SOCIEDAD
A rastras con Mart� 544x3s
Luis Cino
LA HABANA, Cuba - Octubre (cubanet.sergipeconectado.com) -
La existencia de la Nacin peligra. Lo
dice el gobierno. Lo dicen la oposicin
y el exilio.
Tantas veces se ha dicho y con tan variadas motivaciones,
que ya nadie hace caso. Total, a fuerza de identificarla
con el Estado, con la Revolucin o con
la voluntad de un hombre, ya ni se sabe a ciencia
cierta qu es la Nacin. Por eso,
entre otras cosas, peligra. No se sabe cuidar
lo que no se conoce y, de tantos que se la quieren
apropiar, no se sabe a quin pertenece.
Todos hemos tenido la culpa. Nos parcelaron la
nacin en nuestras narices mientras nos
entretenamos en aplaudir consignas de
caudillos y en soar el futuro. Nuestra
heredad fueron minsculos trocitos de la
bandera empapados en sangre. Nos arrullaron con
fbulas histricas que siempre tenan
moraleja y coletilla.
Y hnos aqu, en un nuevo siglo,
sin ponernos de acuerdo con nuestro pasado, tropezando
tercamente con las mismas piedras y supersticiosamente
temerosos del futuro.
Tena que ser as. La historia
de los pueblos cuando se transforma en interesados
meta relatos teleolgicos de pueblos elegidos
y destinos grandiosos no suele traer buenas consecuencias.
Ahora que va quedando tan poco que disputar de
la nacin entre todas las facciones que
la integran, le toc el turno en la rebatia
a Mart.
En realidad, el Apstol siempre estuvo
en disputa, slo que ahora, con la ria
en su clmax, algunos intelectuales de
la dispora aspiran a desmontar el mito
martiano. Los ms audaces invitan a enterrar
a Mart.
Ser tanta su frustracin
y desesperanza que decidieron ceder a Mart,
regalarlo en bandeja de plata, dejarlo definitivamente
en manos de los que se arrogan el monopolio de
la patria?
El castrismo recicl la confusa galaxia
que resulta el ideario martiano para dar legitimidad
histrica, un toque de marxismo-leninismo
aadido a la Revolucin Cubana.
Luego de la debacle del mundo sovitico,
fue el ingrediente bsico de su nacionalismo
enfrentado a muerte con los Estados Unidos.
Ahora que algunos caen en la trampa de no resistir
la tentacin de atacar a Mart o
desmontar la Cuba heroica, los intelectuales orgnicos
del rgimen son los celosos depositarios
del Santo Grial.
Deprime y preocupa el espectculo. A ambas
orillas del abismo, posmodernos y milenaristas,
herejes y oficiantes, todos irresponsables, andan
a rastras con Mart.
Todo espanta, pero ya nada asombra. Nos acostumbraron
tanto a los hroes inmaculados, al bronce
de las estatuas y a las historias perfectas, que
terminaron por aburrirnos.
Una triste consecuencia es que hoy muchos cubanos
identifiquen las gestas de la patria con el teque
y como tal lo rechacen. Para otros, son slo
pretextos y coartadas en sus agendas polticas.
Con tan poco a que aferrarnos, corremos el riesgo
cierto de vernos convertidos en una descreda
y aptica tribu en eterno viaje por el
desierto. Siempre en pos de cambiantes espejismos.
Mart no es ajeno a las culpas. Ms
all de los errores y autoras que
se le achacan, uno de sus peores errores, sabiendo
bien para qu serva la palabra,
no fue decir, alto y claro, que nuestro vino,
si es agrio, es slo y nada ms
que eso: vino agrio.
Tal vino no poda ayudar a digerir omisiones
y manipulaciones histricas. Era nuestra
historia y haba inexorablemente que comrsela.
Puede que no sea el momento oportuno para iniciar
otra digestin.
Salvar los smbolos de la Nacin
no est en manos de los santones idlatras
ni de los iconoclastas incendiarios de templos.
Es una tarea que rebasa ampliamente las posibilidades
de ambos.
La verdad histrica es asunto demasiado
serio y vital para un pueblo como para que se
la rifen entre gazmoos y perretosos.
A fin de cuentas, a quin puede
convenir, si es que conviene a alguien, hurgar
a estas alturas de la infravida como Nacin
en chismes histricos y pginas
de diarios largamente perdidas?
Ser cnico y dolorosamente
cierto que algunas mentiras, en adecuadas dosis,
ayudan a vivir?
En lo personal, el Jos Mart que
sigo prefiriendo, antes que el de los monumentos,
es el poeta genial que escribi los Versos
Sencillos. Tal vez ser por aquello de
que "el arroyo de la sierra me complace ms
que el mar".
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