¡Y luego dicen que el pescado es caro!
Frank Correa
LA HABANA, Cuba, abril (cubanet.sergipeconectado.com) - Jaimanitas fue toda la vida un pueblo de pescadores. En la actualidad su estatus social ha cambiado.
Tres elementos fundamentales han incidido en el cambio: la vida, la naturaleza y el Estado.
Con el transcurso del tiempo se marcharon para siempre los legendarios pescadores, que pusieron en alto el nombre del poblado en campeonatos mundiales de pesca submarina y en los torneos internacionales de la aguja Ernest Hemingway: Santos, Atila, Peje Diente, Los Mallorquines. También se han muerto otros menos gloriosos, pero igualmente verdaderos artistas del arte de la pesca.
La naturaleza, atacada violentamente por el descuido y la pereza propia del socialismo, derivó en unas costas impropias para el hábitat de la fauna marina. Toneladas de basura, el saqueo indiscriminado de arena para la construcción de viviendas, las redes furtivas que impiden el movimiento natural de los peces para la alimentación y cría, los huracanes que arrastran inmensas cantidades de piedras al litoral, sin que nadie se preocupe de limpiarlo, son algunos aspectos que atentan contra la población de peces.
Desde 1994, año en que se produjo la crisis de los balseros, las leyes restringen a cero las licencias para embarcaciones pesqueras particulares, y cada vez son más altas las cuotas a pagar por atraque y permiso de guardafronteras a los viejos socios que todavía integran el Club Náutico. La falta de recursos para reparación y mantenimiento es otro capítulo decisivo para que cada día sean menos los botes que se hacen a la mar.
La pesca de orilla, que fue siempre una posibilidad de distracción para los residentes en Jaimanitas, y a la vez una fuente de sustento en situación de crisis, ha quedado relegada al recuerdo de cuando los amigos se reunían con sus familias para probar suerte lanzando el anzuelo al agua, mientras conversaban y se divertían.
Los mejores lugares de captura están cerrados al público. El puente Los Marinos, que se adentra en el mar, y criadero natural de peces, es un lugar solitario y olvidado dentro de la demarcación del Círculo Social Obrero Aracelio Iglesias, reservado para los trabajadores del Ministerio de la Industria Pesquera. El otro sitio de privilegio para enganchar roncos, parguetes y rabirrubias es el muro del Marcelo, repleto de cabezos y cuevas submarinas, cerrado también al pueblo por pertenecer al Ministerio de la Industria Ligera.
La venta de avíos de pesca no existe; los vendedores de antaño murieron y nadie se dedica a un negocio que no rinde. Cuando llega la corrida del pargo sanjuanero y pasan algunos pescadores con los pesados al hombro por las calles de Jaimanitas, una escena que antes era cotidiana se convierte en el acontecimiento del día.
Sólo queda una opción para comer pescado, el Mercomar, la tienda del Estado que vende productos marinos a precios por las nubes y que muy pocos pueden comprar. Los habitantes de este antiguo poblado pesquero se limitan a mirar por los cristales de la vidriera los peces congelados, recordando con nostalgia los tiempos cuando eran tan fáciles de pescar en la orilla.
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