SOCIEDAD
La muerte de mi abuelo 6z4v2y
Tania Daz Castro
LA HABANA, Cuba - Octubre (cubanet.sergipeconectado.com) -
Mi abuelo materno tena ms de ochenta
aos cuando decidi al fin dejarse
conducir hacia ese mundo misterioso de la muerte,
all por la dcada del cuarenta
del siglo pasado. Era un verdadero personaje en
el pueblo, enigmtico, mal genioso y prepotente
como pocos.
Cuando le preguntaban su procedencia, en vez
de decir las islas Canarias, tranquilamente responda
que haba venido de otro planeta y se alejaba
maldiciendo en su lenguaje silbado que slo
su esposa entenda, porque era guanche
como l y poda comunicarse mediante
silbidos, sin siquiera mover los labios.
Pero a mi abuelo apenas lo recuerdo. Si hago
un esfuerzo mental, slo veo delante de
m un gran bulto humano con cabellos rubios
y blancos, unos ojazos azules y una voz de trueno.
Eso s, no se me olvidan los cerdos en
el patio, que criaba para vender, en vez de ovejas,
como haba hecho de joven en su tierra
natal.
Contaba lo que su abuelo le deca con
relacin a la llegada de los espaoles
a esas islas del Atlntico, an
no conquistadas, y la sorpresa que se llevaron
cuando descubrieron que los canarios eran hombres
altos, corpulentos, bien parecidos, pelirrojos
y con ojos del color del cielo.
En el pueblo haba carnaval cuando mi
abuelo decidi acostarse en su cama y comenzar
a morir. Deca que a causa del barullo
de los changis, las tmbolas, las
comparsas y las carrozas no poda morir
tranquilo. Es por eso que esper a que
las fiestas terminaran para comenzar a dar las
rdenes que todos sus hijos escucharon
sin chistar a su alrededor, porque a pesar de
estar ms muerto que vivo, le teman.
Tal vez hasta pensaron que en cualquier momento
poda levantarse a repartir cuero con el
cinto que llevaba a la cintura. Era quien siempre
deca la primera y la ltima palabra.
El hijo que no estuviera de acuerdo, poda
coger la puerta.
Muri, segn me contaron, con los
ojos abiertos y la lengua afuera tratando de decir
quin se quedaba en su lugar, angustiado,
porque presenta que con su muerte el mundo
se iba a desplomar.
A pesar de que el abuelo se mora, la
familia y los amigos vecinos de los alrededores
seguan viviendo de forma normal, como
si nada los alterara, como si nada los entristeciera.
Una de mis tas continuaba enfrascada en
sus crucigramas, otra se escapaba con el novio
a un platanar cercano, mi madre segua
cantando mientras se baaba en el ro,
mi abuela, entre dientes, deseaba que el viejo
descansara al fin y el perro se mostraba tan contento
como siempre, a juzgar por su rabo cuando lo llamaban.
Jams pudo sospechar mi abuelo que iba
a ser llorado, enterrado y olvidado con la mayor
premura. Al poco tiempo volvieron a escucharse
los danzones y los valses en el viejo tocadiscos
de la sala, a celebrarse los cumpleaos
de los menores y a regresar los novios de mis
tas con flores de regalo y promesas de
casamiento mientras la Luna, como testigo, pareca
colgar de los aleros del techo.
Pas el tiempo y si se mencionaba al abuelo,
era para lamentar que hubiera actuado como un
tirano hasta el ltimo momento de su muerte.
Hasta mi madre, que tanto lo quiso, comentaba
que por primera vez rein la libertad en
aquella, su casa materna.
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