Causas indirectas 3a2b17
Leonel Alberto Pérez Belette
LA HABANA, Cuba, julio, cubanet.sergipeconectado.com -En la mañana del pasado viernes y con la homilía central presidida por el Cardenal Jaime Ortega Alamino, se ofició en la Catedral de La Habana una misa de cuerpo presente por el alma del sacerdote español Mariano Arroyo Murillo, párroco del Santuario Nacional de Nuestra Señora de Regla; quien fuera brutalmente asesinado el pasado lunes.
El arzobispado ha mantenido el criterio de que no ha existido ningún componente político en este crimen, que no vincula con el homicidio del también sacerdote español Eduardo de la Fuente Serrano, ocurrido el reciente 14 de febrero y aún en fase de investigación por parte de las autoridades policiales. Otras personas, mantienen el criterio de que, aunque indirecto, si existe un componente político que ha motivado durante años los robos a instituciones religiosas y hermandades.
El criterio divergente, mantenido por muchas personas, no parte de que el estado cubano haya tramado directamente el asesinato de ambos prelados, sino de que el andamiaje burocrático del sistema pudo figurar indirectamente entre las causas primarias de tan funesto desenlace. Sucede que el régimen cubano impone desproporcionadas medidas regulatorias a las cuentas bancarias a nombre de entidades religiosas y hermandades. El Banco Nacional de Cuba establece topes a los montos que se pueden depositar, o retirar en un momento dado. Todo lo anterior ha traído como consecuencia que las instituciones de este tipo se abstengan de depositar el dinero en instituciones bancarias, manteniendo el grueso de sus fondos en cajas fuertes situadas en sus mismas instalaciones.
Tales circunstancias son de conocimiento público, lo que explica porque las iglesias y hermandades permanecen siempre en la mirilla de los delincuentes. En Cuba, estos malhechores comunes no suelen pasar de ser burdos rateros sin sofisticación, que en la mayoría de los casos recurren a diferentes niveles de violencia para conseguir sus propósitos. Es prácticamente imposible llevar cuenta de la barbarie y violencia prevalecientes en nuestra sociedad debido a que no existe crónica roja en la Isla y hechos de este tipo solo son conocidos a través de rumores callejeros. En Cuba todos los medios de comunicación son propiedad del Estado que, a pesar de la creciente violencia social, se empeña en proyectar una falsa imagen de seguridad ciudadana y tranquilidad.
El mismo Arzobispado se ha visto en la necesidad de denunciar ante las autoridades sucesivos robos, en los cuales los delincuentes han abierto cerrojos, cajas fuertes, o desactivado complicados sistemas de alarma cuyos mecanismos sólo domina el personal de la empresa que las instala, propiedad del gobierno y controlada por el Ministerio del Interior.
A lo anterior, que de por sí incentiva la actuación de delincuentes comunes, conocedores de que en las iglesias es siempre probable la existencia de cantidades relativamente significativas de dinero en efectivo, hay que agregar el agravante de que los propios prelados se ven obligados a cubrir puestos laicales prominentes con personal contratado mediante empresas gubernamentales.
Las felonías dentro de los templos han sido habituales en la Isla desde hace muchos años, aunque siempre dentro de determinados márgenes, sobre todo en tiempos de crisis económica, pues la afluencia de personal es enorme. Fui testigo hace unos años en la Parroquia del Sagrado Corazón del Vedado, de cómo un individuo intentaba hurtar un ventilador en plena misa y hasta tuve que intervenir en otra ocasión para evitar que un enajenado mental se llevara un antiguo cuadro del Sagrado Corazón de Jesús colgado en la sacristía, que no tenía más valor que el devocional. Periódicamente también aparecen estafadores que llegan a engañar, o extorsionar, a algún que otro sacerdote.
El cardenal Ortega anunció durante el servicio religioso que las autoridades policiales ya habían detenido a uno de los presuntos homicidas del cura Marino Arroyo Murillo, que resultó ser el propio custodio. Por su parte, el padre Polcari, Canciller de la Iglesia Católica cubana, confirmó que el padre Arroyo Murillo había sido golpeado en la cabeza, apuñalado 5 veces, atado, y que su cuerpo habría sufrido quemaduras. Las características del crimen sugieren que la tortura pudo ser utilizada con el objetivo de obtener información, posiblemente sobre el paradero del dinero.
El proceso de investigación no ha terminado aún, para ninguno de los casos. Tanto la Embajada de España como las autoridades cubanas, guardan silencio.
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