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16 de junio de 2008

Cuba y nuestra seora de los gays 4z595g

CARLOS ALBERTO MONTANER 1748y

Cuba es el nico pas del mundo en el que es ms fcil cambiar de sexo que de partido poltico. Si usted es un seor inconforme con sus atributos masculinos, o usted es una seora que suea con afeitarse todos los das, el comprensivo estado cubano le soluciona quirrgicamente sus deseos y paga con gusto el enorme costo de esas complejas operaciones. Ahora bien, si lo que usted quiere es abandonar el Partido Comunista e integrarse en una formacin socialdemcrata o liberal, el gobierno lo expulsa de su trabajo, le enva turbas a la casa para que le peguen y lo humillen, lo acusa de agente de la CIA y lo condena a largas penas de cautiverio en unas crceles horribles.

La persona que ha hecho posible que algunos homosexuales y lesbianas cambien voluntariamente de gnero (por lo menos en el aspecto exterior) es Mariela Castro, una risuea sexloga, hija de Ral Castro, a quien hoy los cubanos, con cierta simpata, llaman ''nuestra seora de los gays''. Dada la especialidad universitaria que escogi, no hay duda de que se trata de una mujer con cierta amplitud de mente, persuadida de que es moralmente injustificable castigar a las personas por ser o sentirse diferentes.

En su gabinete profesional, seguramente cay en cuenta de que la naturaleza tiende a la variedad y no a la uniformidad, porque, como afirma el viejo dictum popular, ``hay tantos sexos como seres humanos''.

En realidad, es justo reconocer el derecho de las personas a elegir el gnero al que se quiere pertenecer. Existe un reducido porcentaje de seres humanos muy tristes y agobiados por la disonancia que padecen entre la apariencia externa y su yo ntimo, y nadie debe prohibirles que intenten adecuar su naturaleza psicolgica y su naturaleza fsica. Si con la ciruga obtienen o creen obtener un grado de felicidad, por qu el gobierno va a ponerles obstculos o tratarlos como ciudadanos de segunda categora? Es a ellos, slo a ellos, adultos en pleno control de sus facultades mentales, a quienes compete tomar la decisin que deseen con respecto a sus cuerpos y mentes.

Es exactamente a este punto al que quera llegar: hay una relacin estrechsima entre la felicidad y la capacidad para tomar decisiones personales. En 1941, el entonces muy joven pensador Erich Fromm public la primera versin de El miedo a la libertad, donde se consignaba la dolorosa conformidad de muchos seres humanos con gobiernos que los liberan de la angustia de tener que tomar decisiones, pero la experiencia prctica de los Estados totalitarios apunta en otra direccin: es infinitamente peor el horror, la enorme devastacin psicolgica que provoca la falta de libertad, entendida sta como la posibilidad de tomar decisiones que afectan nuestra vida. Sencillamente, el dolor de no poder tomar decisiones libremente es mucho ms intenso que el alivio menor de que sea el Estado quien asuma arbitrariamente esas funciones.

Mariela Castro, felizmente, convenci a su padre de que haba un puado de cubanos, hembras y varones, que queran cambiar de sexo para tratar de ser felices. Podr convencerlo de que hay otros millones que para tambin ser felices desean elegir los libros que les apetece leer, las ideas que les parecen ms razonables, los partidos polticos que mejor se adaptan a sus valores e intereses, los pases a los que quisieran visitar, o el tipo de rgimen poltico y econmico que los saque de la miseria en la que viven?

Los cubanos, en fin, ya pueden amputarse o instalarse un pene. Podrn votar libremente alguna vez?

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