Tania Díaz Castro 6e2u1h
LA HABANA, Cuba, agosto (cubanet.sergipeconectado.com) - El terrorismo en Cuba no surgió cuando el indio Hatuey fue quemado en la hoguera por los españoles, a la vista de cientos de indios estupefactos, hace más de cinco siglos. Tampoco cuando Valeriano Weyler llevó a cabo la reconcentración, en la que murieron miles de cubanos. Tampoco cuando los grupos de revolucionarios de los años treinta del siglo pasado, llevados de la mano de Antonio Guiteras, más conocidos como “Muchachos del gatillo alegre”, o “Los atorbellinados”, como les llamó Raúl Roa, ponían bombas, realizaban atentados y protagonizaban tiroteos en plena calle. Tampoco -es justo decirlo-, cuando los métodos de lucha del Movimiento 26 de Julio, liderado por Fidel Castro, eran los mismos de Guiteras.
El terrorismo comienza en Cuba a partir de 1959, con el triunfo de la llamada revolución, cuando en un discurso Fidel Castro declaró que se haría justicia por los veinte mil cubanos inmolados durante la tiranía de batista (cifra inventada por la revista Bohemia) que jamás se ha podido comprobar, como sí pudo hacerse en Moscú, cuando una comisión de derechos humanos logró reunir en 2005 una lista de nombres, apellidos y lugar de residencia de más de un millón de personas, víctimas de José Stalin.
Cuando las multitudes castristas pedían paredón a coro para los traidores a sugerencia de Fidel Castro, el dictador se aseguraba así la obediencia de esas multitudes, excitadas y dominadas por el miedo, porque había que matar a 20 mil personas que habían dado muerte a los 20 mil inmolados de la revolución.
Y el miedo continuó, porque las revoluciones estalinistas se caracterizan por el terror. Quien lo dude, que se remita a la biografía de José Stalin. En una ocasión le preguntaron si prefería la lealtad del pueblo porque lo amaba o porque lo temía; y respondió: “Prefiero que me teman: el aprecio puede cambiar, el miedo es inalterable”.
¿Así pensó Fidel Castro? ¿Qué decir de sus cárceles, repletas siempre de opositores, a los que llama mercenarios como pretexto para aplicar sus leyes?
Hace unos días, el ministro cubano de relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, rechazó enérgicamente la inclusión de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo. Todo indica que el señor Rodríguez ignora lo que todos conocen como Terrorismo de Estado, que no es otra cosa que “el uso sistemático, por parte del gobierno de un Estado, de amenazas y represalias, considerado a menudo ilegal dentro incluso de su propia legislación, con el fin de imponer obediencia y una colaboración activa a la población”.
No debe ignorar el ministro que los aparatos de terror creados en Moscú y La Habana (KGB y G-2), destrozaron no sólo a una gran parte de la población, sino también a sus jefes inmediatos: Lavrenti Beria y José Abrantes.
Tampoco debe olvidar que tanto el terrorista ruso Sergei Nechaev, y Ernesto Guevara, lo expresaron con claridad: “Un revolucionario sabe sólo una ciencia: la ciencia de la destrucción y el extermino (Nechaev). “El revolucionario tiene que convertirse en una fría y eficiente máquina de matar” (Guevara). |