PRENSA INDEPENDIENTE
Octubre 4, 2006

SOCIEDAD La muerte de mi abuelo 6z4v2y

Tania Daz Castro

LA HABANA, Cuba - Octubre (cubanet.sergipeconectado.com) - Mi abuelo materno tena ms de ochenta aos cuando decidi al fin dejarse conducir hacia ese mundo misterioso de la muerte, all por la dcada del cuarenta del siglo pasado. Era un verdadero personaje en el pueblo, enigmtico, mal genioso y prepotente como pocos.

Cuando le preguntaban su procedencia, en vez de decir las islas Canarias, tranquilamente responda que haba venido de otro planeta y se alejaba maldiciendo en su lenguaje silbado que slo su esposa entenda, porque era guanche como l y poda comunicarse mediante silbidos, sin siquiera mover los labios.

Pero a mi abuelo apenas lo recuerdo. Si hago un esfuerzo mental, slo veo delante de m un gran bulto humano con cabellos rubios y blancos, unos ojazos azules y una voz de trueno. Eso s, no se me olvidan los cerdos en el patio, que criaba para vender, en vez de ovejas, como haba hecho de joven en su tierra natal.

Contaba lo que su abuelo le deca con relacin a la llegada de los espaoles a esas islas del Atlntico, an no conquistadas, y la sorpresa que se llevaron cuando descubrieron que los canarios eran hombres altos, corpulentos, bien parecidos, pelirrojos y con ojos del color del cielo.

En el pueblo haba carnaval cuando mi abuelo decidi acostarse en su cama y comenzar a morir. Deca que a causa del barullo de los changis, las tmbolas, las comparsas y las carrozas no poda morir tranquilo. Es por eso que esper a que las fiestas terminaran para comenzar a dar las rdenes que todos sus hijos escucharon sin chistar a su alrededor, porque a pesar de estar ms muerto que vivo, le teman. Tal vez hasta pensaron que en cualquier momento poda levantarse a repartir cuero con el cinto que llevaba a la cintura. Era quien siempre deca la primera y la ltima palabra. El hijo que no estuviera de acuerdo, poda coger la puerta.

Muri, segn me contaron, con los ojos abiertos y la lengua afuera tratando de decir quin se quedaba en su lugar, angustiado, porque presenta que con su muerte el mundo se iba a desplomar.

A pesar de que el abuelo se mora, la familia y los amigos vecinos de los alrededores seguan viviendo de forma normal, como si nada los alterara, como si nada los entristeciera. Una de mis tas continuaba enfrascada en sus crucigramas, otra se escapaba con el novio a un platanar cercano, mi madre segua cantando mientras se baaba en el ro, mi abuela, entre dientes, deseaba que el viejo descansara al fin y el perro se mostraba tan contento como siempre, a juzgar por su rabo cuando lo llamaban.

Jams pudo sospechar mi abuelo que iba a ser llorado, enterrado y olvidado con la mayor premura. Al poco tiempo volvieron a escucharse los danzones y los valses en el viejo tocadiscos de la sala, a celebrarse los cumpleaos de los menores y a regresar los novios de mis tas con flores de regalo y promesas de casamiento mientras la Luna, como testigo, pareca colgar de los aleros del techo.

Pas el tiempo y si se mencionaba al abuelo, era para lamentar que hubiera actuado como un tirano hasta el ltimo momento de su muerte. Hasta mi madre, que tanto lo quiso, comentaba que por primera vez rein la libertad en aquella, su casa materna.


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