Frank Correa 1x328
LA HABANA, Cuba, agosto (cubanet.sergipeconectado.com) - Nilo Ruíz, el pescador de Santa Fe varias veces asediado en medio del mar por el barco guardacostas matrícula 119, y que siempre se resistió a subir a bordo, y luego de ser perseguido por mar y tierra logró escaparse remando junto al litoral hasta los manglares del bajo de Santa Ana, llegó a la casa de este reportero con una multa de 3 mil pesos que le habían impuesto.
Explicó que por rehusarse a cumplir la orden de la Capitanía del puerto, que exigía la destrucción de su embarcación rústica, fue multado según el decreto ley firmado por Fidel Castro en los años noventa, que prohíbe la pesca por cuenta propia.
En varias ocasiones Nilo intentó reunirse con el teniente coronel Aluija, jefe de Capitanía, representando a los cientos de pescadores que, como él, no saben hacer otra cosa que pescar y son perseguidos y obligados a destruir sus artefactos de poliespuma, que utilizan como embarcaciones para ganar el sustento de ellos y sus familias. El militar ha evadido el encuentro.
El jefe de sector de la policía de Santa Fe le tiene el ojo echado a Nilo, y en dos ocasiones lo ha citado a la unidad para intimidarlo. Su liderazgo en el gremio de pescadores por cuenta propia le ganó el odio de los revolucionarios de su cuadra, de los militantes del partido, que son sus vecinos. Incluso su padre, que fue miembro de la columna 1 del Ejército Rebelde, en la Sierra Maestra, y su madre jubilada de la Federación de Mujeres Cubanas, lo miran como un apestado.
Cuando le entregaron el comprobante de la multa, Nilo le preguntó al oficial con qué iba a pagarla si no le permitían ejercer su oficio. La respuesta fue:
-Mira a ver lo que haces, porque si no pagas en 30 días se te duplica.
El pescador llegó a casa con la intención de no pagar la multa y declararse en huelga de hambre por el acoso de que es víctima por parte de las autoridades marítimas. Lo persuadí de que las huelgas de hambre no son cosa de juego, y era más factible salir con un cartel a la calle exigiendo el respeto de sus derechos. Pero a Nilo no le gustó la idea, porque sería una provocación demasiado abierta que se acercaba mucho a subvertir el orden.
Le sugerí que pensara en esta opción: dejar de bañarse, tal vez lograra llamar la atención de sus acosadores por la peste.
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