de Dios una maana de
domingo, en el comedor de su casa, en el barrio
de Luyan, en La Habana confusa de 1962,
cuando, ante el avance del atesmo cientfico,
Jesuscrito y la virgen Mara, iban de habitacin
en habitacin hasta el fondo del patio
o a las humedades de los bales.
En el libro, el hombre narra que envi
el negativo original al famoso fotgrafo
ingls Anthony Amstrong-Jones, esposo de
la princesa Margarita de Inglaterra. Una carta
de la oficina del fotgrafo donde se acusa
recibo de la llegada de la foto de Jesucristo,
es el documento que, desde la ptica del
autor, garantiza que la imagen captada por l
es la original.
El autor tena unos 50 aos en
aquellos tiempos. Debe de haber muerto convencido
de que retrat a Jess y que su
obra era conocida hasta en Europa.
Muchos escritores y artistas de paso por Cuba
leyeron ese texto, que era propiedad del poeta
Luis Rogelio Nogueras. Creo que, al fin, se lo
llev Julio Cortzar, que tena
una coleccin de lo que l llamaba
literatura de los piantados.
Aquellas tierras producen con sospechosa frecuencia
este tipo de autores. Recuerdo a un poeta, Pepe
Pulido, que escriba versos. Su hijo, con
un reloj suizo, lo cronometraba, en busca del
rcord olmpico del verso rpido.
Luego, mostraba con orgullo su poema y el tiempo
exacto que haba consumido en su labor.
Madrigal para una ingrata, deca el texto
y pona debajo del ttulo: "Tiempo
oficial: 2 minutos y 37 segundos". Poema
para reconciliarme con Anglica: "Tiempo
oficial, 6 minutos y 41 segundos".
En esa antologa del delirio no puede
faltar el viejo Puig. Tertuliano tardo
de los bancos de la Escuela de Filosofa
y Letras. Un tipo alto que se haca acompaar
siempre por un libro -piel con papel Biblia- de
los de Aguilar (no importaba el autor). Se presentaba
como pensador de obras de teatro. A los 68 aos
tena pensadas 346 piezas.
Su obra inclua comedias musicales y
teatro guiol, espectculos de cabar
y una serie de monlogos sobre el amor
y los procesos de la evolucin de la especie.
Confesaba que se propona pensar 1.000
obras y, despus, retirarse tranquilo a
repensarlas sin prisa para alcanzar la perfeccin.
"Todo eso sin ningn temor por las
tentaciones y los riesgos del plagio porque todo
esto lo tengo aqu", deca
y se acariciaba con aire triunfal la cabellera
blanca.
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