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Tras el pepino y la lechuga 1bk9 Oscar Mario Gonzlez LA HABANA, Cuba, noviembre (cubanet.sergipeconectado.com) - Desde el alba hasta el ocaso el cubano, no importa su status econmico u otras particularidades, anda detrs de las verduras y hortalizas en una batalla campal y sin tregua que nada tiene que ver con las ideas, pero s con las exigencias del estmago. El ciudadano sabe que la cosa anda muy mal y presiente que se pondr peor. Tal vez por ello ha decidido atender los reclamos de las tripas aparentemente para, si debe morir, hacerlo con la barriga llena. De ah que la pepilla coqueta y emperifollada ande por la acera con el mentn erguido, la mirada altiva y las posaderas oscilantes, sosteniendo la jabita contenedora del mazo de cebolla y lechuga. Otro tanto hace la tendera, antes orgullosa, con su uniforme pulcro y sus tacones de puya, algo embriagada por la atmsfera de distincin que la envuelve.Pero tambin se ve a la hija del coronel en iguales menesteres. Hoy un tanto menos estresada, pues ha podido, aunque al costo de hacer grandes colas, resolverle un poco de boniato a su mascota entraable para que no muera de hambre. El pltano macho, la vianda preferida del cubano, as como todas las variedades parecen haberse esfumado desde los vientos posteriores a los ciclones. El desaliento hace pensar a muchos que el aj, el pltano, y muchos otros productos del agro se fueron con los vientos para nunca ms volver. La radio, la televisin y los peridicos muestran a cada instante a un supuesto guajiro doblado sobre el surco regando el bejuco o la semilla. Se enfatiza que volver la vianda y la ensalada a la mesa como en otros tiempos. Que la ausencia es temporal porque el suelo est ah. Pero luego de cincuenta aos de promesas no cumplidas la gente ha dejado de creer en la madre tierra. Finalizamos noviembre. Es la poca habitual de la cebolla y el aj pimiento, as como de otros tantos renglones agrcolas que empiezan a inundar las tarimas de los agros mercados y de los puestos de viandas. Hasta el da de hoy las reducidas ofertas se basan en la yuca y el boniato, y a veces en una que otra malanga. Por regla general, haciendo largas filas donde se pugna por comprar entre gritos, empujones, trifulcas, todo aderezado con el lamentable ingrediente de palabras no pronunciables, por groseras. Seguramente en el campo hay quienes se muestran remisos a traer los productos a la ciudad bajo los precios fijados por el estado. Ello agrava enormemente la crisis. Egosmo? Tal vez. No me atrevera a afirmarlo. Insuficiente solidaridad humana? No caben dudas. Pero el asunto que incumbe al estado es abastecer el mercado para aliviar el dficit de oferta o el desbalance entre este y la demanda; no tratando de cambiar la naturaleza humana, y mucho menos en medio de una crisis. |