15 de agosto de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

El chino es más concreto 5n175o

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, agosto (cubanet.sergipeconectado.com) – Todos los pueblos de Cuban tienen su personaje pintoresco, a quien los ciudadanos respetan y protegen. En Jaimanitas hay muchos, y entre ellos sobresale Mongui, el discursista. Un laborioso borrachín que trabaja todo el día en lo que cae para buscarse los 2 CUC que le garanticen la sobrevivencia: la cajita de comida y la botella de Chispa.

Mongui es un osado imitador. La bebida funciona en él como el brebaje del doctor Jekyl que lo convertía en Mister Hyde. Cuando Mongui se da “dos trancazos” se transforma en  Fidel Castro y echa a andar por las calles de Jaimanitas hasta el amanecer repitiendo los discursos del Máximo Líder.

Dueño de una memoria envidiable y con voz atronadora, utilizando la misma entonación de las frases y el dedo índice de la mano derecha alzado al infinito, repite íntegramente los discursos del Comandante.

Algunas personas lo conminan a continuar la arenga cuando la perorata se extingue. Se divierten un rato, y lo aplauden cuando logra escenificar con realismo las poses exaltadas del ex presidente. Cuando se aburren se marchan dejándolo solo en medio de la calle con su oratoria. Nadie lo ha molestado, ningún policía la ha emprendido con él porque lo que hace no es burla, sino borrachera. La actitud de Mongui es auténtica y tal parece que estuviera cumpliendo un deber social.

Mongui tiene 35 años, es un producto genuino de la era del hombre nuevo. Su índice en alto y las frases: ¡Estamos en el momento decisivo! ¡Somos hoy más fuertes que nunca y ningún enemigo podrá jamás doblegarnos!, atestiguan la legitimidad de sus discursos.

Hace un tiempo que Mongui está apagado. Tal parece que se le acabó la gasolina. Ahora la bebida le da por quedarse callado, triste y reflexivo. Ayer lo abordé en la calle, cuando empujaba una pesada carretilla repleta de escombros para descargar en el basurero colectivo, en busca de sus dos pesos convertibles.

-¿Por qué no imitas a Raúl?

Me miró sonriente. Levantó la pesada carretilla, se impulsó, y cuando se alejaba su voz me sonó distinta.

-No, porque el chino es más concreto.

 

 

 

 
 
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