Descortesía 1q2g5w
Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, julio (cubanet.sergipeconectado.com) - Tocan a la puerta. Del otro lado se oyen murmullos. Los anfitriones debaten a media voz la conveniencia de abrir o dejar que el visitante se marche tras darse cuenta de la nula disponibilidad de los propietarios a darle la bienvenida.
Finalmente se disuelve el cuchicheo. En el lado opuesto el hombre mira al techo. Sabe que las posibilidades de entrar se han reducido a cero. Gira y dirige sus pasos hacia su punto de partida. En el trayecto concluye que es una persona non grata.
Ha comprobado la veracidad de los rumores: la puerta sí tiene doble cerradura y los ocupantes del inmueble una notoria reticencia al diálogo abierto, a los compromisos honorables y a brindar por la materialización de obligaciones más allá de la elemental cortesía.
El señor Markus Meckel es el hombre que recientemente intentó entrar en Cuba sin poder alcanzar sus propósitos. El portazo fue discreto, sin violencia de por medio. Bastó el silencio para que la respuesta negativa fuera un hecho incontrastable.
Meckel, portavoz de política exterior de los socialdemócratas en el Bundestag (Parlamento alemán) quería conversar sobre varios tópicos. No era un emisario de las huestes que adulan y soban el lomo de la revolución. En su agenda estaban los representantes oficiales y los disidentes.
Deseaba tomarle el pulso a la realidad nacional desde la perspectiva de un demócrata en el más amplio sentido de la palabra.
Sabe que la solución de la problemática nacional pasa por el tamiz de la reconciliación, la pluralidad social y política, y por las libertades económicas todavía enterradas en el lodo del centralismo. Por querían que lo escucharan y también recibir de sus interlocutores las necesarias preguntas y respuestas.
Sus anhelos chocaron contra las paredes de la incomprensión. Es obvio que no existe la voluntad del gobierno para acceder a una distensión. Aun la nomenclatura ve en el aislamiento la coartada para conservar su estatus.
Ese es su medio natural donde recicla las incomprensiones, la hosquedad frente a cualquier señalamiento crítico y el perfil de una conducta que usa la lógica como vestido y el altruismo como un sombrero alón.
Meckel está convencido que Cuba se está cerrando. Así lo ha dicho claramente en los medios de su país que lo entrevistaron a raíz del desaire de las autoridades de la Isla.
Acierta en sus valoraciones. El socialismo apuesta y va a continuar apostando por el desafío y la tirantez antes que por una inversión de esfuerzos a favor de rectificar su visión maniquea de la realidad.
No hay señales de cambio. Lo que se presume como tal no son más que contorsiones, rejuegos, gestos que se esfuman sin dejar rastro alguno. En esencia, el predominio sigue en las manos de siempre.
Los altos mandos del partido comunista y el ejército tienen callos de tanto amasar el poder, pero nada de traspasos. Guantes y nuevos plazos. Esperar otra cosa es pecar de ingenuo.
El señor Meckel ya es parte de la nómina de los enemigos. No pudo despegar de Berlín rumbo a La Habana. Para él y todos los que vengan dispuestos a no acatar las reglas impuestas por la cancillería, no hay bienvenida que valga.
Llegará el momento que esas vergonzosas posturas desaparezcan. Nada es eterno, mucho menos este sistema que retoza con el desprestigio y la arbitrariedad. La jefatura no necesita la paz. En el conflicto permanente está su razón de existir.
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