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Lo que va de ayer a hoy 423m1n

Francisco Chaviano Gonzlez

LA HABANA, Cuba, diciembre (cubanet.sergipeconectado.com) – “Los salarios no alcanzan” es una frase que recorre el mundo, por la tendencia a consumir ms cada da. Pero ese no es el caso de Cuba, donde habra que decir: “Los salarios no existen, lo que importa es resolver a como sea”.

A mediados de los aos 50 Teresa Fernndez resida en Calzada Oa nmero 95, en Sagua la Grande, Las Villas. Era entonces una joven recin graduada de la escuela de comercio, oficinista de una fbrica de refrescos (Champan Sport), propiedad de Melquiades Martnez, padre de quien sera el primer senador cubano americano, Mel Martnez.

Teresa ganaba 76 pesos, y el dueo le permita llevar los libros de tres pequeos comercios con lo que sumaba al mes 100 pesos. Agregaba al ingreso familiar 25 pesos de la pensin de la madre, y conviva con sus hermanos menores, a quienes les pagaba los estudios y el transporte, en el colegio de los Jesuitas.

Durante la semana el trabajo y el estudio eran arduos, sbados y domingos los dedicaba a la familia. En la temporada de playa se iban en tren a Isabela, el puerto ms cercano, y de ah en botes, a la playa Esquivel. O se quedaba en la casa, compraba golosinas a los nios, asaba una pierna de cerdo o un pedazo de chivo, que sola acompaar con cerveza helada.

Algunas noches Teresa viajaba a Santa Clara para asistir a la universidad. Se gradu de Contadora Pblica en 1959. Fue Inspectora de Hacienda en esa ciudad, luego pas al banco provincial y ms tarde al nacional. As lleg a ocupar un puesto en la Oficina Central del Banco Nacional de Cuba, como Analista Global de la Economa, pero nunca ms pudo darse el lujo de comprar una piernita de puerco para asar en familia, y la playa Esquivel se convirti en una quimera.

Hoy Teresa est jubilada, vive en la playa Santa Fe, en La Habana, recibe de retiro el equivalente a 12 dlares. Gastar la cuarta parte de su pensin durante los prximos 8 aos para pagar la deuda por la compra de un refrigerador que le vendi el gobierno. El resto no le alcanza para pagar sus gastos por concepto de agua, electricidad y los poqusimos productos vendidos a travs de la libreta de abastecimiento.

A la generalidad de los ancianos cubanos le ocurre lo mismo, y viven con familiares que cubren el resto de sus gastos; otros venden jabas plsticas en la calle o se dedican a otras actividades ilegales para cubrir malamente sus necesidades. La espiral de pobreza generada por el gobierno asegura solamente dos formas de vida: mal vivir o vivir en la ilegalidad; aunque a veces ambas se unen.