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Historias cotidianas 551o6c Miguel Iturria Savn LA HABANA, Cuba, junio (cubanet.sergipeconectado.com) - Me contaba un enfermero del Hospital Naval, ubicado al nordeste de La Habana, que en esa institucin fue realizado un juicio ejemplarizante contra un galeno que venda certificados de baja mdica a los jvenes empeados en evadir el Servicio Militar Obligatorio. Lo inslito del caso no radica en el juicio en s, sino en el estado de euforia colectiva creado por la abogada de la defensa, cuya brillantez al argumentar desat el aplauso masivo de los asistentes, censurados despus por el director del hospital, quien convoc a una reunin para analizar “la inconcebible actitud de apoyo a un infractor de la tica mdica”. El director tena sus razones. Un juicio ejemplarizante no se realiza para aplaudir a quien comete un delito, sino para juzgarlo en pblico y evitar actos similares. La ley, por muy justa que sea, tiene carcter intimidatorio y preventivo. La vista oral no es una escenificacin teatral, aunque los asistentes pueden ser influidos por los argumentos del fiscal, el abogado defensor o la decisin de los jueces. En cierta medida, la euforia y los aplausos, ms que premiar el talento de la defensa, desnaturalizaron el sentido ejemplarizante del juicio y beneficiaron al acusado; aunque mi informante asegura que el clnico que lucraba con certificados de baja mdica ya no ejerce en ese ni en otro hospital militar del pas. Otros casos inslitos suceden en lugares pblicos de Cuba. No todos terminan en las salas de los tribunales pues algunas vctimas no denuncian a los ladrones o agresores. Es el ejemplo de Humberto, el carnicero de San Pedro y Carretera Central, en el municipio Cotorro, a quien hace unos das tres malhechores habilidosos le robaron siete mil pesos mediante un operativo premeditado que favoreci la fuga. En esto de robar y fugarse a tiempo, los arrebatadores de cadenas han sentado ctedra en los mnibus, parques y calles de La Habana. El modo de operar es conocido: casi siempre son tres, observan a la vctima y actan por seas; uno se apropia sorpresivamente de la cadena, el reloj o la billetera, mientras los otros le “hacen la pala” para cubrirle el camino y favorecer la huida. Un amigo que reside en Tapaste, cerca de San Jos de las Lajas, me contaba que tres estafadores desataron la ira de unos capos a quienes timaron con un “paquete de droga”. Al percatarse del engao stos le “cazaron la pelea”, le dieron una golpiza ejemplar en medio del parque, los acusaron de robo con violencia y asistieron como vctimas al juicio de los amedrentados estafadores. Desde hace varios aos el ndice de robo y violencia es alto y se mantiene relativamente estable. Las causales son dismiles. Los hechos mencionados son historias cotidianas. |