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Cuba 58q61 La pelota se eleva
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La pelota se eleva

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, marzo (cubanet.sergipeconectado.com) - La relación de los cubanos con el béisbol es otra tarea para los psiquiatras, que algún día tendrán que ayudarnos a entender la historia de nuestros últimos cincuenta años.

Quizá la nota más sobresaliente de hoy en torno al entusiasmo de los aficionados de la Isla por el Segundo Clásico Mundial de Béisbol, sea la ausencia casi total de esos contenidos patrioteros, chovinistas, que tipificaron durante decenios cualquier comentario o exclamación a propósito del equipo Cuba. 

La prensa, los funcionarios y los narradores deportivos continúan apelando al honor, la dignidad y al orgullo patrio, unidos por unos embalsamamientos retóricos en el que ni ellos mismos creen. Pero entre la gente de la calle es muy común por estos días escuchar la salvedad –nueva, inédita en su proporción mayoritaria- de que su único interés está en el juego y que su apuesta por nuestros atletas obedece a simpatías ajenas a la política. 


 No será mucho pero es algo más que nada, al menos como señal, dadas las circunstancias.

 Estarían de más los detalles sobre el modo en que la tiranía ha monopolizado (manipulándolas) las emociones que despierta nuestro deporte nacional. Al punto que ya resultaba imposible establecer límites entre la simple afición deportiva, el sentimiento patriótico y el apoyo entusiasta de la gente a la propia tiranía. Las tres manifestaciones se presentaban consubstanciadas, para complacencia del régimen, al que tanta ilusión le produce ser sinónimo de Cuba. 

 Es sabido también que esta pícara argucia del poder llegó a provocar que numerosos aficionados cubanos, dentro y fuera de la Isla, reaccionasen rechazando de plano nuestra selección nacional. Le iban (le van) todo el tiempo al equipo contrario, sea cual fuere. Los psiquiatras del futuro tendrán en buena  base material de estudio, no por la reacción de estos aficionados, que es lógica y hasta orgánica, sino por sus motivaciones y las secuelas que genera.

 Otra ardua faena les espera a los psiquiatras cuando intenten explicarse la razón por la cual los adolescentes cubanos marcan hoy un vacío muy acentuado entre las multitudes de aficionados que siguen por la televisión cada partido, cada mínimo desempeño del equipo Cuba. El hecho de que este fenómeno no haya sido suficientemente abordado por los medios de información no significa que no resulte tan visible como el sol. Y además, inquietante. 

La apatía que muestran nuestros adolescentes ante las incidencias del Segundo Clásico Mundial de Béisbol parece romper el prurito, antiguo y proverbial, de que los cubanos nacen con un guante en una mano y un bate en la otra. También podría constituir otra prueba de que a las nuevas generaciones de aquí no les importa ya nada de nada, porque están robotizadas, huecas. Sin embargo, todavía se les nota un cierto interés por el fútbol y por sus astros internacionales, contrariamente a lo que ocurre ahora con la pelota.


En fin, que al igual que en todas las demás tradiciones cubanas, en la afición por el béisbol también supuran hoy las llagas ocasionadas por el Armagedón totalitario. Si tales llagas están o no a tiempo de ser curadas, es algo que deberán determinar los psiquiatras del futuro mediante el análisis pormenorizado de sus causas. Pero ello no impide que resulten esperanzadoras las actitudes que se han observado por acá durante este Segundo Clásico Mundial de Béisbol. ¿Será que nuestra pelota se eleva al fin para volar las cercas?

 

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