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Horas libres

Frank Correa 5c606n

LA HABANA, Cuba, agosto (cubanet.sergipeconectado.com) - Un recluso del correccional guantanamero La Cerámica, condenado a cuatro años por peligrosidad pre delictiva, aprendió a defenderse en el cautiverio para sobrevivir.

Una de sus argucias fue proporcionarse cuatro horas diarias de libertad valiéndose de un subterfugio. Penetraba por una ventana de la oficina del reeducador y escondía su tarjeta de recuento dentro de los papeles del archivo. A  las diez de la noche, cuando el oficial de guardia formaba a los reclusos en la plazoleta para contarlos, su ausencia pasaba inadvertida.

Abrigado por la oscuridad, y en combinación con algunos compañeros, se deslizaba bajo la cerca de púas, atravesaba a toda carrera el potrero que separaba el correccional de la carretera de Caimanera, y  tomaba el ómnibus de las diez y veinte.

Llegaba a su casa a las once, le decía a su familia que estaba de pase, dormía con su mujer, se levantaba a las cuatro de la mañana, regresaba en el ómnibus de las cinco, devolvía la tarjeta de recuento a su sitio, y se  acostaba en su litera, listo para el  primer pase de lista  del día.

El correccional de Guantánamo tenía dos hornos para la fabricación de ladrillos, y abastecía las construcciones militares de la provincia. También existía una brigada  que producía bloques, y otra mosaicos, ininterrumpidamente, desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche.

Los reclusos trabajaban duro. Las cuatro horas diarias de libertad junto a su esposa y su hija, en cama caliente, burlando  el recuento con su ardid, las consideraba bien merecidas, como venganza contra el tribunal que lo enjuició.

Una vez, la Casa de  Cultura  de Caimanera convocó  a un concurso literario entre  reclusos, para que expusieran sus puntos de vista sobre la libertad. El premio: un pase al ganador para ver a la familia. El cuento del recluso que burlaba el recuento y se escapaba en  el ómnibus de las diez y veinte, estuvo  entre los finalistas.

La premiación se realizó a las tres de la tarde de un 26 de julio, pero el reeducador del correccional,  Pérez Palma se llevó al recluso esposado para la cárcel de alta seguridad El palomo blanco, a las dos. Llevaba en sus manos una copia del manuscrito, como evidencia de la fuga cotidiana del prisionero. .





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